Los recuerdos del ¨²ltimo eunuco chino
El ¨²nico castrado superviviente de la corte imperial vive en un templo budista en Pek¨ªn
Quien a principios de siglo fuera v¨ªctima de las intrigas y caprichos de un cruel emperador tiene ahora 91 a?os y pasa sus ¨²ltimos d¨ªas viviendo en paz en un templo budista. Sun Yaoting est¨¢ protegido as¨ª por el Gobierno comunista de China, cuyos responsables afirman que ¨¦l es el ¨²ltimo eunuco vivo en este pa¨ªs.La pobreza de su familia marc¨® su destino y le llev¨® hasta los muros rojos de la Ciudad Prohibida, donde su vida estuvo, ocho a?os sometida al dolor y al miedo, que continuar¨ªan m¨¢s tarde tras la definitiva ca¨ªda del emperador. "La vida era amarga durante la dinast¨ªa Ching", recuerda, mientras sus ojos oscuros se llenan de l¨¢grimas. "Y cuando nos marchamos result¨® muy dif¨ªcil encontrar trabajo. Nadie quer¨ªa a los eunucos". Sun habla en una soleada estancia del templo, donde las autoridades, que han protegido a los eunucos durante d¨¦cadas, confirman que ¨¦ste es el ¨²ltimo de ellos. "Es el ¨²nico", asegura Nan Chanki, secretario general de la Asociaci¨®n de Religi¨®n de Pek¨ªn. "Por eso est¨¢ bajo tan f¨¦rrea protecci¨®n".
Moreno de piel, con una leve sombra de pelo ralo y gris, y un diente solitario que se marca sobre su labio inferior, Sun recorre las memorias de una vida que transcurri¨® en una de las m¨¢s dram¨¢ticas encrucijadas del siglo.
A los 10 a?os supo que entrar¨ªa a formar parte de la casta feudal de los eunucos cuando su padre le castr¨® brutalmente. Como muchos eunucos terminaban siendo ricos, la paup¨¦rrima familia de Sun se consider¨¦ afortunada al saber que su hijo hab¨ªa sido aceptado. "No me enfad¨¦ con mi padre. ?ramos tan pobres..", dice Sun, que entonces no sospechaba los efectos de la castraci¨®n sobre su futuro, y s¨®lo pens¨® que le estaban castigando. No pudo caminar durante dos meses.
Los dirigentes de entonces quer¨ªan hombres que no representasen amenaza y competencia para ellos y les ayudasen en las tareas de gobierno. Para cumplir ambos requisitos y adem¨¢s proteger a sus concubinas, los emperadores los ve¨ªan como los ¨²nicos varones de la corte a los que pod¨ªan tener cerca sin peligro para ellos.
Sun Yaoting entr¨® en la Ciudad Prohibida en 1916, cinco a?os despu¨¦s de que el emperador Pu Yi fuera confinado entre sus muros por los nuevos gobernantes republicanos. Mientras China caminaba hacia la anarqu¨ªa, los eunucos continuaban all¨ª dentro con sus quehaceres: alimentaban a Pu Yi, limpiaban sus zapatos, le llevaban de un lado a otro en sillas de mano, vaciaban sus orinales y guardaban -y a veces robaban- sus joyas. Los eunucos eran obligados a realizar de rodillas muchas de estas labores. "Hac¨ªamos cualquier cosa que el emperador quisiera. En caso contrario, nos golpeaban".
A veces, Pu Yi hac¨ªa azotar a los eunucos s¨®lo para disfrutar del espect¨¢culo. "Ten¨ªa muy mal car¨¢cter", dice Sun, cuyo primer oficio fue de limpiador. Su fortuna cambi¨® cuando Pu Yi se cas¨® con la emperatriz Wang Rong. Como Sun ten¨ªa educaci¨®n y era joven e inteligente pronto se convirti¨® en el favorito. "Era muy amable; nunca me peg¨®". Sun ganaba 20 onzas de plata -cada una de 31 gramos- por servir el t¨¦, lavar las manos y jugar con la emperatriz. Trabaj¨® mucho para ser ascendido. S¨®lo consigui¨® ser feliz mientras pens¨® que conseguir¨ªa tener ¨¦xito en un ambiente lleno de intrigas y venganzas, donde la amistad no exist¨ªa, porque eunucos y sirvientes compet¨ªan para mejorar su posici¨®n en la ¨²ltima corte imperial.
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