Memoria de otra 'limpieza ¨¦tnica'
El horror actual en Bosnia tiene un precedente terrible en los campos de la II Guerra Mundial
Hace 50 a?os, los croatas sacaron al serbio Branko Jungic de su pueblo bosnio y le obligaron a arrodillarse en el suelo pelado, en un lugar llamado Jasenovac. Luego le cortaron la cabeza con una sierra. Lo hicieron sin ocultarse. Incluso tomaron fotograf¨ªas, una de ellas mostrando a Jungic de rodillas, con su brazo izquierdo extendido para mantener el equilibrio en los momentos iniciales de la agon¨ªa, con la boca abierta en expresi¨®n de horror mientras sus torturadores uniformados posaban orgullosamente a su alrededor.
En la localidad cercana de Banj¨¢ Luka, a¨²n conservan la sierra utilizada entonces y se muestran otros objetos utilizados en el campo de concentraci¨®n de Jasenovac: hachas para cercenar cabezas de mujeres y ni?os, una enorme horca, cuchillos especiales que permit¨ªan a la milicia ustacha croata cortar el cuello de sus prisioneros con el m¨ªnimo esfuerzo. Los croatas y los escasos serbios que se sumaron a su Estado t¨ªtere nazi en la II Guerra Mundial asesinaron a cientos de miles de personas en Jasenovac, Stara Gradiska, Prijedor y Banja Luka. Nombres que ahora resultan familiares, una vez m¨¢s. Una segunda guerra civil est¨¢ consumiendo a los supervivientes de aquel holocausto y a sus hijos en el mismo terreno que los nazis transformaron en campo de la muerte.Poco antes de que Yugoslavia se deshiciese otra vez, Lubomir Ivanic, director de los archivos de Bosanske-Krajine en Banja Luka, me permiti¨® repasar algunos de los 50.000 expedientes alemanes y ustachis abandonados por la Wehrmacht [Ej¨¦rcito alem¨¢n] durante su retirada en 1945. Encontr¨¦ centenares de ¨®rdenes militares croatas dictadas para apropiarse de viviendas y propiedades de los serbios. Los oficiales ustachis anotaban con minuciosidad teut¨®nica el regalo a sus leales partidarios de granjas y otros bienes expropiados a sus propietarios originales serbios o musulmanes. Limpieza era la palabra utilizada en los ficheros.
Comprender la historia de Bosnia durante la guerra es hacer un viaje a la oscuridad, pues los horrores que se perpetraron entre 1941 y 1945 son bestiales, en el sentido literal del vocablo. Ni hoy d¨ªa es de buen tono el recordar c¨®mo los serbios fueron las principales v¨ªctimas de los croatas. Hacerlo trastorna nuestra actual indignaci¨®n moral sobre los horrores de hoy en Bosnia-Herzegovina. Tambi¨¦n nos recuerda que los campos de concentraci¨®n originales creados en esta zona por los nazis y sus aliados croatas lo fueron a una escala infinitamente m¨¢s terrible que los que ahora se est¨¢n descubriendo en Bosnia. Jasenovac, en la apacible confluencia de los r¨ªos Sava y Una, no es un nombre familiar para nosotros, pero los actos de salvajismo cometidos all¨ª podr¨ªan superar incluso a los de Auschwitz.
Construido por el Estado ustacha fascista de Croacia, que fue instalado por los alemanes despu¨¦s de su invasi¨®n de Yugoslavia en 1941, Jasenovac tom¨® como modelo campos de concentraci¨®n ya en marcha en la Europa nazi.
Personal militar alem¨¢n visitaba de modo habitual los campos -una fotograf¨ªa muestra a un comandante de la Wehrmacht tomando cerveza con el famoso jefe del campo de Stara Gradiska, Marks Luburic-, pero los ustachis croatas eran responsables del sistema de liquidaci¨®n. En total, 700.000 hombres, mujeres y ni?os fueron asesinados s¨®lo en Jasenovac, casi todos ellos civiles. Setenta mil de ellos eran jud¨ªos.
En Jasenovac no hab¨ªa c¨¢maras de gas. Cientos de hombres eran degollados con sierras o hachas, o arrojados al r¨ªo Sava a miles, con hormig¨®n sujeto a sus cinturas. Las muchachas eran violadas en grupo, cientos cada vez. El teniente Artur Hefner, oficial del cuerpo de transporte de la Wehrmacht, fue a visitar Jasenovac en febrero de 1942 y lo describi¨® en una carta al Ministerio alem¨¢n de Asuntos Exteriores en Berl¨ªn como un campo "de la peor categor¨ªa, igual al infierno de Dante". Las fotograf¨ªas archivadas de dicho campo muestran mujeres mutiladas, una con su coraz¨®n arrancado. Muchas mujeres fueron acuchilladas hasta morir por carniceros expertos.
Est¨¢, por ejemplo, el relato de Ladislav Grinbaum, un jud¨ªo de Osijek, que fue una de las pocas personas supervivientes de una ejecuci¨®n en el campo citado y escribi¨® un terrible testimonio. "Un d¨ªa, 10 de nosotros y 16 guardias ustachis fuimos a Jablanac para instalar un cable el¨¦ctrico. Mientras est¨¢bamos trabajando nos dimos cuenta que los ustachis hab¨ªan tra¨ªdo a un mont¨®n de mujeres y ni?os y pudimos ver lo que estaba ocurriendo. Los guardias ustachis que les hab¨ªan tra¨ªdo les ordenaron que se sentasen en el suelo. Un poco despu¨¦s llegaron los asesinos. Con cuchillos, barras de hierro y mazos atacaron a esa muchedumbre inerme. No s¨¦ cu¨¢ntas personas habr¨ªa all¨ª. Muchas mujeres sujetaban con firmeza a sus hijos en sus brazos y fueron asesinadas as¨ª. Desde mi puesto de trabajo vi con mis propios ojos el asesinato de mi esposa e hijos. Me habr¨ªa ca¨ªdo del poste, horrorizado, de no haber estado sujeto al mismo. No pod¨ªa hablar y tuve dificultad para contarlo m¨¢s tarde".
Cuando los partisanos dirigidos por Josip Broz, Tito, ¨¦l mismo un croata, aumentaron su hostigamiento a las fuerzas alemanas y ustachas, cada vez m¨¢s simpatizantes partisanos croatas y musulmanes fueron llevados a Jasenovac. Tan poderosa se volvi¨® la resistencia de Tito que, en 1942, la Wehrmacht prepar¨® una campa?a sangrienta en torno a las monta?as de Kozara -el mismo territorio que actualmente es escenario de matanzas y limpieza ¨¦tnica- para aplastar al ej¨¦rcito guerrillero. M¨¢s de 70.000 soldados alemanes reunieron a los habitantes, hombres, mujeres y ni?os, en la meseta y les transportaron por carretera o ferrocarril hasta Jasenovac y sus campos sat¨¦lites.
La mayor¨ªa de esos civiles eran serbios. Miles de hombres j¨®venes fueron simplemente colgados en horcas improvisadas erigidas al borde de la carretera entre Banja Luka y Prijedor. Miles de mujeres, ni?os y campesinos fueron amontonados en los recintos de Jasenovac y golpeados hasta la muerte con porras y hachas.
Los partisanos, la mayor¨ªa serbios en este distrito, contraatacaron. Pol¨ªticos, soldados y funcionarios de la ONU que actualmente estudian emprender acciones militares contra los serbios har¨ªan bien en leer este intenso, aunque racista, relato de Kurt Neher, un oficial de la Wehrmacht, sobre los ataques guerrilleros de monta?a contra el Ej¨¦rcito alem¨¢n. "Y entonces lleg¨® la parte m¨¢s inolvidable, que hel¨® la sangre a todos. Una mujer comenz¨® a gritar con fuerza y cientos se pusieron a replicar a su llamada. Mujeres y ni?os se lanzaron con energ¨ªa animalesca contra nuestras l¨ªneas. Nos parec¨ªa como si estuvi¨¦semos presentes en el instante de la formaci¨®n de una horda humana primigenia, con seres humanos corriendo hacia nosotros en oleadas, buscando su propia aniquilaci¨®n y despreocupados por el miedo".
Solamente en la campa?a de Kozara, la cifra de los asesinados en acci¨®n, ejecutados o deportados lleg¨® a las 66.000 personas. Un historiador serbio habla de 90.000 personas. Pero el m¨¢s tr¨¢gico de todos los relatos ¨¦picos de horror en esta ¨¦poca debe ser el de los ni?os de Kozara, que fueron separados de sus padres y llevados a estaciones terminales por los ustachis croatas: 23.000 ni?os en total, de los que 11.000 iban a ser asesinados. Sus madres fueron deportadas a Alemania. En julio de 1942, cientos de esos ni?os murieron en vagones ferroviarios para ganado entre Stara Gradiska y Zagreb, donde, los dem¨¢s, demasiado j¨®venes para saber que su religi¨®n era la ortodoxia serbia, fueron entregados a familias croatas y bautizados como cat¨®licos.
Ni?os hambrientos
Los ni?os estaban tan hambrientos que com¨ªan las tarjetas de cart¨®n que llevaban al cuello y que indicaban su filiaci¨®n, destruyendo as¨ª sus historiales familiares enteros antes de que su tren de ganado llegase a Zagreb.
Recordar estos horrores de la II Guerra Mundial en Yugoslavia no excusa la crueldad de los serbios o croatas de hoy d¨ªa. Pero ofrece un marco en el que se puede contemplar la guerra civil en un contexto hist¨®rico, un recordatorio de que la invasi¨®n o intervenci¨®n extranjeras puede desencadenar un ba?o de sangre, intencionado o no. Cuando Alemania apoy¨® al nuevo Estado croata en diciembre del pasado a?o, no fue sorprendente que los serbios recordasen el anterior apoyo alem¨¢n a un Estado croata anterior, una naci¨®n fascista cuyos dirigentes recibieron un importante apoyo del Vaticano.
Si los Ej¨¦rcitos de la OTAN se implicasen ellos mismos en acciones ofensivas en lo que fue Yugoslavia ?con qu¨¦ rapidez se unir¨ªan las partes en conflicto contra ellos?. Esos pol¨ªticos (y periodistas) que han estado solicitando protecci¨®n de helic¨®pteros militares para los convoyes de ayuda humanitaria, ataques a¨¦reos contra la artiller¨ªa y bombarderos invisibles que sobrevuelen Belgrado, ?acaso recuerdan c¨®mo la intervenci¨®n extranjera, combinada con la guerra civil, provoc¨® el ba?o de sangre de 1942?
Es tentador sugerir que la ONU tiene una importante fuente hist¨®rica a su disposici¨®n, un hombre que fue un experto en la guerra civil yugoslava de 1941-1945 y que la contempl¨® desde el lado opuesto a los serbios. Era un oficial de espionaje alem¨¢n que trabaj¨® en un despacho apenas a 32 kil¨®metros de Jasenovac. Presenci¨® la campa?a de Kozara y fue condecorado por el dirigente fascista croata Ante Pavelic. Este mismo oficial se refer¨ªa en sus informes militares sobre Bosnia a la limp¨ªeza. Muchos funcionarios de la ONU considerar¨ªan a este ¨¢gil anciano de apariencia m¨¢s bien distinguida como un antiguo colega. Despu¨¦s de todo, fue una vez el secretario general. Su nombre es Kurt Waldheim. Pero ¨¦sta es otra historia.
Copyright The Independent / EL PAIS
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