El fin del gaullismo
El refer¨¦ndum sobre el Tratado de Maastricht ser¨¢ el acto pol¨ªtico m¨¢s importante para Francia desde el escrutinio popular que decidi¨® hace ahora 30 a?os la elecci¨®n del presidente de la Rep¨²blica por sufragio universal. ?Es sorprendente que, ante una decisi¨®n tan fundamental, el partido pol¨ªtico fundado por De Gaulle sea incapaz de dar una consigna de voto! ?Para qu¨¦ sirve un partido [Aprupaci¨®n para la Rep¨²blica] que no puede indicarles a los ciudadanos el mejor camino a seguir en la encrucijada del pr¨®ximo 20 de septiembre? ?Qu¨¦ es una Agrupaci¨®n,que renuncia a agrupar?Su l¨ªder, Jacques Chirac, es favorable al s¨ª, pero hasta ahora lo ha defendido t¨ªmidamente: si los ¨²ltimos sondeos, que hacen pensar en la posibilidad de un fracaso, no le deciden a salir de su reserva, su futuro pol¨ªtico se ver¨¢ muy comprometido. Los duetistas Pasqua y Seguin, que sue?an con sustituirle, hacen campa?a a favor del no con el mismo ardor, la misma demagogia y los mismos argumentos de fondo que George Marchais, secretario general del partido comunista; Jean-Marie Le Pen, l¨ªder del Frente Nacional, y el mon¨¢rquico vizconde Philippe de Villiers. Ante semejante confusi¨®n, todo induce a creer que el general emitir¨ªa el mismo juicio que expres¨® sobre Mayo del 68: "?Esto es un cenagal! ".
En cualquier caso, es el fin del gaullismo. La idea de un partido sin unidad de criterio ni disciplina de decisi¨®n es completamente opuesta a las concepciones y a la pr¨¢ctica del fundador de la V Rep¨²blica. Cuando los primeros diputados elegidos bajo su mando empezaron a discrepar en los escrutinios parlamentarios, en 1953, los despidi¨® como a lacayos. Pero para ¨¦l, un refer¨¦ndum popular era m¨¢s importante que las votaciones de los diputados o de los senadores en sus asambleas respectivas. Al bautizar a su partido con el nombre Agrupaci¨®n del Pueblo Franc¨¦s subrayaba su voluntad de proponer a los ciudadanos objetivos unitarios. Jacques Chirac, cuando recuper¨® la palabra Agrupaci¨®n despu¨¦s de que la palabra Uni¨®n la sustituyera durante a?os, quiso regresar a la orientaci¨®n original del movimiento. Actuar contrariamente a como actuar¨ªa una agrupaci¨®n en un refer¨¦ndum, acto fundamental de la V Rep¨²blica, constituye una ruptura esencial con el gaullismo.
Pero ?qu¨¦ pensar¨ªa el general del Tratado de Maastricht? Algunos dicen que la actual contradicci¨®n de sus herederos refleja la del pensamiento del fundador, que nunca fue muy claro con respecte, a Europa. Este juicio peca de superficial. En Londres, durante la guerra, y en Francia, en los a?os cincuenta, sugiri¨® en diversas ocasiones la creaci¨®n de una federaci¨®n europea. Se dijo que se trataba de un descuido. Pero este t¨¦rmino no cuadra ni con la repetici¨®n de la f¨®rmula ni con el car¨¢cter de quien la empleaba. Ni con los detalles precisos que dio en numerosas ocasiones. Por ejemplo, en la conferencia de prensa del 25 de febrero de 1953, cuando propuso construir "un organismo com¨²n en el que los diversos Estados, sin perder su cuerpo, su alma, su rostro, deleguen una parte de su soberan¨ªa en materia estrat¨¦gica, econ¨®mica y cultural", lo cual va m¨¢s lejos que el Tratado de Maastricht. Diez a?os despu¨¦s, en un discurso pronunciado en Niort, afirm¨® la necesidad de establecer en el continente europeo "una realidad de conjunto, igual a la que existe al otro lado del Atl¨¢ntico".
A lo largo de sus a?os como presidente de la Rep¨²blica, desde 1958 hasta 1969, se encuentran declaraciones en esta misma l¨ªnea y otras en sentido contrario. Su papel en la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n es federalista, pero su estrategia de la silla vac¨ªa es nacionalista. No obstante, se tiende a olvidar demasiado a menudo que esta ¨²ltima se explica por el hecho de que Francia era la ¨²nica que quer¨ªa entonces una Europa independiente de Washington, mientras que sus cinco aliados apoyaban el liderazgo de Estados Unidos en nuestro continente. Pero el Plan Fouchet de 1961 preludia el art¨ªculo primero del Tratado de Maastricht. Al confiar al Consejo Europeo la tarea de velar por la defensa de las orientaciones pol¨ªticas de la Uni¨®n, extend¨ªa los poderes de una instituci¨®n concebida por De Gaulle en 1960, propuesta por ¨¦ste a la Comunidad con el apoyo del canciller Adenauer, y rechazada por Holanda y B¨¦lgica.
En cualquier caso, una cosa es cierta. De Gaulle busc¨® constantemente la cooperaci¨®n con Alemania en la construcci¨®n europea. Desde que, en 1965, dijera p¨²blicamente al canciller Adenauer: "Emprendamos, usted y yo, la construcci¨®n de la Europa occidental", sus sucesores se han mantenido en la misma l¨ªnea, cualesquiera que fueran sus orientaciones pol¨ªticas. ?C¨®mo es posible imaginar que el general desaprobar¨ªa hoy un tratado que todo el mundo sabe que es, ante todo, la obra conjunta de la pareja Mitterrand-Kohl, fiel a la pareja De Gaulle-Adenauer? Si el pueblo franc¨¦s votara no el pr¨®ximo 20 de septiembre, no s¨®lo rechazar¨ªa la herencia del fundador de la V Rep¨²blica, sino que debilitar¨ªa adem¨¢s una alianza sobre la que reposa el equilibrio de Europa, abriendo el camino al pangermanismo que esa alianza cerraba.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.