Una de las grandes damas del arte
En el Madrid de los a?os cincuenta, en la arena desolada del vac¨ªo cultural de la posguerra espa?ola, Juana Mord¨®, rodeada de su cuadra de artistas, se instala s¨®lidamente como gran dama del arte durante d¨¦cadas contradictorias de bonanzas y letargos econ¨®micos en esta capital.La labor meritoria e hist¨®rica de esta galerista profesional, que trabaj¨® sin desmayo mimando y alentando sin desfallecer al establishment del momento para hacerle entender el mensaje del nuevo arte, en tiempos recientes da un giro lento pero radical, tomando un nuevo rumbo en las manos ya diestras y expertas de Helga Alvear, persona de gran tes¨®n a quien su esp¨ªritu vanguardista de riesgo la define como otra de las grandes damas del arte que apuesta, se interesa y le atraen los valores nuevos no estables, de espaldas a la especulaci¨®n que ha conocido tiempos recientes del arte espa?ol.
Helga Alvear parece hacer suya la reflexi¨®n del pensador consciente, que la obra de arte posee una singularidad que hace fracasar el principio de realidad y puede anticipar otro mundo promoviendo una escena de realidad diferente. Se empe?a con ¨¦xito en la labor continuada de esta galer¨ªa pionera de la modernidad en nuestro pa¨ªs y que, en muchos sentidos, rompiera el fuego del arte contempor¨¢neo espa?ol y alentara su presencia internacional. No obstante, insisto en que, si bien Helga Alvear cree que el recuerdo es necesario, prolonga y traza su camino en el entendimiento y aceptaci¨®n del paisaje diverso de la actualidad, definiendo su trayectoria de trabajo sobre nombres nuevos del panorama nacional o reconocidos de la escena internacional.
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