Incertidumbre
Ni los m¨¢s esc¨¦pticos llegaron a anticipar que estos meses finales de 1992 transcurrieran en un clima de pesimismo como el que parece haber arraigado en nuestro pa¨ªs. El deterioro de la situaci¨®n econ¨®mica se ha impuesto a los favorables efectos que se, presum¨ªan asociados a un a?o depositario de algo m¨¢s que esperanzas. La coincidencia de esa fase de desaceleraci¨®n del cielo econ¨®mico con un crispado final de legislatura incorpora elementos aut¨®nomos de incertidumbre a la derivada del contexto internacional que no permiten anticipar una mejora en el bienestar de los espa?oles en los pr¨®ximos meses.Indicadores y estimaciones recientes han subrayado un diagn¨®stico de perfiles no muy distintos al que cab¨ªa hacer en julio: la econom¨ªa espa?ola est¨¢ creciendo poco, y lo est¨¢ haciendo mal. Ese ritmo de crecimiento no s¨®lo ha dejado de ser superior al de esos otros pa¨ªses industrializados con los que procur¨¢bamos el contraste, sino que mantiene una composici¨®n en la que es dominante el consumo, tanto p¨²blico como privado, mientras todas las formas de inversi¨®n experimentan variaciones negativas, al igual que la aportaci¨®n a ese crecimiento del sector exterior. En consecuencia, el balance de este a?o no s¨®lo aportar¨¢ una tasa de crecimiento del producto interior bruto reducida (inferior al 2% en t¨¦rminos reales, seg¨²n han estimado diversas instituciones) y, consecuentemente, un resultado igualmente pobre en t¨¦rminos de empleo, sino que coexistir¨¢ con esos desequilibrios cr¨®nicos que impiden un crecimiento sano: inflaci¨®n, d¨¦ficit exterior, d¨¦ficit p¨²blico.
Se convendr¨¢ que ese deterioro de la econom¨ªa espa?ola, en especial el descenso de su ritmo de crecimiento, lejos de ser un fen¨®meno espec¨ªfico, tiene rasgos esenciales comunes con la situaci¨®n por la que atraviesan el resto de los pa¨ªses industrializados y en particular los de la CE. Incluso tampoco ser¨¢ dif¨ªcil admitir la existencia de un elevado grado de determinaci¨®n de ese entorno en la desaceleraci¨®n de una econom¨ªa tan altamente integrada como la espa?ola. Las principales econom¨ªas han visto tambi¨¦n reducirse de forma significativa sus previsiones de crecimiento en los ¨²ltimos meses, al tiempo que se expon¨ªan a una notable inestabilidad de sus mercados financieros. Estados Unidos, Jap¨®n y Alemania abordan, junto a una menor actividad econ¨®mica, problemas pol¨ªticos y desequilibrios econ¨®micos espec¨ªficos de car¨¢cter estructural que alimentan esas tensiones financieras y, en todo caso, condicionan seriamente los procesos de recuperaci¨®n de las restantes econom¨ªas. Por si fuera poco, los cimientos del escenario de cooperaci¨®n y convergencia definido por la Uni¨®n Econ¨®mica Europea (UEM) muestran una fragilidad preocupante que afecta, como es l¨®gico, a esas econom¨ªas que en mayor medida hab¨ªan gozado de esa confianza inducida por la senda de convergencia definida el pasado diciembre en Maastricht. La menor vinculaci¨®n a ese horizonte de estabilidad, que podr¨ªa suponer el abandono del proyecto de Uni¨®n Europea, no ha hecho sino desvelar las profundas divergencias que coexisten entre las econom¨ªas de los pa¨ªses comunitarios, y m¨¢s concretamente las distintas apreciaciones que los agentes econ¨®micos, y los inversores en particular, hacen de las posibilidades de las distintas econom¨ªas para orientarse aut¨®nomamente hacia la satisfacci¨®n de las condiciones de estabilidad y saneamiento financiero definidas en el proyecto de UEM. Quiz¨¢ exageradamente, los mercados financieros no han expresado otra cosa estas ¨²ltimas semanas que esas exigencias de mayor remuneraci¨®n a los activos financieros denominados en aquellas monedas de pa¨ªses cuya credibilidad es en mayor medida cuestionada. Recuperar esa prima de confianza que hasta la celebraci¨®n del refer¨¦ndum dan¨¦s hab¨ªan dispuesto econom¨ªas como la espa?ola va a ser ciertamente dif¨ªcil, incluso en el caso de que la consulta francesa del pr¨®ximo d¨ªa 20 aporte un resultado favorable.
Lamentablemente, no son ¨²nicamente las hip¨®tesis macroecon¨®micas las que han restado verosimilitud a la estrategia de las autoridades espa?olas definida en el Programa de Convergencia. Al margen de la evoluci¨®n manifiestamente divergente de los indicadores relevantes en estos ¨²ltimos meses, el cap¨ªtulo m¨¢s directamente vinculado a la acci¨®n del Gobierno, el destinado a llevar a cabo las reformas estructurales que posibiliten el buen funcionamiento de la econom¨ªa, est¨¢ pr¨¢cticamente in¨¦dito. A la frustraci¨®n por la lentitud en la aplicaci¨®n de ese programa se ha incorporado la decepci¨®n, al t¨¦rmino de julio, originada por la parcial y cuestionable eficacia del paquete de medidas largamente incubado de ajuste presupuestario que vulner¨® la supuesta invariabilidad de la presi¨®n fiscal directa que ese programa anticipaba, al tiempo que emplazaba a la espera de una segunda entrega de medidas para despu¨¦s del verano.
El car¨¢cter pretendidamente riguroso de los pr¨®ximos Presupuestos Generales del Estado, anticipado por el presidente del Gobierno, antes del verano, y la m¨¢s reciente constataci¨®n de la ministra portavoz de que ese ajuste apenas podr¨¢ operar sobre los componentes del gasto no comprometidos -representativos de una quinta parte del total- constituye hasta la fecha la informaci¨®n m¨¢s relevante de los prop¨®sitos concretos de nuestras autoridades. Por contra, no son menos relevantes los factores de incertidumbre que se sobreponen a esos parcos enunciados. Si cualquier final de legislatura puede, constituir un periodo por s¨ª mismo inhibidor de las decisiones econ¨®micas m¨¢s. vinculantes de los agentes econ¨®micos privados, en especial de la inversi¨®n, el presente propicia en mayor medida esas situaciones. Un riesgo peor que la provisionalidad parece emanar de la vida pol¨ªtica espa?ola: la par¨¢lisis y la falta de confianza.
Irregularidades en el funcionamiento de algunos partidos pol¨ªticos, hip¨®tesis contradictorias sobre eventuales alternancias en los liderazgos, repentinos deslizamientos de apoyos de unos partidos a otros, manifestaciones que cuestionan los compromisos cambiarios, son algunas de las circunstancias que deterioran adicionalmente ese clima de incertidumbre y que propician la extensi¨®n del catastrofismo en la formaci¨®n de las expectativas sobre la recuperaci¨®n y el necesario saneamiento de la econom¨ªa.
De persistir esas circunstancias y aun la m¨¢s favorable de las configuraciones posibles del contexto internacional -desbloqueo del proceso de ratificaci¨®n, del Tratado de Maastricht y recuperaci¨®n de las principales econom¨ªas en t¨¦rminos similares a los previstos recientemente por el Fondo Monetario Internacional-, la econom¨ªa espa?ola presentar¨ªa un lastre que dificultar¨ªa notablemente la vinculaci¨®n a un escenario tal. Aun cuando sea limitada la capacidad de cualquier Gobierno para incidir significativamente en la actividad de su econom¨ªa no lo es tanto para evitar esa generaci¨®n. aut¨®noma de incertidumbre y la eliminaci¨®n de los obst¨¢culos que impiden el buen funcionamiento de la econom¨ªa a largo plazo. Esos eran los prop¨®sitos reflejados en la segunda parte del programa de convergencia; su aplicaci¨®n constituye ahora, junto a la definitiva eliminaci¨®n de la zozobra pol¨ªtica, la m¨¢s importante de las precondiciones para que este pa¨ªs no quede preso de un estado de ¨¢nimo.
Emillio Ontiveros es catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Empresa de la Un?versidad Aut¨®noma de Madrid.
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