Un sombrero de paja de Italia
Sergio Moroni ten¨ªa 45 a?os, una esposa y una hija de 16. Era diputado y miembro de la direcci¨®n del Partido Socialista Italiano (PSI), hab¨ªa sido secretario general de ese partido en Lombard¨ªa. Se peg¨® un tiro con un fusil ante el temor de ser procesado por el esc¨¢ndalo de las comisiones ilegales en Mil¨¢n. Antes se hab¨ªan suicidado dos miembros del PSI y el empresario Mario Majocchi, relacionados con el mismo asunto. Bettino Craxi ha repetido, desde el d¨ªa en que estall¨® el esc¨¢ndalo, que "no existe un problema de honestidad, sino un problema t¨¦cnico de financiaci¨®n de los partidos". Nada m¨¢s falso. La argumentaci¨®n s¨®lo puede entenderse como un burdo intento de autojustificaci¨®n, una columna de humo.Para empezar, nadie se suicida por causa de "un problema t¨¦cnico". El suicidio se produce porque la persona ya no es capaz de soportarse, y en este caso, independientemente de los mecanismos psicol¨®gicos de cada uno de los suicidas, por verg¨¹enza, por la imposibilidad de superar la visi¨®n que de ellos van a tener los dem¨¢s. En contra de la opini¨®n interesada de Craxi, se est¨¢ precisamente ante un problema de honestidad. Son suicidios donde han intervenido la dignidad y el honor de esas personas, su concepci¨®n del propio ser, de su val¨ªa social.
Este esc¨¢ndalo milan¨¦s estalla al descubrirse que, desde el antiguo partido comunista hasta la Democracia Cristiana, pasando por los dem¨¢s partidos de arco parlamentario, estaban cobrando comisiones ilegales por las adjudicaciones de obras. Una palabra define estas pr¨¢cticas: corrupci¨®n. Empero lo que hace especialmente grave esta ilegalidad es el constituir un delito de lesa democracia, pues ataca la base misma del sistema. ?Por qu¨¦?
1. Porque aquellos que tienen la obligaci¨®n y el privilegio de hacer las leyes, los partidos pol¨ªticos, tienen el deber de cumplirlas y de hacerlas cumplir. Si las transgredieran, atacar¨ªan directamente la legitimidad de aqu¨¦llas y el cr¨¦dito de todo el sistema pol¨ªtico.
2. Porque quien obtiene financiaci¨®n ilegal arremete tramposamente contra el principio de igualdad de oportunidades respecto al electorado, utilizando, adem¨¢s, dinero p¨²blico.
3. Porque la financiaci¨®n ilegal, al no figurar en la contabilidad oficial del partido, no puede estar sujeta al control social (tribunales de cuentas, Parlamentos, etc¨¦tera) ni al control democr¨¢tico interno del propio partido que supuestamente se beneficia de tal financiamiento.
Al menos estos tres argumentos avalan el siguiente aserto: aun siendo reos de corrupci¨®n tanto los corruptos (los partidos) como los corruptores (las empresas), aqu¨¦llos incurren en una responsabilidad cualitativamente distinta y mayor. Se est¨¢ ante un delito de lesa democracia que no puede dejar indiferentes a los ciudadanos. Aun confiando en la justicia, es asunto en el que la acci¨®n individual y colectiva de quienes creen en el sistema democr¨¢tico han de estar implicados. En primer lugar, es obligaci¨®n Pol¨ªtica para los que honrosa y honradamente son miembros de cualquier partido. La democracia de todos depende, no exclusivamente, pero tambi¨¦n, de la democracia interna de las distintas formaciones pol¨ªticas. Ha de entenderse, de una vez, que la democracia interna de un partido pol¨ªtico, cualquiera que sea su posici¨®n ideol¨®gica, es cuesti¨®n que, por afectar al funcionamiento y al cr¨¦dito del sistema pol¨ªtico, ata?e al conjunto de la sociedad.
Un dinero ilegal, negro, que no ingresa en la caja A, p¨²blica y controlable del partido, ?ad¨®nde va? Evidentemente, a ninguna actividad legal. No paga impuestos y ha de blanquearse. Por lo que se va sabiendo, con estas gabelas se constituyen dos montones. Uno engorda el patrimonio de los mangantes que pululan en torno a este nefasto negocio. En algunos lugares, coches, caballos, chalets y fincas suelen ser los signos externos de este nuevo se?oritismo cutre y descarado, aunque no deben descartarse otras formas. m¨¢s refinadas e igualmente mafiosas de acumulaci¨®n patrimonial. El segundo mont¨®n, presuntamente, se dedica a nutrir la caja B del partido correspondiente. Un ingreso incontrolable desde el Tribunal de Cuentas y desde los ¨®rganos internos del partido. Una versi¨®n edulcorada sostiene que tal montoncito alivia los abultados gastos electorales. Es una argucia que pretendiendo justificar una ilegalidad (las comisiones) anuncia probablemente otra con la ley electoral, que limita los gastos de las campa?as. No se debe desechar, sino probablemente mantener, la sospecha de que son otros los gastos de representaci¨®n que as¨ª se sufragan, destinados, puede ser, a cimentar apoyos internos que perpet¨²an en sus, cargos a los beneficiarios que en nombre del partido reciben estos dineros.
A falta de ideas que llevarse a la cabeza, parecer¨ªa que la pol¨ªtica ha decidido lucir este sombrero de paja, que tiene, sin embargo, una ventaja: puede prend¨¦rsele fuego, y cuando arde no vale recurrir, como ha pretendido en esta ocasi¨®n Craxi, al honor del partido, porque este asunto est¨¢ m¨¢s cerca de El honor de los Prizzi.
La pol¨ªtica, de la que el sistema de partidos es base y columna, pasa hoy en Europa por el peor trago desde la guerra mundial, precisamente en un momento en el que los modelos alternativos totalitarios han desaparecido. A quienes no conmueva el mandato moral de la virtud civil, en cuyo c¨®digo figura en primer lugar la obligaci¨®n de cumplir las leyes, les tendr¨ªa que hacer meditar el c¨²mulo de expresiones con que un nuevo autoritarismo populista aparece por doquier.
Este asunto ni es "un problema t¨¦cnico", ni es menor, ni es un chaparr¨®n ante el que bastar¨ªa esperar la escampada. Se trata de un c¨¢ncer que es preciso primero aislar y luego extirpar.
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