Sobrero del perd¨®n
Moro / Fundi, Cu¨¦llar, Jim¨¦nezCinco toros de Moro Hermanos, desigualmente presentados, flojos y de pobre juego; el 6?, de El Sierro, fue devuelto por inv¨¢lido, y sali¨® como sobrero uno de Concha Navarro, bien presentado y encastado. Fundi: ovaci¨®n; silencio. Juan Cu¨¦llar: silencio; silencio. Mariano Jim¨¦nez: palmas; oreja.
Plaza de toros de San Mart¨ªn de Valdeigleslas. 12 de septiembre. Media plaza.
Lo mismo que hay un quite del perd¨®n, que un torero puede utilizar en su turno correspondiente como ¨²ltimo recurso para salvar una mala tarde, existe un toro que puede cumplir parecida misi¨®n. En esta ocasi¨®n sali¨®, como sobrero, el ¨²ltimo de la corrida, y arregl¨® un poco el festeo taurino que hasta entonces hab¨ªa transcurrido insulso, gris y desabor¨ªo.
La culpa casi al completo fue de los toros, que admit¨ªan un solo puyacito y muy pocos pases; alg¨²n lance con el capote, nada m¨¢s irrumpir en el ruedo y luego, medios muletazos a los tres segundos de comenzar la faena. Pero sali¨® el sobrero y cambi¨® el paisaje. El toro acudi¨® tres veces al caballo, tom¨® dos buenas varas y derrib¨® al picador del percher¨®n en el segundo encuentro.
A este toro encastado lo recibi¨® Mariano Jim¨¦nez con buenos lances de percal, la rodilla flexionada. La faena de muleta, aunque desigual, fue de torero valiente, en la que la quietud de la zapatilla sobre la arena marc¨® su buen quehacer. En el anterior toro realiz¨® una faena templada y voluntariosa. El madrile?o se mostr¨® sereno . y bien dispuesto en el transcurso de la tarde. Fundi tuvo un primer toro bonito y astifino de Moro Hermanos y otro, m¨¢s pobre de pitones, con los que persigui¨® el triunfo, sin conseguirlo. La pertinaz e impertinente flojera de los animales no era propicia para ning¨²n tipo de alarde, y menos de poder¨ªo torero. Con el capote y las ver¨®nicas de salida, con las banderillas y con la espada, s¨ª logro Fundi los favores del p¨²blico.
Juan Cu¨¦llar comenz¨® su primera faena de rodillas hasta la boca de riego y fueron los ¨²nicos aplausos que escuch¨®. Ese toro al que mulete¨® de hinojos en un principio, para no ser menos, se par¨® enseguida. Y en el quinto, que empez¨® a defenderse con alg¨²n tornillazo que otro, l¨ªo consigui¨® acoplarse con su muletilla y pas¨® su particular purgatorio con la espada.
Babelia
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