Los bailarines espa?oles brillan en la apertura de la Bienal de Ly¨®n
La quinta edici¨®n de la Bienal Internacional de la Danza de Ly¨®n, que este a?o est¨¢ dedicada a Espa?a e Hispanoam¨¦rica, se inaugur¨® el s¨¢bado, con una gala en el Halle Tony Garnier, un antiguo matadero convertido en foro cultural. Ante m¨¢s de 3.000 personas, una quincena de artistas, entre espa?oles, franceses, que eran abrumadora mayor¨ªa, y dos argentinos, bail¨® con desigual fortuna. Nacho Duato, Antonio M¨¢rquez y el dantzari guipuzcoano Mikel Sarriegui fueron los mejores y m¨¢s rigurosos en su danza y los que recibieron claramente las ¨²nicas ovaciones calurosas de la velada.
La gala, en la que intervinieron con unas palabras Paloma Picasso y Miguel Bos¨¦, tuvo escollos t¨¦cnicos por doquier, y el sonido fall¨® varias veces. La plantilla, compuesta mayormente por conocidas estrellas y primeros bailarines de la ¨®pera de Par¨ªs, salvo los espa?oles, defraud¨® con actuaciones deslavazadas y plagadas de errores propios de principiantes. Lo mejor de los galos fue Arrastre, un modesto tr¨ªo creado por el joven Pierre Darde (Par¨ªs, 1962), donde Marie Claude Pietragalla, Kader Belarbi y el propio Darde evocaron la corrida.El desastre lleg¨® temprano con Esmeralda, bailada por una descoordinada promesa, Agnes Letestu, y Nicol¨¢s Le Rich, el m¨¢s arrogante de los j¨®venes solistas de la ¨®pera. Algo parecido sucedi¨® con la Farruca del Molinero de El sombrero de tres picos, de Le¨®nidas Massine, bailada en tono de mamborock por Patrick Dupond, actual director de la danza de la casa parisina, al que no s¨®lo le sobran kilos, sino florileglos en sus manos. Ni Letestu ni Loudieres pudieron hacer sus codas de fouett¨¦s reglamentarias.
Julio Bocca y Eleonora Casano tampoco tuvieron suerte. Hab¨ªan llegado de Buenos Aires apenas cuatro horas antes del espect¨¢culo y salieron a cumplir. El astro rioplatense lo intento con honestidad, pero 20 horas de avi¨®n se sienten hasta en el m¨²sculo m¨¢s potente.
Los artistas espa?oles se entregaron con verdadera pasi¨®n y la gala fue abierta por Mikel Sarriegui con un Aurresku bailado con sobriedad y buen gusto. Nacho Duato y la belga Catherine Allard hicieron Cor perdut, del propio Duato, donde estuvieron brillantes y musicales, ligando movimientos con verdadera poes¨ªa. Pero quien jale¨® al p¨²blico al delirio fue Antonio M¨¢rquez en el Zapateado, de Sarasate. Elegante, contenido y virtuoso, hizo su n¨²mero, meti¨¦ndose en el bolsillo a todo el auditorio.
Los abucheos y gritos de "merde, merde" se hicieron sentir despu¨¦s de que el hierro de Maguy Marin estrenara una coreograf¨ªa inv¨¢lida, in¨²tilmente provocativa (dos Jesucristos ligan en el G¨®lgota), superficial y demostrativa de la decadencia de la creadora francesa de origen murciano.
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