Vac¨ªo de comprensi¨®n
Siento un vac¨ªo de comprensi¨®n en mi coraz¨®n cada vez que leo algo como la carta del se?or Montero, de Madrid (31 de agosto). Supongo que este se?or, si ha visitado Catalu?a, habr¨¢ estado poco tiempo, no el suficiente para entender a los catalanes -sean al¨®ctonos o no- e interpretar adecuada mente su forma de ver las cosas. Sea o no as¨ª, es evidente que ha sufrido una mala experiencia en su propia carne, hecho que deduzco por la iron¨ªa de su escrito y porque me parece que es requisito imprescindible haberla vivido para expresar una cr¨ªtica, a mi entender, tan negativa, y falta de fundamento. Haciendo referencia a la "falta de coacci¨®n" la "libertad que tienen los padres de elegir el idioma de las escuelas de sus hijos" la "no discriminaci¨®n para prosperar, por no hablar catal¨¢n" y sus inespec¨ªficas "algunas cosas m¨¢s" (interpr¨¦tense las citas en el sentido opuesto), s¨®lo es necesario entrever las dosis de cinismo que utiliza y su obstinaci¨®n con los andaluces de Catalu?a para darse cuenta de que las opiniones que tiene no son de su propia cosecha vivencial, sino que se acerca M¨¢s a ser un conjunto de ideas prefijadas. Y no culpo al se?or Montero por captar esas ideas ya transformadas en t¨®picos, sino por no tener intenci¨®n de comprobar su veracidad o no colocarlas en el contexto que les corresponde.
En Catalu?a hay gente poco agraciada" -¨¦ticamente hablando- en la misma proporci¨®n que en cualquier otro lugar de Espa?a. Mis padres son, como usted llama, "andaluces de Catalu?a", y ambos no han sentido nunca esa coacci¨®n de la que usted habla, ni les ha sentado mal que sus hijos aprendieran el idioma del lugar donde en principio pasar¨¢n su vida.
Y hay muchas razones para ello. La primera y m¨¢s simple, que el conocimiento de una lengua es siempre positivo para cualquiera; y la segunda, y tan obvia como la primera, que el aprendizaje de ese idioma se convierte en imprescindible cuando es. el idioma propio y signo de identidad de la zona donde se vive.
En alusi¨®n a la supuesta discriminaci¨®n que los residentes en Catalu?a procedentes de fuera sufren y les impide prosperar, cabe una pregunta: si usted fuera catal¨¢n, se presentara en una delegaci¨®n de la Administraci¨®n (auton¨®mica o estatal, como prefiera) y el funcionario no le entendiera en su propio idioma, ?qu¨¦ pensar¨ªa en aquel preciso momento?
Se lo pondr¨¦ m¨¢s f¨¢cil cambiando la orientaci¨®n del ejemplo: imag¨ªnese que en el mismo lugar -pero ya en Madrid- le atiende un catal¨¢n que no conoce el castellano. No puedo ni imaginar la cara que pondr¨ªa usted. No olvide que en Catalu?a todav¨ªa hay gente que no entiende el castellano o es incapaz de hablarlo. Por suerte, al igual que los castellanoparlantes de Catalu?a que no entienden y/o no hablan el catal¨¢n, cada vez son muchos menos.
Eso es todo. Y para terminar y diluir cualquier mal pensamiento sobre este barcelon¨¦s que replic¨® una carta poco, afortunada pero desgraciadamente muy compartida por otros, decir que de los mejores amigos que uno ha hecho en su vida, muchos son madrile?os.
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