La ficci¨®n y la realidad
Se acab¨® lo que se daba: la peseta ha sido devaluada, dentro de un SME seriamente tocado y de un Maastriclit moribundo. ?Se acab¨®? ?O los pr¨®ximos d¨ªas demostrar¨¢n que la devaluaci¨®n del 5% ha sido insuficiente?Los tozudos hechos han quitado la raz¨®n a quienes en los ¨²ltimos d¨ªas negaban la devaluaci¨®n y argumentaban con el caos si se produc¨ªa. Ese grupo (que incluye a quienes de verdad se creen lo que dicen, a quienes tienen la obligaci¨®n de decirlo para evitar tormentas adicionales en los mercados de cambios y a quienes, y ¨¦sos no merecen respeto, se alinean siempre con los poderosos, es decir, los economistas org¨¢nicos) olvidaba que el tipo de cambio es simplemente un instrumento cuyo uso depende de las circunstancias, intensidad, fines y pol¨ªticas de acompa?amiento. Resultaba que el tipo de cambio de la peseta es algo tan intocable como la Constituci¨®n.
La devaluaci¨®n de nuestra moneda -o devaluaciones, si es que hay m¨¢s en los pr¨®ximos d¨ªas- nos devuelve ante nuestra realidad. La liberalizaci¨®n de los movimientos de capitales, la especulaci¨®n (elemento inherente a todo mercado y que, seg¨²n nos ense?an los libros de texto, ayudan a que ¨¦ste vaya hacia el equilibrio) y las inc¨®gnitas de Maastricht (Dinamarca y Francia), pero, sobre todo, las diferencias en los fundamentos (los fundamentals anglosajones) de las econom¨ªas del SME, est¨¢n en el origen de lo que est¨¢ pasando.
El tipo de cambio central de 65 pesetas por marco establecido al entrar nuestra moneda en junio de 1989 en el mecanismo de cambio del SME se ha demostrado, al final, como algunos dec¨ªamos desde aquel momento, artificial y perjudicial.
Artificial: siempre la peseta ha aparecido como la moneda m¨¢s fuerte del SME al estar en su limite m¨¢s alto, es decir, siempre apreciada. Ficticio, pues en cuanto ha habido una tormenta, su debilidad ha salido a la luz. Debilidad que no es sino el reflejo de la debilidad de nuestra econom¨ªa ejemplificada en su alt¨ªsimo d¨¦ficit comercial y corriente.
Perjudicial: el tipo de cambio fijado no ha servido de reductor de la inflaci¨®n, ha desincentivado en cambio claramente la exportaci¨®n de bienes y servicios y. ha aumentado artificialmente la importaci¨®n. En suma, ese precio clave ha introducido serias distorsiones en la asignaci¨®n de recursos.
C¨ªrculo vicioso
En estos a?os se ha llegado a un c¨ªrculo vicioso que cabe sintetizar as¨ª:
El fuerte d¨¦ficit corriente en balanza de pagos exig¨ªa para su financiaci¨®n mediante el capital extranjero (cada vez m¨¢s especulativo e inestable en busca de una alta rentabilidad financiera-fiscal) unos altos tipos de inter¨¦s internos y un tipo de cambio fijo (el adoptado en junio de 1989, aunque la peseta estuviese sobrevaluada se estima que en un 20%). Esa financiaci¨®n externa hac¨ªa posible simultanear algo antes nunca logrado: fuerte crecimiento del PIB y fuerte d¨¦ficit corriente en balanza de pagos, ocultando los males permanentes de una econom¨ªa escasamente competitiva (v¨¦ase el d¨¦ficit comercial) y adormeciendo la necesidad de una pol¨ªtica que fuese al fondo de los problemas. De este modo, se argumentaba en los ¨²ltimos d¨ªas que no se pod¨ªa devaluar porque esta financiaci¨®n exterior caer¨ªa al perderse la confianza en nuestra moneda. O sea, hab¨ªa que mantener el esquema a toda costa olvidando los da?os a la econom¨ªa espa?ola y olvidando que cada vez mas son los mercados crecientemente integrados y desregulados los que fijan los tipos de cambio.
En cuanto la coyuntura internacional, ha sido m¨¢s desfavorable y ha habido m¨¢s turbulencias en los mercados de cambios, nos hemos enfrentado ante nuestra realidad y nuestras desnudeces y el esquema seguido hasta ahora ha demostrado su escasa consistencia. El siguiente acto ser¨¢ el lunes, a la vista de los resultados del refer¨¦ndum franc¨¦s. Sea cual sea ese resultado -especialmente si es un no o si es un s¨ª apretado-, lo ocurrido hasta ahora y lo percibido en las opiniones p¨²blicas de los Doce demuestra que esa idea de uni¨®n europea que recoge el Tratado no est¨¢ madura ni en sus fines ni en sus procedimientos ni plazos. La uni¨®n europea se merece otra cosa mejor.
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