La infame cuchillada
Acababa de ejecutar Enrique Ponce al ¨²ltimo torillo, las orejas ya las ten¨ªa ganadas, y para que no las perdiera, algunos espectadores comentaban que hab¨ªa dejado la espada baja, s¨ª, pero s¨®lo un poquito. S¨®lo un poquito quer¨ªa decir que estaba cerca de la pata, asomando infamante por all¨ª un cuarto de acero. Otros aficionados se mesaban los cabellos. Del mal matar se pas¨® hace a?os a la desverg¨¹enza del bajonazo como norma y este torero ha a?adido la cuchillada trapera, convirtiendo lo que fue hora de la verdad, suerte suprema, en una burla intolerable, en una agresi¨®n bochornosa y en un asco.Ten¨ªa las orejas ganadas porque hab¨ªa instrumentado con finura un mont¨®n de muletazos. Todos con la derecha. All¨¢ a mitad de faena -que dur¨® sus buenos nueve minutos- dio tres naturales sin acoplarse y volvi¨® a reemprenmder la producci¨®n seriada de derechazos. Nueve minutos de derechazos son muchos minutos y muchos derechazos, teniendo en cuenta, adem¨¢s, que el torillo derecheceado no pod¨ªa con su alma -entend¨¢monos, con su cuerpec¨ªn tembloroso, con sus astas recogidillas, con sus patitas febles- y el pobre daba pena. Entre derechazos, algunos de acad¨¦mica estampa, intercal¨® pases de la firma, ligados al cambio de mano y este al pase de pecho, todo ello primoroso, por lo que entusiasm¨® al p¨²blico y ya hab¨ªa consenso en la plaza de que la faena deb¨ªa premiarse con orejas. Pero eso, no le daba ning¨²n derecho a acuchillar al torito bueno, que hab¨ªa aceptado los derechazos y los primores sin decir ni m¨².
Torrealta/ V¨¢zquez, Rinc¨®n,Ponce
Toros de Torrealta, de escasa presencia, inv¨¢lidos, encastados. Curro V¨¢zquez: estocada corta ladeada perdiendo la muleta (silencio); pinchazo, estocada atravesada y rueda de peones (oreja).C¨¦sar Rinc¨®n: estocada ca¨ªda (oreja); media, descabello -aviso- y otro descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Enrique Ponce: dos pinchazos y otro hondo traseros, rueda de peones -aviso- y descabello(silencio); bajonazo infamante (dos orejas). Plaza de Las Cruces, 20 de septiembre. Cuarta y ¨²ltima corrida de feria. Lleno.
Al tercero de la tarde Enrique Ponce lo tore¨® corriendo. Es la moda: cita el diestro, se pone pinturero cuanto sepa mientras ejecuta el pase, y sale corriendo para citar desde distinto lugar. C¨¦sar Rinc¨®n hizo lo mismo en el segundo. El intr¨ªngulis est¨¢ en discernir cu¨¢l de los dos coletudos pon¨ªa mejor postura y cu¨¢l consegu¨ªa m¨¢s acertada composici¨®n. Es muy entretenido. Otro aspecto nada desde?able ser¨ªa comparar las condiciones de los toros. En realidad no hubo grandes diferencias. Y d¨¦bese a?adir que ambos, pese a sus menudencias, ten¨ªan casta. Quiz¨¢ por este simple detalle corr¨ªan los toreros. El toro de casta no admite bromas: hay que torearlo; eso, o echar a correr.
Curro V¨¢zquez tuvo en la casta de los toros su primer problema; el segundo, en que estaban inv¨¢lidos. O sea que un¨ªan geniecillo al poco recorrido y no le dejaban redondear sus destellos de torer¨ªa. Estaba presente Curro V¨¢zquez porque Espartaco, anunciado, no compareci¨®. Algunos aficionados aseguraban que el cambio hab¨ªa enriquecido la terna. Otros, en cambio, eran de la opini¨®n contraria. Pero no pasa nada. Un torero se puede caer de los carteles cuando le da la gana, o torear corriendo, o acuchillar toros (o todo a la vez), sin que nada de eso constituya impedimento para que le llamen figura del toreo. Y con semejantes figuras va tirando la fiesta.
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