La nueva Alemania
SE CUMPLE hoy el segundo aniversario de la unificaci¨®n alemana. La rapidez con que fue llevada a cabo, 11 meses despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, sorprendi¨® al mundo. Gorbachov, que entonces gobernaba una Uni¨®n Sovi¨¦tica debilitada, acept¨® que la Alemania comunista, aliada de la URSS, desapareciese; y ello arrastr¨® la decisi¨®n favorable de los otros aliados de la II Guerra Mundial, que a¨²n conservaban en 1990 un derecho de control sobre los vencidos, secuela de la derrota de Hitler en 1945. La historia ha avanzado en estos dos a?os a un ritmo tan vertiginoso que la situaci¨®n de 1990 parece lejan¨ªsima. Hoy, con una Alemania unida, se ha creado una nueva correlaci¨®n de fuerzas, lo que afecta incluso al equilibrio entre las potencias mundiales.Sin embargo, en la pol¨ªtica interior alemana no tardaron mucho en enfriarse los entusiasmos de las fiestas que celebraron la recuperada unidad. El canciller Kohl, art¨ªfice de ese paso hist¨®rico -lo que le permiti¨® ganar las elecciones de diciembre de 1990-, ha encajado desde entonces una p¨¦rdida muy seria de su popularidad. P¨¦rdida que se acent¨²a cada vez m¨¢s en estos d¨ªas en que cumple 10 a?os al frente del Gobierno. Ello se debe a una causa fundamental: la situaci¨®n econ¨®mica en la parte oriental result¨® ser peor de lo que se cre¨ªa; y el m¨¦todo empleado por Kohl de cambiar los marcos del Este a la par con los del Oeste ha agravado las condiciones en que la econom¨ªa de la zona oriental se integra en la occidental. Se mantienen as¨ª dos Alemanias en cuanto al nivel de vida de la gente, con el descontento a?adido de la fuerte carga fiscal que soportan los contribuyentes del Oeste en favor de los del Este. Ahora se le echan en cara al canciller sus promesas optimistas, a veces irresponsables, lanzadas en los momentos de la reunificaci¨®n. Los sondeos indican que la popularidad de Kohl, con un 31 % de opiniones favorables, est¨¢ muy por detr¨¢s de la del l¨ªder del Partido Socialdem¨®crata, Engholin, que tiene un 51%.
En esta situaci¨®n de incertidumbre sobre el futuro alem¨¢n surgen en las ¨²ltimas semanas, coincidentemente, dos fen¨®menos negativos. Por un lado, la descarnada demostraci¨®n del peso del Bundesbank en las finanzas europeas; para muchos ha sido una toma de conciencia de una realidad indiscutible: que Alemania es el pa¨ªs econ¨®micamente m¨¢s poderoso de Europa y que tal poder¨ªo tiene en esta etapa hist¨®rica una importancia singular. Por otra parte, han surgido diversas manifestaciones neonazis que demuestran una preocupante expansi¨®n de la xenofobia. En este clima, un ministro de Kohl estuvo a punto de patrocinar la conmemoraci¨®n de las V-2, las bombas enviadas por Alemania sobre Inglaterra que causaron miles de muertos. Las reacciones en Europa aconsejaron a Kohl anular el car¨¢cter oficial de la conmemoraci¨®n, que, no obstante, ha sido mantenida por las industrias organizadoras.
La actitud del canciller ante estos casos de resurgimiento de los viejos demonios no ha sido ni clara ni tajante: le preocupa el eco que tienen en el extranjero, pero no adopta medidas en¨¦rgicas para combatir el fen¨®meno en s¨ª. El temor a perder votos por la derecha le lleva a evitar gestos que puedan resultar antip¨¢ticos para esa franja de su electorado. Pero fuera de Alemania esas manifestaciones hacen rebrotar antiguos temores sobre el peligro de la unidad germana. Probablemente son temores exagerados, ya que la democracia se ha enraizado en Alemania durante un largo periodo. En todo caso, la experiencia de los dos a?os de unidad alemana deber¨ªa ser un est¨ªmulo para aumentar los esfuerzos en aras de la Uni¨®n Europea, deseada por la gran mayor¨ªa de los alemanes, incluida la derecha que Kohl representa.
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