Rusia roba mi libertad
Ha llegado el momento de decir en t¨¦rminos directos lo que est¨¢ ocurriendo en Rusia. Tras la ilegalidad a la que me est¨¢n sometiendo, priv¨¢ndome de la libertad de moverme a mi antojo (y no cabe duda de que esto es claramente ?legal), subyace una crisis pol¨ªtica seria.Antes que nada, la ilegalidad. He presentado una solicitud formal ante el Tribunal Constitucional, el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Ministerio de Seguridad del Estado para que me expliquen en qu¨¦ ley basan su decisi¨®n de impedirme salir del pa¨ªs. No he recibido respuesta. Y es obvio por qu¨¦ no: simplemente porque no hay una respuesta legal. Es una decisi¨®n meramente arbitraria, que nos retrotrae a todos a los tiempos que dicen condenar. Se est¨¢ haciendo caso omiso del art¨ªculo 12 del tratado internacional de derechos civiles que la URSS firm¨® en 1973. Se est¨¢ ignorando el hecho de la ley rusa que s¨®lo puede impedir la libertad de movimientos de un ciudadano en tres gasyos espec¨ªficos y bien definidos. Estos son: primero, si la persona debe hacer frente a una demanda criminal o es objeto de una investigaci¨®n criminal; segundo, si sabe secretos de Estado importantes, especificados por la ley; tercero, si no cumple con su compromiso de mantener econ¨®micamente a sus familiares cercanos.
El ciudadano Gorbachov no entra en ninguna de estas categor¨ªas. Pero aqu¨ª no se trata de una cuesti¨®n de derechos ciudadanos: es una se?al. La intenci¨®n de las autoridades est¨¢ clara. Se enfadaron cuando me refer¨ª a ellas como "los as¨ª llamados dem¨®cratas". Y ahora se demuestra que yo ten¨ªa raz¨®n. Creyendo que nadie defender¨ªa a Gorbachov, esperaron el momento oportuno para desacreditar al reformador, al dem¨®crata, al ganador del Premio Nobel de la Paz. Quieren insinuar que me da miedo enfrentarme a un tribunal y que, por tanto, tengo una conciencia culpable. Quieren "poner a Gorbachov en su sitio", con la excusa de que est¨¢ pisoteando a algunos. Pero este intento de intimidarme tambi¨¦n sirve de advertencia para otros, para que mantengan la boca cerrada..
Alguien ha dicho que ¨¦ste es el primer paso hacia 1937. A m¨ª me parece m¨¢s como el 1 de diciembre de 1934, cuando Stalin utiliz¨® el asesinato de Kirov para desencadenar la represi¨®n. Debo defenderme a m¨ª mismo.. ?Es cierto que no he respetado al Tribunal Constitucional? ?Es cierto que yo, yo mismo, que he dedicado mi vida literalmente a la instauraci¨®n de un Estado de derecho, aseste un golpe al s¨ªmbolo principal de tal Estado? Es exactamente lo contrario. Cuando digo que no participar¨¦ en este juicio estoy defendiendo el prestigio del Tribunal Constitucional contra aquellos que pretenden utilizarlo para a?adir le?a a las luchas pol¨ªticas internas y para saldar cuentas pol¨ªticas. Esto no es de ninguna manera un juicio constitucional, sino un juicio pol¨ªtico en el que les gustar¨ªa sentar a la historia en el banquillo... ?Qui¨¦n est¨¢ asestando un golpe al Constitucional? ?Yo o aquellos que han convertido al tribunal en reh¨¦n del juego pol¨ªtico?
Incluso aunque algunos magistrados y el presidente del tribunal han intentado mantener el juicio dentro de un contexto jur¨ªdico correcto, no lo han conseguido, y el intento est¨¢ condenado al fracaso. Porque la propia naturaleza del juicio, su deformaci¨®n pol¨ªtica original, lo impide. Y mi postura no es una improvisaci¨®n de ¨²ltima hora. Los representantes del PCUS, que alardean de haber aparecido en el juicio como parte de su sagrado deber, s¨®lo confirmaron su naturaleza pol¨ªtica a trav¨¦s de sus testimonios. ?se es su trabajo. Aceptaron testificar en una posici¨®n humillante que permite que la7 otra parte se burle de ellos en este juego pol¨ªtico. En junio, antes incluso de que el juicio hubiera empezado y antes de que las reclamaciones de los partidos fueran admitidas por el tribunal (que acept¨® incorporarlas, cometiendo el primer error de procedimiento y de hecho), estuve con el presidente Zorkin. Hablamos durante dos horas y media. Me pidi¨® que le ayudara. Le dije que lo har¨ªa, pero le puse en guardia.
Al examinar la petici¨®n de los comunistas y la de los abogados del presidente, el tribunal se hubiera visto implicado inevitablemente en juegos demag¨®gicos que intentaban sembrar la divisi¨®n del pa¨ªs. Suger¨ª desechar ambas peticiones y dejar que el presidente de Rusia encontrara la mejor salida, teniendo presente la situaci¨®n de la naci¨®n. Le advert¨ª que de otra forma yo no participar¨ªa en una operaci¨®n que se habr¨ªa convertido en una tragicomedia, que habr¨ªa da?ado seriamente el prestigio del Tribunal Constitucional; esto es, uno de los organismos del poder democr¨¢tico. Era una cuesti¨®n de principios, y lo sigue siendo.
No pienso dar marcha atr¨¢s de ninguna manera ni a ning¨²n precio. Alguien ha dicho que carezco del valor civil para testificar. Dado que no tengo abogados que, con los hechos en su poder, puedan refutar esta acusaci¨®n -y no tengo intenciones de contratar a ninguno- dir¨¦ lo siguiente en contestaci¨®n: no hay abogado que pueda representarme ante el ' ¨²nico tribunal al que debo rendir cuentas, el tribunal de la historia. ?Debo recordar c¨®mo resist¨ª cuando gritaron "?abajo Gorbachov!" en los comit¨¦s centrales del PCUS y del S¨®viet Supremo? ?Debo recordar que resist¨ª cuando, el 18 de agosto, los golpistas me dieron el ultim¨¢tum final? ?Debo recordar que resist¨ª cuando intentaron humillarme?
Una amenaza
Mantuve esa postura para oponerme al decreto que firm¨® Yeltsin ante las c¨¢maras de televisi¨®n, imponiendo su correcci¨®n. Fui el ¨²nico que hizo frente al irresponsable parlamentario que grit¨® "?libraos de los comunistas, de todos los comunistas!", mientras los dem¨®cratas guardaban silencio. Era una amenaza para no menos de 50 millones de personas, si se cuentan las familias.
Por tanto, respondo as¨ª a los que me acusan de cobard¨ªa: este juicio pone en peligro a todos los reformadores y, sin embargo, nadie tiene el valor de decirlo. ?Qui¨¦n se beneficia de todo esto? No hablo de los. derrotados, de aquellos que adoptaron una postura en el golpe de agosto de acuerdo con sus interese! y sus puntos de vista. Sus objetivos est¨¢n claros. Ellos tambi¨¦n son responsables de la desintegraci¨®n de la URSS y est¨¢n intentando descargar su responsabilidad en otros. Estoy hablando de ese sector del equipo del presidente que ha deseado este juicio y le ha dado impulso.
El hecho es que las cosas no van bien de ninguna manera: ni para la Comunidad de Estados Independientes, ni para Rusia, ni para la reforma de la econom¨ªa, ni la pol¨ªtica de defensa, ni la pol¨ªtica exterior. Y en lo que respecta a cuestiones nacionales, lo que, cuando yo era joven, se traduc¨ªa en explosiones sangrientas y espor¨¢dicas, se ha convertido ahora en guerras reales, en las que est¨¢n muriendo miles de personas; muchas de ellas, rusas.
Los viejos problemas no se han solucionado y los nuevos aumentan r¨¢pidamente. Y a la gente hay que decirle c¨®mo va a sobrevivir los meses venideros, decirle a los millones de personas que han visto c¨®mo su nivel de vida se reduc¨ªa a la mitad y han experimentado un retroceso de 20 a?os. Y es d1ficil, porque los que est¨¢n en el poder, el presidente incluido, s¨®lo est¨¢n acostumbrados a ganar, y ahora est¨¢n luchando por respirar en esta incertidumbre. Me acusaron de carecer de resoluci¨®n. Pero ahora muchos est¨¢n empezando a darse cuenta de que fue mucho m¨¢s valiente decir la verdad: que las reformas ser¨ªan terriblemente dif¨ªciles; que no hab¨ªa atajos; que no hab¨ªa libros de texto en los que estudiar las soluciones; que era necesaria una evoluci¨®n, y no una revoluci¨®n. Me preguntan si estoy de acuerdo con la dimisi¨®n del presidente. Mi respuesta es no, pero a?ado: d¨¦jenles decir lo que pretenden hacer. Mi f¨®rmula es sencilla. ?Tienen una propuesta que hacer? Si es s¨®lida, el pa¨ªs la apoyar¨¢. ?No tienen ninguna? Que lo digan y que se vayan. El pa¨ªs encontrar¨¢ una soluci¨®n democr¨¢tica. Pero eligieron el camino del esc¨¢ndalo y est¨¢n buscando al cabeza de turco.
Pretenden juzgar el sistema que ha muerto utilizando las leyes. del sistema que le ha reemplazado. Y sin recordar que las leyes no pueden tener valor retroactivo. ?Se coloc¨® el partido comunista a s¨ª mismo por encima del Estado? No cabe duda. Pero hay docenas de rep¨²blicas democr¨¢ticas en el mundo, incluso hoy, Incluyendo a Europa, en las que los partidos gobernantes deciden qui¨¦n ha de ser primer ministro y la pol¨ªtica que debe adoptar. ?Las juzgaremos?
Hice todo lo que pude para incorporar a Rusia a la sociedad civilizada y de nuevo veo a Rusia intentando seguir a su manera, ignorando las reglas de ese mundo. Una de las razones por las que me han quitado el pasaporte es porque quieren convencer a la gente de que quiero escapar, abandonar mi pa¨ªs. Pero no podr¨¢n, porque nunca lo har¨¦.
fue el ¨²ltimo presidente de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.Copyright La Stampa, 1992.
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