Michael Douglas
est¨¢ a punto de superar el esc¨¢ndalo de su ¨²ltima pel¨ªcula, Instinto b¨¢sico, en su vida privada. Al parecer, hace unos d¨ªas, su esposa, Diandra, le encontr¨® en la cama con otra mujer, pero en lugar de cometer un crimen pasional como los del cine o darle puerta como suele suceder en la vida real, le envi¨® a una cl¨ªnica para adictos al sexo. El problema est¨¢ en que no todo el mundo cree en la existencia del sexoholismo. Mientras que para algunos expertos se trata de una enfermedad reconocida, otros la califican de patolog¨ªa de Hollywood, es decir, un pretexto para encubrir y justificar juergas ad¨²lteras. Sea como fuere, la broma le est¨¢ costando a Douglas 85.000 pesetas diarias, el precio de la habitaci¨®n, que, seg¨²n los rumores, comparte en la cl¨ªnica Sierra Tucson de Arizona. El hecho de que el actor no haya desmentido esa informaci¨®n, aparecida en los tabloides norteamericanos, refuerza su credibilidad. "Un adicto al sexo no es simplemente alguien interesado en mujeres, sexo o prostitutas", asegura Brian Wells, un psiquiatra brit¨¢nico que pasa su a?o sab¨¢tico en el. Sierra Tucson. "Se trata de alguien que est¨¢ arruinando su vida como consecuencia de su comportamiento sexual' , a?ade. Los m¨¢s esc¨¦pticos temen que, m¨¢s que arruinar su vida, Douglas est¨¦ preparando el camino para su pr¨®xima pel¨ªcula er¨®tica.
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