La cervecer¨ªa
La plaza de Santa Ana fue uno de los mejores regalos que el incomprendido rey Jos¨¦ Bonaparte hizo al pueblo de Madrid. A costa de derribar conventos, el espurio monarca abri¨® plazas y plazuelas donde se prodigaron las tabernas que hicieron justicia a sus alias de Pepe Botella. La Cervecer¨ªa Alemana, que desde 1904 ocupa uno de los ¨¢ngulos de la plaza, fue fundada por un grupo de hombres de negocios germ¨¢nicos y nost¨¢lgicos que reprodujeron en su interior el ambiente de una cervecer¨ªa b¨¢vara, presidida por una gran chimenea de estilo prusiano, que desapareci¨® en los a?os de la guerra. Por entonces, la cervecer¨ªa, abandonada por sus fundadores, se hab¨ªa convertido ya en un establecimiento castizo imprescindible de la historia de Madrid, de esa historia que no suele aparecer en los libros de historia.La Cervecer¨ªa Alemana es obra y gracia de Ram¨®n Gonz¨¢lez Pel¨¢ez, tabernero de origen asturiano que escap¨® a Madrid siendo un ni?o para no entrar en el seminario y acab¨® profesando como prior laico de una liberal cofrad¨ªa que cont¨® entre sus miembros con una ub¨¦rrima n¨®mina de ilustr¨ªsimos popes de la tauromaquia, el front¨®n, las artes, las letras y la pol¨ªtica.
Su hijo Ram¨®n sigue siendo fiel guardi¨¢n de las esencias de la casa y cronista entusiasta y documentado de la hist¨®rica cervecer¨ªa. Con un fino y una tapita de jam¨®n, Ram¨®n subraya la tradici¨®n liberal, taurina y democr¨¢tica de la Alemana, donde compart¨ªan espacio tertulias mon¨¢rquica! y republicanas sin perder las formas.
Quiz¨¢ el m¨¢s pendenciero de sus parroquianos fuese don Ram¨®n Mar¨ªa del Valle-Incl¨¢n que no permit¨ªa que nadie interrumpiese sus partidas de mus. A una de esas partidas fue a buscarle y a desafiarle a duelo un escritor de apellido Zozaya, y don Ram¨®n lanz¨® sus certeros venablos sin soltar el naipe "?Zozaya? ?El de los ojos saltones? Que me toque los cojon¨¦s y se vaya".
Aza?a y Teller¨ªa
Ram¨®n y Cajal le¨ªa en una de estos veladores de m¨¢rmol los tebeos que compraba en un quiosco pr¨®ximo, y el maestro Teller¨ªa compuso Mi jaca, y quiz¨¢ el Cara al sol, en una mesa del fondo. Parroquianos de la casa eran, entre otros, Aza?a y Benavente, y el eximio noct¨¢mbulo y extravagante dictador jerezano Primo de Rivera, cuya sombra persigue a este cronista tabernario por las mejores tascas de la Villa.
"En esa mesa se sentaba Hemingway", se?ala el heredero de tan ilustre prosapia, y ambos estamos de acuerdo en que necesitar¨ªamos un par de libros y no un par de folios para contar la historia del establecimiento fundado por Ram¨®n Gonz¨¢lez Pel¨¢ez, protector y amigo de Cagancho, de Rafael El Gallo, de Diego Puerta y de los Dominguines, aficionado al juego de pelota y a proclamar a ambos lados del mostrador sus opiniones pol¨ªticas.?
La tradici¨®n liberal sufri¨® un breve quiebro en los a?os sesenta, cuando la polic¨ªa fue alertada de que en la cervecer¨ªa se reun¨ªan extranjeros de aspecto sospechoso, largas melenas y astrosos vaqueros. Por fin cerr¨® la Alemana, so pretexto de unas obras, 30 d¨ªas, al cabo de los cuales abri¨® con un cartel infamante y pol¨ªgloto en sus puertas que prohib¨ªa la entrada de beatniks, hippies y similares. Un jeep de la polic¨ªa avisaba de que las cosas iban en serio.
La cervecer¨ªa sigue siendo refugio liberal, bullicioso y bien provisto de tapas y espirituosos, un establecimiento ennoblecido, que no envejecido, al paso de los a?os, en ese campo de batalla irredento que es la plaza de Santa Ana.
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