?Subsidiari... qu¨¦?
Un viejo concepto tomista hace furor en la pol¨ªtica europea tras el derrumbe del comunismo, y la crisis de las ideolog¨ªas
La construcci¨®n de la Comunidad Europea (CE) parece polarizarse en palabras fetiche. Ahora es el turno de Maastricht y de la subsidiariedad. El nombre de la ciudad holandesa, al pie de cuyas murallas muri¨® el mosquetero D'Artagnan, se ha convertido en todo un s¨ªmbolo de las ambiciones y dificultades de la Comunidad. El enrevesado concepto de subsidiarledad ha alcanzado la categor¨ªa de herramienta multiuso, empleada por los conservadores brit¨¢nicos para cortar las alas a la Comisi¨®n Europea y esgrimido por los europe¨ªstas m¨¢s federalistas para exigir m¨¢s Europa. Esta extra?a palabra surgida del lenguaje filos¨®fico-teol¨®gico estar¨¢ as¨ª hoy, viernes, en el centro de las discusiones que mantendr¨¢n los jefes de Estado y de Gobierno comunitarios en Birmingham.
Al decir de los expertos, hay que remontarse hasta santo Tom¨¢s de Aquino para hallar los or¨ªgenes de la palabreja. Pero la verdad es que los espa?oles que estudiaron, el bachillerato en los a?os sesenta conocen el concepto gracias a los libros de texto de educaci¨®n del esp¨ªritu nacional, donde se ofrec¨ªa un c¨®ctel extravagante de falangismo y doctrina social de la Iglesia. La subsidiariedad era un principio doctrinal t¨ªpico de las terceras v¨ªas, que justificaba el intervencionismo del Estado frente al liberalismo puro y que defend¨ªa la iniciativa privada ante los socialismos. Los poderes p¨²blicos ten¨ªan derecho a intervenir de forma subsidiaria, es decir, siempre que la iniciativa privada no alcanzaba a obtener los objetivos que se propon¨ªa.Hasta el Tratado de Maastricht, el concepto de subsidiariedad hab¨ªa sido esgrimido en numerosas ocasiones dentro de la CE. A su origen socialcristiano se hab¨ªa a?adido un significado de clara, ra¨ªz federalista: los poderes p¨²blicos deben intervenir s¨®lo donde la sociedad no es capaz de resolver los problemas, y deben hacerlo en los niveles m¨¢s pr¨®ximos posibles a los ciudadanos. El Estado federal se convierte as¨ª en una agregaci¨®n democr¨¢tica de poderes emanados de la sociedad, que s¨®lo se hacen complejos y se distancian en la medida en que es necesario para resolver los problemas.
Pero Maastriclit hizo algo m¨¢s que reproducir una idea que hab¨ªa inspirado la actividad de los federalistas europeos: la convirti¨® en texto legal y. en inspiradora, por tanto, de futuros comportamientos jur¨ªdicos. En el apartado B del art¨ªculo 3 se dice: "En los ¨¢mbitos que no sean de su competencia exclusiva, la Comunidad intervendr¨¢ conforme al principio de subsidiariedad, s¨®lo en la medida en que los objetivos de la acci¨®n pretendida no puedan ser alcanzados de manera suficiente por los Estados miembros y, por consiguiente, puedan lograrse mejor, debido a la dimensi¨®n o a los efectos de la acci¨®n comunitaria, a nivel comunitario".
Desde el d¨ªa 7 de febrero, en que los Doce firmaron el Tratado de Uni¨®n Europea y empezaron el proceso de ratificaci¨®n, subsidiariedad es la palabra que est¨¢ en la boca de todos. Sirve para un barrido y para un fregado, ciertamente, pero lo m¨¢s importante es que, en caso de que Maastricht sea ratificado, el Tribunal Europeo, con sede en Luxemburgo, deber¨¢ revisar el valor jur¨ªdico de las decisiones que sean sometidas a su examen desde el punto de vista de la subsidiariedad. La palabra camale¨®n ha dejado de ser un concepto filos¨®fico y se ha convertido en una "nueva regla de base jur¨ªdicamente obligatoria", al decir de la presidencia portuguesa de la Comunidad Europea al recoger las conclusiones de la cumbre comunitaria de Lisboa, en junio de 1992.
Pero no hemos llegado todav¨ªa a este punto. Ahora, subsidiariedad es el nombre que adopta el intento de rebajar el Tratado de Maastricht para hacerlo digerible a los daneses reticentes y a los conservadores brit¨¢nicos eur¨®fobos. De ah¨ª que en torno a la interpretaci¨®n del concepto se polaricen los partidarios de una Europa federal y los partidarios de una zona de libre comercio.
Cien interpretaciones para una extra?a palabra
La definici¨®n de una palabra puede convertirse en un combate pol¨ªtico e hist¨®rico. Esto es lo que est¨¢ sucediendo con subsidiariedad. Quienes consigan imponer su definici¨®n del concepto ser¨¢n los vencedores de la batalla en que est¨¢n empe?ados los Doce.Seg¨²n el Gobierno alem¨¢n, significa "que en la Uni¨®n Europea las decisiones se tomen lo m¨¢s cerca posible de los ciudadanos y que la identidad nacional de los Estados miembros y de sus sistemas de gobierno sean preservados".
Para los socialistas europeos, significa "que las decisiones se tomen donde sea m¨¢s efectivo y m¨¢s democr¨¢tico".
Los tres Gobiernos del Benelux han declarado que. "se refiere a un estado de esp¨ªritu hecho de moderaci¨®n en el ejercicio de los poderes y de confianza reciproca en la elaboraci¨®n y ejecuci¨®n de las decisiones y de la legislaci¨®n comunitarias".
El ex presidente de la Rep¨²blica Francesa Val¨¦ry Giscard d'Estaing, que fue ponente en 1990 de una resoluci¨®n del Parlamento Europeo sobre el principio de subsidiariedad, considera que debe procederse a una traducci¨®n pr¨¢ctica y contundente: que un grupo de expertos delimiten una lista de competencias de la CE y una lista de competencias de los Estados.
Jacques Delors y sus colaboradores dan una definici¨®n de puros federalistas: "Un Estado o una federaci¨®n de Estados dispone ¨²nicamente de las competencias que las familias, las empresas y las colectividades locales o regionales no pueden ejercer aisladamente sin perjudicar el inter¨¦s general".
Los brit¨¢nicos, en cambio, lo han convertido en un concepto formal, ¨²til como procedimiento de guillotina pira las decisiones de la Comisi¨®n. La propuesta que- consiguieron arrancar inicialmente del Coreper (Comit¨¦ de Representantes Permanentes) implicaba que una mayor¨ªa simple de los Doce -siete, por tanto- pod¨ªan cortar cualquier iniciativa invocando el principio.
El Gobierno espa?ol es el que de forma m¨¢s contundente ha declarado que el principio de subsidiariedad no puede ser utilizado para romper el equilibrio entre las instituciones que conforman la Comunidad Europea, ni limitar el poder de iniciativa de la Comisi¨®n Europea.
El ministro de. Exteriores, Javier Solana, fue el boicoteador de la propuesta brit¨¢nica, que quer¨ªa convertir la prueba de subsidiariedad en una cuesti¨®n de procedimiento. "Habr¨ªa significado la politizaci¨®n del Tribunal Europeo y la judicializaci¨®n de la Comunidad", indicaron expertos jur¨ªdicos, que se remitieron a la experiencia espa?ola con el Tribunal Constitucional.
El primer ministro irland¨¦s, Albert Reynolds, se ha sumado a esta posici¨®n y ha indicado que se opondr¨¢ a que "la Comisi¨®n se vea obligada a consultar a los Estados miembros antes de tomar una proposici¨®n". La Comisi¨®n tiene, precisamente, como poder b¨¢sico el de iniciativa legislativa.
La intervenci¨®n en este complejo debate no se limita a los Gobiernos y organizaciones pol¨ªticas. La patronal europea Uni¨®n de Confederaciones, de Industria de Europa (Unice) ha difundido un llamamiento a los Doce, en el que, adem¨¢s de pedir "signos claros" para restablecer la confianza e indicar que "no hay alternativa a la ratificaci¨®n del Tratado", tambi¨¦n se considera sujeto del principio de la subsidiariedad: la CE deber¨ªa consultar a los empresarios antes de tomar decisiones.
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