El Nobel vuelve a clase
Los alumnos de Derek Walcott celebran en Boston con el poeta la concesi¨®n del premio
Cuando todav¨ªa el remolino de la concesi¨®n del Premio Nobel de Literatura sacud¨ªa la Universidad de Boston (BU), el laureado, Derek Walcott, desapareci¨® silenciosamente. El martes y 13, tras el largo "f¨ªn de semana de Col¨®n", el profesor volvi¨® al campus como si nada hubiera pasado "?D¨®nde est¨¢, d¨®nde est¨¢?", acechaban alborozadas dos alumnas, vestidas como de gala y con un enorme ramo de flores. En ese momento, Derek Walcott, con traje de lino y zapatillas deportivas, fumaba de espaldas al ventanal de su despacho, que da a una de las calles m¨¢s tranquilas y arboladas de la universidad. La editorial Anagrama publicar¨¢ Omeros, la obra m¨¢s importante de Walcott.
Los estudiantes volvieron con el ego m¨¢s subido que de costumbre: "Ya tenemos dos premios Nobel en BU". Elie Wiesel, profesor de Humanidades, premio Nobel de la Paz en 1986 .. Ahora, Derek Walcott, profesor de Poes¨ªa y Teatro, premio Nobel de Literatura. El rector de la Universidad de Boston, John R. Silber, est¨¢ entusiasmado. "Walcott proporciona un gran honor a BU y a la humanidad", ha dicho de este escritor criollo adoptado por Estados Unidos. Honor y prestigio es lo que invariablemente responden cuantos estudiantes o profesores son preguntados por el Nobel. ?Y el propio galardonado? "Ser¨ªa est¨²pido pensar que eres el mejor escritor s¨®lo por que te han dado el Premio Nobel. Lo que el premio reconoce es el valor de una cultura, de unas experiencias particulares", dice Walcott, que le da tan poca importancia al acontecimiento que sus alumnos dudan en mencionar o no el premio, no sea que le molesten. Por fin, alguien se atreve: "?Qu¨¦ va a hacer con el mill¨®n y pico de d¨®lares? ?Es verdad que va a montar un teatro en Santa Luc¨ªa o en Trinidad?". "Bueno, ahora tengo un mill¨®n menos 80 d¨®lares. Tendr¨¦ que tener cuidado con mis gastos", suelta Walcott, tras ofrecer la generosa propina de 8.000 pesetas en los postres de una cena a la que ha invitado a sus alumnos para digerir las emociones. En el fin de semana pospremio, Walcott pudo estar m¨¢s o menos lejos del mundanal ruido. Hubo un par¨¦ntesis de fiesta privada con el peque?o grupo de alumnos y profesores de su departamento, pero para el resto Walcott estaba tan desconectado como su tel¨¦fono.
"?Tengo algo de correo?", pregunt¨® el Nobel nada m¨¢s llegar al departamento de creaci¨®n literaria, donde ense?a poes¨ªa y teatro. Y B¨¢rbara, su secretaria, toda amable, con la ayuda de una persona contra tada a toda prisa, le pas¨® una caja llena a rebosar de papeles con todo tipo de mensajes.
Fotocopiadora nueva
"Est¨¢ bien que el mundo haya descubierto a Walcott justamente cuando se celebra el Descubrimiento de Am¨¦rica por Col¨®n", comentaba Leslie Epstein, el director de creaci¨®n literaria de BU. "Ahora nos dar¨¢n m¨¢s dinero y podremos comprar una fotocopiadora nueva"" bromeaba. Pero Walcott, que contagia a todos con su constante tono ir¨®nico, no estaba muy contento con las referencias colombinas, y menos con la controversia h¨¦roe-villano en torno al descubridor.
"No es justo demoler la figura de Col¨®n, lo que hay que examinar es la idea del imperialismo, los efectos de la explotaci¨®n. ?C¨®mo podemos pretender que lo que hizo Col¨®n no tiene valor? Lo que quiz¨¢s es err¨®neo es celebrar el descubrimiento, lo fue para Europa, pero no para los nativos de Am¨¦rica. Es como si viene alguien a mi despacho y me descubre. Pues no, yo ya estaba aqu¨ª".
Walcott no habla castellano, pero es lector habitual de libros en espa?ol y en portugu¨¦s. "Caribe, Latinoam¨¦rica..., nuestra cultura es similar; nuestras experiencias, id¨¦nticas".
El escritor, de 62 a?os, piel canela, descendiente de esclavos, est¨¢ pensando despejar malentendidos y leyendas sobre su Caribe natal en el discurso de aceptaci¨®n de su Premio Nobel. "Va a ser una buena plataforma", dice con su voz grave y achicando unos ojos claros y pillos, escudados tras las gafas que resbalan sobre su nariz.
En BrookIine, un barrio Poblado en su mayor¨ªa por jud¨ªos, vive Walcott solo, divorciado de su tercera esposa. El tel¨¦fono no para de sonar, y ¨¦l, con paciencia a prueba de bomba, interrumpe una y mil veces su martilleo en la vieja m¨¢quina de escribir. "No soporto los ordenadores", confiesa, y resopla: "Tengo que corregir las pruebas de mi nuevo libro, finalizar dos obras de teatro, viajes pendientes, y el discurso, ?45 minutos! Hay mucho que escribir para todo ese tiempo".
Poeta y pintor desde hace 10 a?os, su creatividad vive a caballo entre el calor familiar de su isla de Santa Luc¨ªa (de la que a¨²n conserva la nacionalidad) y el implacable fr¨ªo de Boston. Aqu¨ª viven y estudian sus dos hijas, una de ellas -escritora- reci¨¦n casada, y su hijo, m¨¢s inclinado por la pintura.
Aunque afirma no haber sentido "personalmente" los efectos de la discriminaci¨®n, Walcott ha observado en Estados Unidos "actitudes intolerantes". "Las distintas razas y culturas pueden convivir. El problema es que los gobernantes fomentan las diferencias".
En ocho a?os de ense?anza, Walcott ha cimentado un estilo muy especial, ¨ªntimo en el tono y abierto en las ideas y los contenidos. Un estilo cotizad¨ªsimo por los estudiantes ya antes de la concesi¨®n del Nobel. "Nos imagin¨¢bamos que tarde o temprano se lo iban a dar", dice Erin, una de sus alumnas de poes¨ªa. "Walcott nos ense?a universalismo, riqueza cultural. Aprendemos literatura del mundo", dice Beverly, que prepara su doctorado y ha seguido las clases de Walcott desde hace dos a?os y medio."Es un profesor muy accesible, siempre que necesitas ayuda, ah¨ª est¨¢ ¨¦l. Es un artista que comparte su arte contigo".
"Los poetas est¨¢n para ser memorizados"
Sentado en un sof¨¢, rodeado de sus 10 alumnos -hombres y mujeres a la par-, m¨¢s parece celebrar una tertulia de amigos ¨ªntimos que dar una clase a un grupo de desconocidos. Como se?alan los vivos poetas de su club, Walcott no es un profesor normal y corriente. Gesticulando con sus manos nervudas, el Nobel disecciona poemas con la habilidad de un cirujano y provoca a sus alumnos-compa?eros "Estamos hablando de las herramientas, de las palabras, no de las ideas", responde a quien se sale de contexto. "No te preocupes, John Cleese (Monty Python) no lo har¨ªa mejor", dice a un alumno que tartamudea al recitar. Y a rengl¨®n seguido pide a todos, uno por uno, que de clamen el poema que m¨¢s les guste de Har Crane, protagonista invisible de la clase. T¨ªmidas respuestas: "No puedo", "no lo ten¨ªa previsto". Walcott: "?C¨®mo, ni un verso! ?C¨®mo no puedes recordar algo que te deja huella? Los poetas est¨¢n para ser memorizados. Y no se trata de soltar palabras de carrerilla, es cuesti¨®n de o¨ªdo, de sentir el ritmo, de vivir la m¨²sica"
El reto incluye tambi¨¦n a la periodista, nueva en el aula. "?Sabes algo de Lorca?". Y mientras rebusco en la memoria, Walcott ya est¨¢ poniendo deberes: "El lunes vamos a trabajar con Lorca. Ele, o, erre, ce, a. S¨ª, s¨ª, est¨¢ traducido al ingl¨¦s". "?Descubrir¨¢n la m¨²sica de sus poernas?", le pregunto a Walcott. "SI la tiene en espa?ol, la tendr¨¢ en cualquier idioma". Palabra de Nobel.
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