De la ilusi¨®n al cansancio
Cuando el director de EL PA?S me sugiri¨® que hiciera yo la entrevista (v¨¦ase El Pa¨ªs Domingo de hoy) que el presidente del Gobierno hab¨ªa concedido al diario con motivo de los 10 a?os de su mandato, me vino enseguida a la memoria un peque?o experimento intentado tiempo atr¨¢s con Garc¨ªa M¨¢rquez para un libro sobre el Nobel. Se trataba, como se trata hoy, de evitar todo protagonismo del entrevistador d¨¢ndole al interrogado la exclusividad de la palabra y construyendo as¨ª un peque?o entrem¨¦s de un solo personaje. Pens¨¦ que el truco era excepcionalmente apropiado en el caso de Felipe Gonz¨¢lez. Los aspectos teatrales del poder, y el car¨¢cter de representaci¨®n que adquieren com¨²nmente sus actos, quedar¨ªan subsumidos en esa conversaci¨®n convertida en mon¨®logo. Y ¨¦ste, adem¨¢s, tendr¨ªa oportunidad de acercarse, por momentos, al que se hilvana en el div¨¢n del psicoanalista o en la soledad de la meditaci¨®n.Naturalmente, una cosa as¨ª exige siempre la colaboraci¨®n del entrevistado, porque el texto acaba siendo una fusi¨®n inevitable de las preguntas o comentarios de uno y las respuestas del otro. Trat¨¢ndose adem¨¢s de un jefe de Gobierno en activo, la precisi¨®n del verbo no est¨¢ sometida tanto al brillo literario como a la intenci¨®n o la prudencia pol¨ªticas. De manera que el soliloquio salido de mi pluma ha sido revisado y corregido por el propio Gonz¨¢lez, que quiz¨¢, y pese a mis advertencias en contrario, no haya podido escapar a la tentaci¨®n de creerse ante el auditorio de un mitin y no ante una platea. Como es obvio, las breves indicaciones escenogr¨¢ficas que acompa?an a cada cuadro son de mi exclusiva responsabilidad.
En mi opini¨®n, el discurso -entre intimista y fr¨ªo- que emana de las reflexiones del presidente pone de relieve el cansancio que ¨¦ste padece despu¨¦s de dos lustros de ejercicio del poder. Cansancio que amenaza tambi¨¦n a los ciudadanos, hartos quiz¨¢, o decepcionados, con la situaci¨®n que ahora vivimos despu¨¦s de a?os de prosperidad y bonanza. Gonz¨¢lez se muestra, no obstante, dispuesto a encabezar la lista electoral de las pr¨®ximas legislativas, probablemente movido por una especie de sentido de la responsabilidad o qui¨¦n sabe si empujado por aquellos de su partido que temen un desastre personal y pol¨ªtico en caso de que el presidente se retirara del juego. Lo que resulta mucho m¨¢s dudoso es que la responsabilidad o el miedo -la afecci¨®n parece ya que es imposible- lleven a los votantes a otorgar nuevamente una mayor¨ªa absoluta al PSOE.
En una coyuntura as¨ª, la consecuencia probable, o posible, es que dentro de no muchos meses tendremos un Gobierno de coalici¨®n. Y aunque algunos puedan recordar las intracoaliciones franquistas -entre falangistas, democristianos, juanistas, etc¨¦tera, amalgamados todos en el servicio a la dictadura-, una experiencia semejante no la han vivido los espa?oles desde los d¨ªas de la guerra civil. O sea, que pr¨¢cticamente no la han vivido en absoluto la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos.
La cuesti¨®n es saber qui¨¦nes se coligar¨ªan, si llega el caso, y en este punto el fantasma acerado del catalanismo parece cernirse sobre las sombras que rodean al presidente, acuciado como no le he visto en mucho tiempo por el rechazo a los nacionalismos, salvo el espa?ol, y empe?ado, con una firmeza obsesiva, en continuar el proyecto europeo tal y como ha sido dise?ado en los meses recientes.
Cuando yo preparaba los materiales que habr¨ªan de servirnos para la entrevista, me iba haciendo una idea propia respecto a los resultados de esta d¨¦cada cuya celebraci¨®n ven enturbiada los socialistas por una de las mayores crisis econ¨®micas que recuerda el siglo y por esa situaci¨®n de agotamiento y frustraci¨®n de la ciudadan¨ªa. Y llegaba a la conclusi¨®n de que el balance global, visto en la perspectiva del tiempo y al margen la pasi¨®n, el rencor o la estupidez de algunos comentaristas, es verdaderamente brillante. Lo que para nada significa que la vida sea de color de rosa.
Los libros de historia hablar¨¢n de Felipe Gonz¨¢lez como del estadista que estabiliz¨® la democracia y resolvi¨® las tensiones con los militares apenas dos a?os despu¨¦s de una criminal intentona de golpe de Estado. Este me sigue pareciendo el mayor activo -y nada desde?able- de todo su periodo de gobernaci¨®n. El que ha determinado la durabilidad de su mandato. Ha desaparecido el miedo social a la violencia -pese a la persistencia del terrorismo- y se ha normalizado la vida pol¨ªtica. El bienestar econ¨®mico derivado de una situaci¨®n as¨ª tiene, por lo dem¨¢s, mucho que ver con el ciclo de expansi¨®n internacional de los ochenta; lo mismo que las dificultades de hoy buscan su justificaci¨®n en la debilidad de otras econom¨ªas.
Diez a?os despu¨¦s de la llegada de Felipe Gonz¨¢lez al poder, Espa?a se encuentra m¨¢s pertrechada para encarar el futuro, m¨¢s s¨®lida frente a las interrogantes internacionales y m¨¢s fortalecida en t¨¦rminos de infraestructura y equipamiento industrial. Pero los espa?oles no somos necesariamente m¨¢s felices. No se ha abordado seriamente la transformaci¨®n del poder que muchos ambicionaban. Y es ya evidente que no se ha hecho nada, o muy poco, por el fortalecimiento de la sociedad civil. En lo que respecta al Estado de las autonom¨ªas, la situaci¨®n no ha mejorado, pese al apoyo que el PNV y Converg¨¨ncia han venido prestando al Gobierno.
Pero lo que me parece m¨¢s revelador es que una parte considerable de los espa?oles que votaron al PSOE han perdido la ilusi¨®n. No es s¨®lo una cuesti¨®n de biolog¨ªa. El derrumbe de las utop¨ªas como motor de la historia ha coincidido en nuestro caso con la implantaci¨®n por el Gobierno de un pragmatismo descarnado en su gesti¨®n. El derrumbe de los mitos de la izquierda, su acomodo al disfrute del poder y el rencor desesperado de la derecha ultramontana han sumido al pa¨ªs en una perplejidad notable. La debilidad de la alternativa parlamentaria -quiz¨¢ hoy no tan endeble como desde el propio PSOE se quiere asegurar- agudiza el escepticismo de los ciudadanos. Las divisiones internas del partido socialista acumulan interrogantes, angustias y abandonos.
La tendencia demag¨®gica a presentar a nuestras autoridades como una partida de pillos, dispuestos a llevarse cuanto encuentren, es un factor decisivo de la desmoralizaci¨®n p¨²blica existente hoy. Pero eso no libera de culpas al Gobierno ni a la clase pol¨ªtica en general. Ha habido muy poco coraje y casi ninguna convicci¨®n por parte de ¨¦stos a la hora de reconocer la magnitud de la corrupci¨®n existente y de proceder al castigo de los culpables. Y ha habido igualmente mucho cinismo social al no admitir que la corrupci¨®n pol¨ªtica o administrativa han corrido parejas a la que existe en el mundo de los negocios privados.
En cualquier caso, y al margen las expresiones m¨¢s o menos sinceras de satisfacci¨®n o protesta por el saldo que arrojan estos 10 a?os, es lamentable comprobar que no han servido para fortalecer moralmente a la sociedad. Esta se ha apartado de pautas de comportamiento solidarias, dando paso a una expresi¨®n de individualismo en ocasiones salvaje -eso que llaman la cultura del pelotazo- Y es tal la desorientaci¨®n y la falta de criterios que la mueven que hemos conseguido convertir a un personaje de la ralea de Ruiz-Mateos en un h¨¦roe de opereta mientras condenamos al ostracismo a Miguel Boyer, verdadero art¨ªfice de los a?os recientes de prosperidad econ¨®mica.
Por ello es preciso preguntarse si los socialistas, y este equipo concreto que nos gobierna, tienen ahora una oferta atractiva y conservan la suficiente credibilidad como para seguirlo haciendo en el futuro. La declaraci¨®n formal que ha hecho Felipe Gonz¨¢lez respecto a su voluntad de seguir habr¨¢ servido para tranquilizar a aquellas conciencias presas del v¨¦rtigo que cualquier cambio les produce. Pero el reconocimiento del liderazgo personal de Gonz¨¢lez -el Felipe de la transici¨®n- como uno de los elementos m¨¢s s¨®lidos en el haber de su partido, y de la sociedad espa?ola, amenaza con engolfarnos en el fulanismo. Y la comprensible resistencia a aceptar que existen hombres providenciales -independientemente de la valoraci¨®n de las cualidades de cada uno- ha llevado a algunos a denunciar pulsiones franquistas de este periodo de la historia de Espa?a. La comparaci¨®n ofende a la inteligencia y a la honradez intelectual. Pero no se pueden negar las dificultades que padece la clase pol¨ªtica para el alumbramiento de nuevos dirigentes. Y mientras la situaci¨®n sea la misma, los sentimientos de frustraci¨®n y enga?o, la p¨¦rdida de horizontes, continuar¨¢n dominando el panorama de la opini¨®n p¨²blica.
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