Asegurar la paz
POR TERCERA vez, Espa?a ocupar¨¢ una de las 10 plazas no permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. ?sta era la primera ocasi¨®n en que no se produc¨ªa una asignaci¨®n consensuada de las vacantes, por lo que fue necesario concurrir a una votaci¨®n abierta de la Asamblea General (hab¨ªa tres candidatos para las dos plazas vacantes reservadas al grupo de pa¨ªses occidentales). Dice mucho en favor del prestigio internacional de Espa?a que recibiera el apoyo mayoritario en la primera vuelta.El mandato es por dos a?os (1993-1994), y durante ¨¦l debe abordarse una reforma sustancial del organismo para adecuarlo a las nuevas circunstancias pol¨ªticas del mundo (desaparici¨®n del socialismo real, redistribuci¨®n del cuadro de grandes potencias, asunci¨®n de un papel m¨¢s activo o m¨¢s agresivo en la gesti¨®n de la paz) y para potenciar su eficacia. La presencia de Espa?a en el Consejo no es, por consiguiente, un premio a una buena trayectoria internacional. Es una responsabilidad que contrae.
Sin duda, uno de los grandes temas pendientes es, precisamente, dotar a la organizaci¨®n de una funcionalidad mayor. Plantearse, incluso, la propia composici¨®n y funciones del Consejo. Replantearse, en suma, la perdurabilidad de los privilegios que se otorgaron los pa¨ªses vencedores de la II Guerra Mundial.' Pero tambi¨¦n es evidente que dotar a la entidad de mayores y m¨¢s precisas funciones exige una financiaci¨®n acorde con los objetivos. ?Tiene sentido que pa¨ªses como Jap¨®n o Alemania no se sienten permanentemente en dicho Consejo? ?O que la CE, como tal comunidad y con una aportaci¨®n presupuestaria del 30% del total, no tenga un peso espec¨ªfico similar a su potencia econ¨®mica y pol¨ªtica?
La ONU, se ha dicho muchas veces, tiene la fuerza que le prestan sus miembros. No es de recibo, por tanto, que sean sus propios miembros los que critiquen su falta de operatividad. Al contrario, la din¨¢mica de la historia exige cada vez con mayor decisi¨®n una actuaci¨®n conjunta responsable y pacificadora: * el surgimiento de nuevas guerras, el mantenimiento de situaciones angustiosas -ah¨ª est¨¢ el caso de Somalia, por ejemplo- y la permanente amenaza de conflictos en muy diversas partes del mundo lo justifican sobrada mente. Por este motivo, la raz¨®n ¨²ltima de la pertenencia de un Gobierno a alguno de los m¨¢s decisivos ¨®rganos de acci¨®n de la ONU est¨¢ en estimular a todos los miembros a que realmente sean conscientes de la fuerza que tienen, para canalizarla sin pudor hacia la consecuci¨®n de la paz.
?Podr¨¢ Espa?a cumplir con sus obligaciones si, por un excesivo cuidado en sus relaciones bilaterales, no se suma a la presi¨®n que ejerce el Consejo sobre Marruecos para que se celebre de una vez el refer¨¦ndum en el S¨¢hara? ?Es concebible que Espa?a suscriba tranquilamente la pasividad del Consejo con respecto a Yugoslavia? Y al enviar cascos azules, ?puede al tiempo desviarse la mirada de los conflictos que se debe contribuir a resolver? El Consejo de Seguridad tiene los medios y la autoridad para imponer la paz en algunas situaciones o buscarla activamente en otras. La presencia de Espa?a debe ser un est¨ªmulo para esta actividad y no una r¨¦mora.
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