Suecos
Recuerdo ahora que cuando muri¨® La Pasionaria est¨¢bamos todos en la Castellana y o¨ª, a mi lado, que un sujeto le dec¨ªa a otro: "Observa bien, porque es la ¨²ltima vez que ves a tanta clase obrera junta". Me fij¨¦ en el sujeto y no ten¨ªa cara de c¨ªnico, sino de historiador posmoderno: no s¨¦, un cruce entre intelectual org¨¢nico y guionista de Tele 5. Pas¨® el tiempo y comprobamos que, en efecto, desde todas las partes nos llegaban noticias de que el pa¨ªs se hab¨ªa convertido al fin en un pa¨ªs de clases medias, donde muy pronto los sindicatos perder¨ªan su raz¨®n de ser si no sab¨ªan reciclarse en simples gestor¨ªas.Adem¨¢s, el invierno siguiente, o el mismo, no me acuerdo, nev¨® bastante, y si observabas los rostros de la clase en ascenso cuando se dirig¨ªa a trabajar en un coche m¨¢s grande que su alma, ve¨ªas que so?aban que eran suecos. Hasta el paisaje empezaba a comportarse con la dignidad de los pa¨ªses del Norte.
El tiempo fue confirmando tales expectativas al producir en nuestra fisonom¨ªa ¨¢rabe una mutaci¨®n espectacular que elimin¨® lo m¨¢s meridional de nuestro gesto. Sab¨ªamos que el Sur exist¨ªa, aunque se trataba de un conocimiento te¨®rico adquirido en las canciones de Serrat con letra de Benedetti. Pero, mira por d¨®nde, este oto?o del 92 en que estaba previsto que se completara la metamorfosis y alcanz¨¢ramos nuestro estado perfecto, el PSOE nos ha puesto delante un espejo en forma de tebeo y hemos descubierto con horror que, m¨¢s que de clases medias, nos hemos convertido en un pa¨ªs de clases mediocres. Y, por si fuera poco, la clase obrera ha vuelto a salir por todas las rendijas del Estado de bienestar invadiendo la misma Castellana por la que se march¨® Dolores Ib¨¢rruri.
Si esto sigue as¨ª, no me extra?ar¨ªa nada que volvieran los rojos, como en Lituania.
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