El camarote de ?lvarez del Manzano
La pretensi¨®n de enterrar los coches, que sirvi¨® de gancho electoral para el actual alcalde de Madrid, se ha traducido en la pol¨¦mica construcci¨®n de aparcamientos y t¨²neles subterr¨¢neos. El autor ironiza sobre los fundamentos te¨®ricos y las consecuencias pr¨¢cticas de dicha pol¨ªtica acudiendo a un s¨ªmil cinematogr¨¢fico.
Para justificar su pol¨ªtica de construcci¨®n de pasos y aparcamientos subterr¨¢neos, el alcalde de Madrid, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, ha llegado a echar mano de los escritos del urbanista marxista Henri Lefebvre, malinterpretando su teor¨ªa de la producci¨®n del espacio.As¨ª, en un art¨ªculo de la revista Alfoz (n¨²mero 61, 1989) citaba sesgada e injustificadamente el libro La revoluci¨®n urbana, del pensador franc¨¦s ya fallecido, para rechazar el argumento de que la ciudad consolidada tiene una capacidad f¨ªsica limitada para acoger la circulaci¨®n y el aparcamiento de autom¨®viles.
Seg¨²n la teor¨ªa de nuestro primer edil, si la superficie est¨¢ saturada no hay reparo en producir espacio para el autom¨®vil debajo de la misma, construyendo aparcamientos y pasos subterr¨¢neos.
En realidad, esta teor¨ªa se fundamenta en un marxismo m¨¢s accesible, el de Groucho y sus hermanos. La famosa escena cinematogr¨¢fica en la que una interminable secuencia de personajes entran en un camarote sirve de met¨¢fora de lo que se pretende en nuestra ciudad.
Las personas que abarrotan r¨¢pidamente el camarote, que llaman a su puerta con los m¨¢s variados motivos y que se interfieren y tropiezan entre s¨ª, son sustituidas en nuestro caso por autom¨®viles. Al margen de ese cambio de sujeto, la diferencia esencial entre ambas im¨¢genes es que la comedia de los Marx se trueca aqu¨ª en una farsa. El absurdo sintetiza la pretensi¨®n c¨®mica de la pel¨ªcula y tambi¨¦n los resultados dram¨¢ticos y perversos de la acci¨®n municipal.
Enterrar los cohes, el atractivo lema de ?lvarez del Manzano se va revelando proyecto a proyecto, actuaci¨®n a actuaci¨®n, como una gran farsa bajo la que asoma el objetivo de favorecer limitada e indiscriminadamente el uso del autom¨®vil en la ciudad. Se entierran algunos coches no para que dejen espacio al peat¨®n o para recuperar la habitabilidad de nuestras calles, sino con la pretensi¨®n de que quepan m¨¢s y circulen m¨¢s, aunque sea a costa de arrinconar cualquier otra funci¨®n urbana.
La farsa de este director municipal se rige por tres grandes criterios de puesta en escena que remedan y van m¨¢s all¨¢ que los que emplearon los Marx.
El primer criterio es que el camarote deje de ser preferentemente de quien all¨ª reside y se haga atractivo a todos los pasajeros del barco. Las preferencias en el uso del espacio escaso que se concedieron a los residentes se quiebran y todos los autom¨®viles tienen los mismos derechos para acercarse y estacionarse en cualquier punto de la ciudad.
La muerte de la ORA
Para ello se deja morir definitiva mente la Operaci¨®n de Regulaci¨®n del Aparcamiento. La ORA ya no cumple un papel disuasorio y ha dejado de beneficiar a los residentes, que dudan de pagar con sus tarjetas un sistema que ya no les proporciona ninguna ventaja comparativa.
Bajo el mismo criterio se han puesto del rev¨¦s los principios que reg¨ªan el Programa de Aparcamientos de Residentes. Pensa do inicialmente para resolver con un coste m¨ªnimo la escasez de espacio de aparcamiento que sufr¨ªan los residentes, para animarles a dejar su autom¨®vil bien aparcado en su propio barrio y tambi¨¦n, para recuperar para el uso peatonal la superficie que ¨¦stos ocupaban, es ahora un programa de atracci¨®n de veh¨ªculos de no residentes. Hasta un 50% de las plazas de las nuevas concesiones pueden llegar a ser de rotaci¨®n o uso p¨²blico general atrayendo m¨¢s veh¨ªculos hacia el barrio.
Tampoco se ha cumplido el principio de recuperaci¨®n del espacio que dejan libre los auto m¨®viles que se entierran. Los peatones han perdido la oportunidad de que se ampl¨ªen las aceras y se protejan las esquinas, de que se arbolen las calles y se creen espacios de estancia y juego. Los vencedores de la batalla han sido precisamente los auto m¨®viles no deseados.
La perversi¨®n de los principios ha alcanzado incluso al propio car¨¢cter de los aparcamientos ya construidos. Una buen parte de las plazas ha sido vendida o alquilada fraudulentamente a automovilistas ajenos al barrio, que, con la garant¨ªa del aparcamiento, no dudan en su marse a la procesi¨®n que congestiona las calles. La inspecci¨®n del Ayuntamiento y la persecuci¨®n de ese fraude contra la ciudad brillan por su ausencia. No interesan.
Y para que ning¨²n principio quede en pie, las nuevas concesiones de aparcamientos han dejado de atenerse al criterio del m¨ªnimo coste para los compradores de las plazas. Por un lado, las concesiones que saca a concurso la Concejal¨ªa de Circulaci¨®n desde el pasado mes de mayo recaudan un nuevo impuesto que incrementa el precio de cada plaza entre 500.000 y 750.000 pesetas. Y, por otro, las concesiones que otorga la Con cejal¨ªa de Obras se vinculan a la construcci¨®n de pasos subterr¨¢neos: los residentes financian las obras con un sobrecoste de la plazas de aparcamiento.
Por poner un ejemplo, el paso subterr¨¢neo entre Alfonso XIII y Coraz¨®n de Mar¨ªa se pretende financiar gracias a las aportaciones de los vecinos que compren una plaza en un nuevo aparcamiento a construir en esa ¨²ltima calle. Es razonable pensar que el coste de cada plaza se incrementar¨¢ en m¨¢s de 600.000 pesetas cantidad similar a la que corresponder¨ªa a la mencionada tasa municipal de nueva imposici¨®n.
El segundo criterio que rige la puesta en escena de este camarote de ?lvarez del Manzano es que los personajes se pueden comportar rompiendo las reglas establecidas. Harpo subi¨¦ndose por encima de las camas y en la chepa de camareros, condes y damas, ha sido superado por la realidad del tr¨¢fico de nuestra ciudad. El todo vale de los Marx parece un juego de ni?os comparado con el todo vale del uso y abuso del autom¨®vil en Madrid.
"Ocupe lo que pueda"
Los autom¨®viles aplastando las aceras, ocupando los pasos de cebra y las esquinas, impidiendo el funcionamiento de los carrilesbus y, con ellos, el servicio de autobuses, componen la imagen de ciudad dura, inhospitalaria e insolidaria -frente a los que caminan o los que tienen dificultades para hacerlo por edad o condici¨®n f¨ªsica- que hoy caracteriza a Madrid.
Los m¨¦todos disciplinarios pensados para mantener a raya la invasi¨®n automovilista se han diluido en la ley de "ocupe usted lo que pueda". Buen s¨ªntoma de ello es el descenso en el n¨²mero de autom¨®viles que retira proporcionalmente el servicio de gr¨²a. Si en 1988 la media de retiradas por cada gr¨²a era de siete coches diarios; en la actualidad s¨®lo son dos los que recogen cada d¨ªa, a pesar de que la invasi¨®n se ha acrecentado.
M¨¢s sangrante, en todos los sentidos de la palabra, es el hecho de que tampoco se controla la velocidad de circulaci¨®n. Si ni siquiera se vigilaba la limitaci¨®n de 60 kil¨®metros por hora en zona urbana, ?qu¨¦ actor va a creerse que ahora tiene que respetar los 50 kil¨®metros por hora como m¨¢ximo? Los automovilistas perciben que la nueva regla tambi¨¦n es para quebrantarla y sospechan que al director de la pel¨ªcula le agrada m¨¢s que circulen a la velocidad que la congesti¨®n les permita en cada momento, aunque sea por encima de los l¨ªmites legales y a costa de la seguridad de los usuarios de la calle.
Y si a la vista del p¨²blico se permiten todo tipo de transgresiones contra el bienestar social y ambiental, nada bueno cabe esperar del cumplimiento de las reglas bajo la superficie. Ya hemos se?alado c¨®mo las normas que regulan los aparcamientos subterr¨¢neos de residentes son toreadas ante la vista gorda del Ayuntamiento. Pero hay otras ocasiones en que es el propio gobierno municipal el que realiza una labor soterrada contra las normas establecidas para ajustarlas a los nuevos criterios de uso del camarote.
As¨ª ocurre con las sucesivas modificaciones del Plan General de Madrid, que permiten que edificios como las Torres KIO o la sede de IBM superen el n¨²mero legal de plazas de aparcamiento y se conviertan en focos de intensa atracci¨®n de tr¨¢fico.
El ¨²ltimo de los criterios que constituyen el estilo de esta puesta en escena municipal es el de la modificaci¨®n del decorado y de la propia estructura arquitect¨®nica y urban¨ªstica sobre la que se desarrolla. A los Marx no se les ocurri¨® hacer pasadizos para llegar al propio camarote, excavar literas subterr¨¢neas ocupando las cubiertas inferiores o abrir nuevas puertas por las que colar a nuevos intrusos, pero en este camarote de ?lvarez del Manzano las novedades de ese estilo no faltan.
De "pasadizos para entrar sin llamar" cabe calificar los pasos subterr¨¢neos construidos o proyectados en Cristo Rey, plaza de Castilla, San Vicente o Conde de Casals. Todos contribuyen, o contribuir¨¢n, a que un mayor n¨²mero de autom¨®viles penetre en el centro de la ciudad incrementando los problemas de inhabitabilidad que padecemos. Los datos arrojados por el paso subterr¨¢neo de Cristo Rey son bastante elocuentes al respecto. La apertura del t¨²nel supuso un aumento de 16.000 veh¨ªculos diarios sobre los 26.500 que antes circulaban en el eje Cea Berm¨²dez-Jos¨¦ Abascal. Un 60% m¨¢s de autom¨®viles se han visto atra¨ªdos por este t¨²nel pensado para "enterrar coches".
Ilusi¨®n de movimiento
Por si fuera poco, ese aumento del atractivo para las relaciones centro-periferia, en el interior del camarote tambi¨¦n se quieren construir pasadizos: Rep¨²blica Dominicana, Alfonso XIII, Serrano, plaza de Oriente, o los 25 que se pretenden llevar a cabo s¨®lo en el distrito de Chamber¨ª. Desgraciadamente, la puesta en escena manzaniana no es capaz de escamotear a estos actores: tras unos instantes enterrados, los autom¨®viles aparecen en el siguiente metro cuadrado del camarote, en el siguiente sem¨¢foro, creando una ilusi¨®n de movimiento que hace, eso s¨ª, que los barrios afectados reciban una superior riada de coches.
Frente a esta escenograf¨ªa que nos gobierna, y en desagravio de Henri Lefebvre, cabe recordar un p¨¢rrafo de su obra El derecho a la ciudad. "Este urbanismo tecnocr¨¢tico y sistematizado, con sus mitos y su ideolog¨ªa (a saber, la primariedad de la t¨¦cnica), no dudar¨ªa en arrasar lo que queda de la ciudad para dejar sitio a los autom¨®viles".
No se trata, por tanto, de un conflicto de valores arqueol¨®gicos o monumentales -aunque en lugares como la plaza de Oriente pueda tambi¨¦n ser importante-, sino de un conflicto entre valores mercantiles y valores sociales y ambientales en la manera de hacer ciudad.
S¨®lo un rechazo cultural de la ciudad arrasada por el auto, que se traduzca en un rechazo de pol¨ªticas como las de aparcamientos y t¨²neles subterr¨¢neos que conducen a ella, impedir¨¢ el ¨¦xito en taquilla -en las encuestas y actitudes de la opini¨®n p¨²blica- de puestas en escena como la que aqu¨ª se critica.
es ge¨®grafo especializado en tr¨¢fico y transportes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.