El Trabzonspor no fue esta vez una delicia turca
El Trabzonspor no fue en esta nueva oportunidad ninguna delicia turca para el Atl¨¦tico Su firme voluntad de no caer ridiculizado le impuls¨® tanto a presionar con una constancia digna como a recurrir a una in digna dureza cuando lo consider¨® imprescindible. As¨ª, Lemi por se?alar, realiz¨® a costa de Futre todo un ejercicio de acoso y derribo. Pero, en definitiva, los silbidos con que fueron despedidos por su m¨ªnimo p¨²blico tambi¨¦n denunciaron las deficiencias y limitaciones de los jugadores rojiblancos. No en vano siempre se antoja significativo que un equipo sea incapaz de imponerse a otro actuando en su campo y con superioridad num¨¦rica durante 42 minutos.El Atl¨¦tico apenas sobrevivi¨® gracias a sus rentas. Tal y como deambul¨® anoche, la inversi¨®n de los dos goles de Futre y Moya de dos semanas atr¨¢s result¨® mucho m¨¢s positiva de lo que se preve¨ªa que resultase. Nunca, en efecto, demostr¨® dominio alguno sobre su aguerrido adversario, cuyos tacos chirriaban en sus o¨ªdos y que, por a?adidura, se vio favorecido por la tempranera lesi¨®n de Ferreira. Donato, al retrasarse a causa de ella, priv¨® a sus compa?eros del gu¨ªa que deb¨ªa orientarlos entre semejante maleza. Ausente Schuster, era el ¨²nico que pod¨ªa desempe?ar ese papel. A Vizca¨ªno, que procur¨® tomar su relevo, le faltan condiciones para serlo. ?l incluso puede dar circunstancialmente un espl¨¦ndido pase a 40 metros de distancia, pero su fuerte no es el de ordenar las evoluciones de los suyos, sino el de apoyar de manera m¨¢s efectiva que efectista al que s¨ª posee las cualidades precisas para hacerlo.En t¨¦rminos taurinos, lo que el Atl¨¦tico ejecut¨® ante el Trabzonspor no pas¨® de ser una deslucida faena de ali?o. No s¨®lo no supo ganarle el terreno, sino que tampoco lo intent¨® con la convicci¨®n que le era exigible. Quiz¨¢ a excepci¨®n de Pedro, que a¨²na la potencia con la colocaci¨®n en sus servicios y parece desembarazarse poco a poco de su timidez se sent¨ªa muy inc¨®modo para pensar en algo m¨¢s que en cubrir el expediente. Hasta sus incondicionales seguidores, aburridos y hastiados, se lo reprocharon de modo sonoro al final.
Su t¨¦cnico, Luis Aragon¨¦s, se cans¨® mucho antes de Luis Garc¨ªa, que unas veces se queda est¨¢tico y otras se mueve demasiado deprisa, pero que de continuo evidencia torpeza en las combinaciones. Sucedi¨®, no obstante, que las mayores revoluciones que pretendi¨® imprimir a su conjunto con Sabas no supusieron un juego m¨¢s agudo pese a que, por entonces, Abdullah ya hab¨ªa sido expulsado.
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