Un cerdo y dos buscones tras la huella de Col¨®n
La marrana se estren¨® en una sesi¨®n especial del festival de Valladolid y all¨ª provoc¨® el m¨¢s sonoro desacuerdo de cuantos ocurrieron en la Seminci entre los cin¨¦filos de pluma y los cin¨¦filos de butaca, que a la corta suelen atinar con m¨¢s frecuencia que los primeros en qu¨¦ tipo de acogida va a dar la gente com¨²n a una pel¨ªcula in¨¦dita.Los entendidos de papel reprocharon, y no les faltaba verdad, al guionista Jos¨¦ Luis Cuerda su excesiva inclinaci¨®n a la escatolg¨ªa, a la procacidad y al arcaismo coloquial de letrina extraido a veces casi literalmente de las viejas historietas murmuradas por la literatura popular oral castellana; y al director Jos¨¦ Luis Cuerda su excesivo regusto por enfatizar estos gruesos chistes aldeanos.
La marrana
Direcci¨®n y gui¨®n: Jos¨¦ Luis Cuerda. Fotograf¨ªa: Hans Burman. Decorados: Javier Palmero. Espa?a, 1992. Int¨¦rpretes: Alfredo Landa, Antonio Resines, Fernando Rey; Agust¨ªn Gonz¨¢lez, Antonio Gamero, Manuel Aleixandre, Cayetana Guill¨¦n, El Gran Wyoming. Estreno en Madrid: cines Proyecciones, Rex, Pe?alver, Ideal y Vergara.
Tambi¨¦n se le reproch¨® la premeditada tosquedad de la an¨¦cdota y la elecci¨®n del elementalismo -es decir, de la l¨ªnea de menor resistencia- para visualizar la aventura de dos p¨ªcaros buscones que peregrinan, con una cerda como equipaje, tras las huellas de un tal Col¨®n, que recluta a gentuza del estercolero espa?ol para hacer con ella un imperio. No es esta precisamente una met¨¢fora dulce.
Los entendidos de cola y butaca aceptaron la inclinaci¨®n de Cuerda por la est¨¦tica del mal gusto -la marranada- como humor todav¨ªa vigente; y apreciaron como meritorias algunas singularidades que hay dentro de esta divertida marranada. Se entabl¨® as¨ª una discusi¨®n que, a nuestro parecer, a?ade vitalidad a esta discutible pero viva pel¨ªcula de camino, que parece funcionar, y muy bien, ante los p¨²blicos no c¨®mplices. Si en Valladolid cosech¨® una de las pocas ovaciones no protocolarias del festival, es porque conect¨® con automatismos vigentes del viejo humor visceral y porque lo marrano -en su doble vertiente de cochinada escatol¨®gica y de jud¨ªo clandestino- sigue haciendo todav¨ªa gracia en esta Espa?a light, pero todav¨ªa marrana.
Una de esas aludidas singularidades de La marrana es la soltura y originalidad con que el guionista Cuerda desarrolla un t¨®pico archisabido, una historia premeditadamente paleta, garbancera y bellotera, pero relatada con desparpajo y originalidad, sin manierismos y en ocasiones con gran agilidad y facilidad en los quiebros y giros tanto coloquiales como de situaci¨®n.
Maravillosos histriones
Otra singularidad corresponde en la sombra al director Cuerda y hay que descubrirla en la solvencia y homogeneidad con que la totalidad del reparto juega al juego propuesto por el guionista Cuerda: es un conjunto de int¨¦rpretes sin grietas y sobre el que no disuena, a causa de esta solidez de todo el basamento interpretativo, el histrionismo de los divos buscones: Alfredo Landa y Antonio Resines, que hacen un trabajo eminente.Actuan uno y otro en registros contrarios y sin embargo complementarlos. Alfredo Landa se mueve como el pez en el agua en el exceso, en una cont¨ªnua sobreactuaci¨®n en forma de bombardeo de gui?os contra el otro. Y este otro, Antonio Resines, lleva a cabo un ejercicio admirable de contenci¨®n de esta avalancha, de front¨®n flem¨¢tico -capaz de soportar la presi¨®n de su oponente y de entablar de tu a tu di¨¢logo con ¨¦l- ante la arrolladora fuerza de contagio de Landa. Este confirma una vez m¨¢s su enorme talento. Y Resines sigue embarcado en el vertiginoso crecimiento del suyo.
El resultado es un alarde: un tenso mano a mano en una partida arriera y circense entre el clown Landa y el augusto Resines, lo que s¨ª es cine, y de altura.
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