Clinton, ante la guerra comercial
BILL CLINTON ha asegurado que concentrar¨¢ su atenci¨®n en la econom¨ªa de su pa¨ªs con la rapidez de un rayo l¨¢ser. La pol¨ªtica exterior, ha precisado, entrar¨¢ en juego en la medida en que afecte a la econom¨ªa. Ambos mensajes buscaban ante todo tranquilizar al mundo empresarial y financiero de su pa¨ªs. Y cobran hoy una relevancia especial tras la decisi¨®n unilateral de la Administraci¨®n de Bush de anunciar sanciones comerciales para una lista de productos agr¨ªcolas europeos a partir del 5 de diciembre.El impacto cuantitativo que los aranceles anunciados pueden tener sobre las exportaciones europeas afectadas (especialmente de vinos blancos, entre ellos algunos espa?oles) no es, a lo mejor, desesperante; pero el mero anuncio de su imposici¨®n constituye una de las m¨¢s serias amenazas que puedan cernirse sobre el sistema de comercio internacional. La inflexibilidad mostrada por los representantes, estadounidenses ha sido el factor clave de la ruptura: han rechazado la propuesta de reducir la producci¨®n de semillas oleaginosas en la CE de 13 a 9,5 millones de toneladas, frente a la pretensi¨®n norteamericana de limitarla a nueve millones de toneladas.
La decisi¨®n ha sido adoptada al margen del comit¨¦ del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), despu¨¦s de que ¨¦ste la rechazara en su reuni¨®n del pasado mi¨¦rcoles. Las sanciones evidencian el grado de deterioro en que se hallan las negociaciones de la Ronda Uruguay entre los 108 miembros del GATT, iniciadas en 1986. Los litigios agr¨ªcolas, entre EE UU y la CE han impedido que se avanzara en el resto de los cap¨ªtulos de esas negociaciones sobre liberalizaci¨®n del comercio mundial. Una pena, puesto que esa liberalizaci¨®n podr¨ªa implicar un aumento anual de unos 200.000 millones de d¨®lares adicionales, y ser¨ªa al cabo un est¨ªmulo al crecimiento que precisa la econom¨ªa internacional.
La anulaci¨®n de esas sanciones debe ser una exigencia de la CE. Estados Unidos debe saber que las conversaciones que todos reclaman no llegar¨¢n a nada si no da marcha atr¨¢s. Esa determinaci¨®n comunitaria no ha de impedir, sin embargo, que en el seno de la CE se asuma la necesidad de modificar m¨¢s velozmente una pol¨ªtica agr¨ªcola que se ha convertido en el principal obst¨¢culo a la liberalizaci¨®n del comercio mundial. El subsidio a la producci¨®n agr¨ªcola constituye, adem¨¢s, una pesada carga en los presupuestos comunitarios, de la que se beneficia un n¨²mero reducido de ciudadanos, y una fuente de diferencias pol¨ªticas en el interior de la CE. La actitud de las autoridades alemanas, holandesas y brit¨¢nicas frente a EE UU ha sido mucho m¨¢s flexible que la francesa. Las cr¨ªticas del ministro de Agricultura franc¨¦s -e incluso del propio presidente de la Comisi¨®n Europea, el franc¨¦s Jacques Delors- al comisario de Agricultura de la CE, Ray MacSharry, han provocado una crisis moment¨¢nea entre esa cartera y la presidencia de la Comisi¨®n, acusada por MacSharry en un primer momento de interferir las negociaciones. La paz parece haberse hecho finalmente, a trav¨¦s de la cr¨ªtica un¨¢nime a la falta de flexibilidad norteamericana. La postura comunitaria ante la provocaci¨®n de la Administraci¨®n de Bush debe ser a la vez firme -un¨¢nime- y flexible, de forma que no ponga en peligro la posibilidad de llegar finalmente a un acuerdo y que no perjudique las propias econom¨ªas europeas m¨¢s de lo que lo hacen las intempestivas, impertinentes y extempor¨¢neas sanciones del Gobierno saliente de Estados Unidos.
Los a?os de presidencia republicana han dejado al nuevo presidente de EE UU un legado interior muy delicado. Ahora, la herencia recibida por Bill Clinton se ve empeorada por una subrepticia piel de pl¨¢tano, esta incipiente guerra comercial tanto m¨¢s preocupante cuanto m¨¢s acusada es la interdependencia de las econom¨ªas. Contribuir a normalizar esas viciadas negociaciones debe constituir una prioridad del nuevo presidente, expresiva de su empe?o en mejorar las condiciones de su econom¨ªa. Esta ser¨¢ la primera piedra de toque de su capacidad para asumir un entorno econ¨®mico internacional m¨¢s complejo, menos hegem¨®nico y que demanda m¨¢s coordinaci¨®n entre las principales econom¨ªas mundiales en lugar de actitudes desabridas. De lo contrario, la rapidez de ese rayo l¨¢ser con que pretende abordar los problemas econ¨®micos ser¨ªa tan gratuita como desastroso su impacto. De la habilidad de ese equipo de transici¨®n que acaba de nombrar Clinton depende que el GATT abandone de una vez por todas esa, no por t¨®pica menos elocuente, caracterizaci¨®n que algunos hacen de sus siglas: acuerdo general para hablar por hablar.
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