Major y la excusa danesa,
LA MANIOBRA del primer ministro brit¨¢nico, John Major, de posponer la ratificaci¨®n del Tratado de Maastricht hasta que Dinamarca haya hecho lo propio -es decir, en cualquier caso hasta bien entrada la primavera de 1993- ha tenido efectos negativos. Es cierto que Major, debilitado por la lucha intestina que le plantearon los diputados conservadores euroesc¨¦pticos, tuvo que ceder en este punto para ganar la primera escaramuza en los Comunes (por apenas tres votos). Se planteaba si el tratado deb¨ªa o no pasar inmediatamente a estudio en la Comisi¨®n para su ratificaci¨®n en el pleno despu¨¦s de la cumbre de Edimburgo que cierra la presidencia comunitaria del Reino Unido. Para Major, ¨¦sta era una cuesti¨®n, sobre todo, de supervivencia: por ello ha cedido en lo que, despu¨¦s de la batalla, le parecen minucias.El problema es que, para Europa, este nuevo incumplimiento brit¨¢nico (de lo acordado en Maastricht, en Lisboa, hasta en Birmingham) no es una minucia: no es indiferente que el tratado se apruebe antes, por m¨¢s que se lo parezca a John Major. Se han apresurado a manifestarlo con desilusi¨®n sobre todo los Gobiernos de Alemania, Espa?a y Holanda. Porque ?qu¨¦ ocurrir¨¢ con la ratificaci¨®n brit¨¢nica si los daneses vuelven a decir no en el segundo refer¨¦ndum que les ha de proponer su Gobierno en la primavera? Nadie se atrever¨ªa a asegurar que el resultado dan¨¦s no afecta al brit¨¢nico.
Para que Dinamarca vuelva a plantearse la conveniencia de ratificar Maastricht y celebrar un nuevo refer¨¦ndum es indispensable que se le ofrezca alg¨²n tipo de agarradera que allane sus dificultades. Desde luego, la renegociaci¨®n del tratado es impensable y ha sido rechazada por el hecho de su ratificaci¨®n por otros miembros. Adem¨¢s, el presidente de la Comisi¨®n, Jacques Delors, ha recordado recientemente que Maastricht no debe ser renegociable s¨®lo para satisfacer a un miembro. Delors afirma que s¨®lo son posibles "declaraciones de interpretaci¨®n".
?Sobre qu¨¦ base entonces? Un documento de compromiso nacional" que ha presentado el Gobierno dan¨¦s a sus socios y que, lejos de ser una nueva negociaci¨®n, se ofrece como petici¨®n de aclaraciones. Una vez obtenidas ¨¦stas y resueltas de manera favorable a los intereses daneses, Dinamarca podr¨ªa sumarse a los proyectos de uni¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica y monetaria de Maastricht. Copenhague se convertir¨ªa as¨ª en un miembro sui g¨¦neris de la Comunidad. La pregunta que deben contestarse los restantes 11 socios es si quieren tener a un miembro excepcional en su seno. Puede que no todos lo deseen, pero no existe otra alternativa a la del rechazo y renegociaci¨®n del tratado.
El documento dan¨¦s contiene cuatro puntos sobre los que es factible transigir. Reclama la cl¨¢usula de opting out (que el Reino Unido consigui¨® se incluyera s¨®lo para ¨¦l y para ponerla en marcha al final del proceso si tal era su deseo) en la uni¨®n monetaria, pero para que pueda ser aplicada desde el principio. As¨ª, Copenhague puede autoexcluirse de ella.
Por otra parte, Maastricht exige la unanimidad de los miembros para poner en marcha la pol¨ªtica com¨²n de defensa, la de las fronteras exteriores y la de la lucha contra el crimen. No se ve, por consiguiente, cu¨¢les son los problemas mayores de Dinamarca en estos puntos, si no hay unanimidad, no entrar¨¢n en funcionamiento hasta que los daneses los acepten. La peculiaridad danesa es aceptable siempre y cuando sea exactamente eso, una peculiaridad, y no una oposici¨®n de fondo a la construcci¨®n europea. Convendr¨ªa que Dinamarca aclarara este punto antes de asumir la presidencia comunitaria el 1 de enero de 1993.
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