Tregua comercial

LA DECISI?N de la Comunidad Europea (CE) de reanudar durante la pr¨®xima semana las negociaciones con Estados Unidos con el fin de resolver el contencioso originado por las oleaginosas es una se?al en la ,direcci¨®n correcta de normalizaci¨®n de las relaciones comerciales internacionales. La provocaci¨®n de la Administraci¨®n estadounidense saliente, m¨¢s all¨¢ del impacto espec¨ªfico sobre las exportaciones comunitarias de las sanciones comerciales anunciadas (por valor de 300 millones de d¨®lares en una primera lista de productos que podr¨ªan extenderse a 3.700 millones), ha puesto de manifiesto sus limitadas capacidades de convicci¨®n basadas en el di¨¢logo. Su frecuente recurso a la amenaza e intimidaci¨®n resulta impropio de una ¨¦poca en la que la interdependencia constituye la premisa sobre la que asentar cualquier esquema de relaciones econ¨®micas internacionales.La tentaci¨®n de responder a la amenaza estadounidense mediante actuaciones similares hubiera supuesto el inicio de una espiral de represalias conducente a una guerra comercial, no justificada por la protecci¨®n a ultranza de unos intereses europeos tan minoritarios como los que se han puesto de manifiesto en esa disputa. Pues no es posible ignorar que detr¨¢s de la disputa est¨¢ el empe?o de las autoridades francesas por mantener los privilegios de sus agricultores -apenas el 6% de su poblaci¨®n activa-, receptores de 7.000 millones de d¨®lares de los presupuestos comunitarios para la producci¨®n de unos alimentos cuya comercializaci¨®n no siempre es posible.

La condena un¨¢nime de la actitud estadounidense no puede impedir que los negociadores comunitarios sacrifiquen intereses m¨¢s amplios, asociados a la liberalizaci¨®n del comercio en otros ¨¢mbitos. En la pr¨¢ctica, la resoluci¨®n de ese conflicto constituye adem¨¢s una condici¨®n necesaria para que la ya dilatada Ronda Uruguay de negociaciones en el seno del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) aborde el resto de los cap¨ªtulos a los que extender la liberalizaci¨®n del comercio mundial.

En momentos como los actuales, en los que el proceso de integraci¨®n europea exhibe algunas de las servidumbres de esa suerte de introspecci¨®n nacional en la que parece estar sumida la mayor¨ªa de los socios comunitarios, el bloqueo de esas negociaciones comerciales, lejos de contribuir a la cohesi¨®n de la regi¨®n, constituir¨ªa un importante factor adicional de desuni¨®n. As¨ª se ha puesto de manifiesto en ese intento de revancha franc¨¦s al que han dado su apoyo los pa¨ªses menos desarrollados de la CE, con la manifiesta oposici¨®n de Alemania y del Reino Unido. La provocaci¨®n estadounidense subraya una vez m¨¢s la permanencia de algunas de las m¨¢s importantes contradicciones a que se enfrentan los responsables comunitarios en su intento por perfeccionar el proyecto de integraci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica. Su superaci¨®n no es ya s¨®lo una exigencia para asentar las posibilidades de recuperaci¨®n de las econom¨ªas sobre un esquema de multilateralizaci¨®n de las relaciones comerciales con el resto del mundo; es tambi¨¦n una prueba de madurez de ese proyecto comunitario hoy contemplado con justificado escepticismo por muchos ciudadanos europeos.