Los fantasmas de guardia
No s¨¦ si se trata de la leyenda del eterno retorno o, menos literariamente, de la aplicaci¨®n a la pol¨ªtica del principio relativo a que la energ¨ªa ni se crea ni se destruye, s¨®lo se transforma, pero el hecho es que cada debate sobre lo que parece urgente actualidad permite escuchar viejas afirmaciones. Muchas aproximaciones y distancias respecto a Maastricht y la unidad europea devuelven a olvidados episodios de la historia pol¨ªtica de Europa. Escuchando que Europa s¨ª, pero Maastricht no, refer¨¦ndum aunque sea para votar afirmativamente porque lo importante no es la decisi¨®n sino la consulta democr¨¢tica en s¨ª misma, y otras vueltas y revueltas sobre el mismo asunto, he recordado algo que contaba Koestler de sus tiempos de militante comunista. En 1935 se plante¨® un plebiscito para decidir el futuro del Sarre, territorio alem¨¢n antes de la guerra de 1914-1918, que el Tratado de Versalles hab¨ªa puesto bajo la tutela de la Sociedad de las Naciones. Y cuando los militantes comunistas acud¨ªan a sus sedes -cuenta Koestler- a por instrucciones sobre qu¨¦ votar, los responsables contestaban imperturbables: por un Sarre libre en una Alemania sovi¨¦tica. Nadie preguntaba eso, pero daba lo mismo.No he podido evitarlo. Me ha parecido ver en el partido comunista, durante las discusiones internas de Izquierda Unida, la reaparici¨®n de esos queridos fantasmas inolvidables: alcanzar la unidad europea sin aceptar los datos en este momento existentes para ello. Es cierto que el Tratado de Maastricht no es la mejor propuesta, as¨ª como que la Europa resultante de los acuerdos que hay en este momento no es la deseada por muchos ciudadanos europeos; para unos, porque es poco, y para otros, porque es demasiado, ya que a fuerza de exorcizar los nacionalismos de peque?o formato se nos hab¨ªan olvidado los grandes nacionalismos. Pero tenemos lo que tenemos.
En esos debates no s¨®lo se me ha aparecido el fantasma de Koestler, sino otros muchos que cre¨ªa archivados; porque tambi¨¦n los fantasmas son susceptibles de archivo, como han sabido siempre los escoceses. He vuelto a encontrar en mi memoria la frase que se dec¨ªa algunas veces en el Partido Comunista de Espa?a cuando alg¨²n militante manten¨ªa opiniones discutibles: "Camarada, como sigas as¨ª te van a hacer una autocr¨ªtica que te vas a enterar", reencarnada en la decisi¨®n de Anguita de dimitir por Nicol¨¢s Sartorius, que se desmarc¨® de la autocr¨ªtica que le hab¨ªa hecho Anguita.
Pero la sensaci¨®n del eterno retorno, o la confirmaci¨®n de que en la energ¨ªa pol¨ªtica nada se destruye, pertenece tambi¨¦n a otras situaciones y supuestos. La insistente afirmaci¨®n de algunos dirigentes del PNV sobre que en el interior de Herri Batasuna y ETA algo se mueve me sonaba a palabras ya escuchadas; y, efectivamente, ordenando revistas y folletos antiguos he encontrado varias veces una frase que floreci¨® tropicalmente en los ¨²ltimos a?os del franquismo -¨²ltimos, pero largos- y que empleaban los antifranquistas franceses y los espa?oles que publicaban sus opiniones en franc¨¦s: quelque chose bouge dans l'Espagne.
Siempre reaparecen los fantasmas de guardia, aunque cambiemos la forma o transformemos el objeto de nuestra inquietud. A medida que se acerca el centenario del nacimiento de Franco, mister Hyde y el doctor Jekyll se transmutan; el general golpista se transforma en padre de los pueblos obligado a intervenir militarmente por la sublevaci¨®n republicana. En El Escorial se han escuchado este verano, entre otros pasodobles, que en el franquismo hubo libertad de prensa, como aclaraba este texto de Juan Aparicio en 1943: "Aqu¨ª existe un hombre nuevo -el periodista espa?ol del minuto actual- que ha construido una un¨¢nime prensa espa?ola a la altura de las circunstancias del mundo. (...) Ya no rige el mito de la libertad de prensa, sino la verdad dogm¨¢tica de la comunidad de la prensa espa?ola para fines espirituales, trascendentales y educativos. La prensa est¨¢ en orden, dentro de su orden fundamental y eterno para servir a Dios o para servir al c¨¦sar". Juan Aparicio fue director general de Prensa muchos a?os, y la ley que utiliz¨® se alarg¨® desde 1938 hasta 1966. Unas dos d¨¦cadas m¨¢s tarde insist¨ªa el ministro de Informaci¨®n, Arias Salgado, en que exist¨ªa toda la libertad para la verdad, pero ninguna para el error.
La discusi¨®n sobre Europa ha despertado viejos tics por la derecha y por la izquierda. Pero no hay m¨¢s cera que la que arde ni m¨¢s proyecto de unidad hasta ahora que el elaborado por los Doce. Si se quiere la unidad europea, hay que aceptar componentes previos a esa uni¨®n que muchas veces no se quieren. Y si se rechaza, hay que asumir o soportar las glorias so?adas por miles de franceses que todav¨ªa creen que Juana de Arco no ardi¨® del todo, dado el excelente material de que estaba hecha; por miles de brit¨¢nicos convencidos a¨²n.de que la reina Victoria sigue siendo emperatriz de la India, aunque de momento haya que disimularlo; por miles de espa?oles divididos en sus sue?os entre quienes a?oran una Europa de los koljoses sustituyendo a la Europa de los mercaderes denunciada y quienes tienen la seguridad de que en los Pa¨ªses Bajos el duque de Alba lo dej¨® todo atado y bien atado; o por el n¨²mero variable de alemanes que consideran todav¨ªa, o de nuevo, que Mi lucha puede ser su lucha. Tenemos que contar con la realidad de una Europa amurallada y monetariamente estre?ida y los europeos extramuros pol¨ªtica e ideol¨®gicamente diarreicos.
El proyecto, y todo lo que se mueve a su alrededor, ha provocado la aparici¨®n de muchos de nuestros fantasmas y ha confirmado que Shakespeare sigue escribi¨¦ndonos los guiones: "Algo huele a podrido en Dinamarca", han proclamado el pr¨ªncipe Hamlet y el funcionario Delors; "Todos los perfumes de Arabia no bastar¨ªan para ocultar el olor a sangre", han asegurado a coro lady Macbeth y el primer ministro de Bosnia; "Mi reino por un refer¨¦ndum", han ofrecido -con la preceptiva modernizaci¨®n del texto utilizada en algunas adaptaciones teatrales- Julio Anguita y Ricardo III.
Mientras tanto, esperemos que Franco vuelva a pescar inmensos atunes dentro de poco, que algo se mueva entre los radicales vascos y que consigamos transformarnos de manera suficiente. Creo que deber¨ªa terminar diciendo am¨¦n, pero eso supondr¨ªa aceptar otro de los retornos planificados por nuestros fantasmas: el regreso a los tiempos en que el episcopado ten¨ªa poder para inscribir los pecados en el C¨®digo Penal.
es periodista.
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