La provincia del PP
LOS PARTIDOS nacionalistas y regionalistas que obtuvieron representaci¨®n parlamentaria en las elecciones de 1977 recogieron el 6,6% de los votos emitidos. Ese porcentaje no ha dejado de crecer en, sucesivos comicios (con excepci¨®n de los de 1982) hasta alcanzar, en 1989, el 10,6%. Si a esas cifras se a?aden las' correspondientes a los partidos del mismo car¨¢cter que no consiguieron representaci¨®n parlamentaria, nos acercar¨ªamos seguramente al 15% de los votos v¨¢lidos, es decir, unos tres millones de sufragios. En un momento de auge de los particularismos, en parte por mimetismo de lo que ocurre en el centro y este de Europa, no parece que esa cifra vaya a reducirse. De hecho, en las elecciones locales del a?o pasado, los partidos regionalistas cosecharon en torno a un mill¨®n de votos, 400.000 m¨¢s que en 1983.De la inclinaci¨®n de esos tres millones de electores depende en buena medida el signo de la mayor¨ªa en las pr¨®ximas elecciones. Suele admitirse que se trata de. votantes gen¨¦ricamente pertenecientes al campo del centro-derecha. Ello resulta discutible en el caso de los nacionalistas, campo en el que tambi¨¦n se inscriben sectores de izquierda y centro-izquierda, pero es bastante cierto para los partidos regionalistas y localistas aparecidos en los ¨²ltimos a?os; a una de esas dos categor¨ªas pertenece, por ejemplo, la abrumadora mayor¨ªa de los 181 partidos inscritos en el registro a 'lo largo de 1991.
El Partido Popular es consciente del lastre que para sus pretensiones supone esa creciente dispersi¨®n. Sus dificultades para articular estrategias y alcanzar compromisos con los nacionalistas vascos y catalanes han vuelto a ponerse de relieve estos d¨ªas con ocasi¨®n del IX Congreso del Partido Popular Europeo (la Internacional Dem¨®crata-Cristiana), reunido en Atenas: los representantes del PNV y UDC, socios fundadores de esa Internacional, plantearon incluir una enmienda sobre el derecho de autodeterminaci¨®n que s¨®lo pod¨ªa ser considerada una provocaci¨®n por el partido de Aznar, cuya entrada en ese club trataron de boicotear. De todas formas, esos desplantes no han impedido al presidente del PP lanzar, en la jornada de clausura, una oferta de "di¨¢logo y colaboraci¨®n, a los nacionalistas moderados del Pa¨ªs Vasco y Catalu?a, en la perspectiva de constituir una alternativa al actual Gobierno.
En cuanto a la integraci¨®n en esa alternativa de los partidos regionalistas, los resultados han sido parcialmente contradictorios con otros objetivos de la estrategia de Aznar. El modelo c¨¢ntabro (tambi¨¦n probado a escala municipal en ciudades como Le¨®n o Burgos), consistente en colocar al frente de las listas a un l¨ªder local con vitola populista, se ha revelado muy peligroso para la imagen 'nacional del partido. Pero el modelo alternativo seguido en Navarra, en el que es el partido conservador el que se integra en una formaci¨®n local, lleva camino de producir el mismo efecto a la vista de la deriva de Juan Cruz Alli, presidente regional elegido con los votos de la derecha, hacia posiciones que escandalizan al electorado moderado.
El problema es que otras f¨®rmulas, como la del Gobierno de coalici¨®n, aplicada en Arag¨®n con el Partido Aragon¨¦s Regionalista (Par), han conducido a un seguidismo respecto a ¨¦ste que ha acabado resultando incompatible con la l¨ªnea propugnada a escala nacional, y plasmada en el pacto auton¨®mico firmado hace pocos meses. Uno de los ejes de dicho pacto era la renuncia a procesos unilaterales de reforma de los estatutos, pese a lo cual el PP de esa regi¨®n apoya la pretensi¨®n del Par de una reforma destinada a equiparar la autonom¨ªa aragonesa a las del Pa¨ªs Vasco y Catalu?a. Que el PP figure entre los firmantes de la manifestaci¨®n aragonesista de ayer en Madrid -un evidente desaf¨ªo al pacto auton¨®mico- es una de las contradicciones de su trayectoria en materia auton¨®mica. Pero la propuesta de Administraci¨®n ¨²nica, presentada por Fraga horas antes de que el Parlamento aprobase la ley que desarrolla la ampliaci¨®n de competencias pactada por el PSOE y el PP, demuestra que no es ¨¦sa la ¨²nica contradicci¨®n de la pol¨ªtica auton¨®mica de los conservadores.
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