Blanca transparencia
Aunque el pasado a?o realiz¨® una interesante exposici¨®n monogr¨¢fica sobre su obra durante los a?os sesenta y no hayan sido pocas las convocatorias colectivas que ¨²ltimamente han contado con su participaci¨®n, en realidad ¨¦sta es la primera gran muestra individual con trabajos recientes que exhibe en Madrid Lucio Mu?oz (Madrid, 1930) desde su magna retrospectiva del Reina Sof¨ªa en 1988, luego itinerante por diversas ciudades espa?olas y extranjeras. En este sentido, se comprende la expectaci¨®n entre los aficionados, que adem¨¢s saben que el local recientemente inaugurado de la Galer¨ªa Marlborough posee la espaciosidad y luminosidad precisas para dar el debido realce al acontecimiento.Laborioso y embebido en lo que hace, Lucio Mu?oz ha sabido responder al requerimiento y presenta casi una treintena de cuadros, algunos de formato considerable, y una selecci¨®n de grabados, pr¨¢cticamente todo fechado en 1991 y 1992. Pero m¨¢s importante que la cantidad es aqu¨ª lo novedoso del giro que Lucio Mu?oz ha dado a sus cosas, aunque, como corresponde a un artista en plena madurez, sin alteraci¨®n de sustancia. Dos son los elementos m¨¢s llamativamente nuevos: la brillante luminosidad apoyada en el uso dominante del blanco y la madera a la vista, una madera sencilla, industrial, de tablero de conglomerado.
Recordando sus series ¨²ltimas, dominadas por oscuros verdes como de bosques profundos, o las siluetas arquitect¨®nicas de perfil dram¨¢tico como ennegrecidas fachadas catedralicias, este giro de albura y transparencia aclara y desenfada el horizonte, a la par que permite lucir esas sabias maneras t¨¦cnicas que s¨®lo se acreditan, como en el caso que nos ocupa, tras 40 a?os de oficio, y cuyo refinamiento principal consiste en ocultar los esfuerzos y dificultades para que las cosas se muestren sin afectaci¨®n y como hechas solas, sobrevenidas al desgaire. Y es que la experiencia dilatada del pintor se condensa en la visi¨®n y en el dejar fluir la naturalidad.
Es verdad que la tendencia instintiva de Lucio Mu?oz ha sido siempre, muy al modo espa?ol, hacia lo barroco y, de esta guisa, el desarrollo de este proceso de aclaraci¨®n y naturalidad se va complicando paulatinamente, transform¨¢ndose los primeros pasos dados en maquinas escenogr¨¢ficas m¨¢s complejas, donde, sin p¨¦rdida de la dominante blanca, las materias se espesan, se arriscan, engullen vidrios, multiplican listeles y accidentan, en fin, acusadamente el relieve, como dejan entrever siluetas figurativas de velado acento arquitect¨®nico. Eso es manifestaci¨®n de que la contradicci¨®n del creador sigue viva, que autogenera tensiones, que carbura y que, por tanto, avanza...
Y esa dial¨¦ctica es particularmente buena en un degustador de la materia, cuyo principio es el dolor inarticulado, pero cuyo fin puede ser la elegancia manierista, de cuyo peso agobiante s¨®lo se hurtan quienes se atreven a correr inquisitivos riesgos m¨¢s all¨¢ de lo necesario. En este sentido, debo llamar la atenci¨®n sobre la potente limpieza de algunas peque?as tablas, como la titulada Fil natural, sin olvidar tampoco el virtuosismo del grabado, que en Lucio Mu?oz se hace, ya con el solo tratamiento mat¨¦rico del papel, cumplida maravilla.
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