La bestia
El ex alcalde de un pueblo, al que no hace falta nombrar para no avergonzar a sus ciudadanos, sale por la tele y dice que est¨¢ muy contento porque siempre pens¨® que podr¨ªa ir por la calle con la cabeza muy alta. El ex alcalde dice esto a las puertas del juzgado de Gerona donde acaba de salvarse de una pena de cinco a?os. Nada. Una tonter¨ªa de los jueces. El alcalde estaba acusado de practicar la sana y deportiva costumbre de ir a un club de alterne y prostituir a menores. Pero eso no le impide ir con la cabeza bien alta y continuar siendo concejal de su partido. Mientras el ex alcalde llena la pantalla con su cabeza tan alta, llega la noticia del ingreso en prisi¨®n de un respetable comerciante que empez¨® a violar a su propia hija a los 10 a?os amenazando con matarla si contaba lo que suced¨ªa. No es lo mismo. Uno pagaba y el otro pegaba. Pero hay el mismo desprecio hacia el ser humano. Probablemente este elemento tambi¨¦n debi¨® de entrar en la c¨¢rcel con la cabeza bien alta. En todo este rosario de atrocidades morales es peor la exaltaci¨®n de la impunidad que la atrocidad en s¨ª. Se creen inocentes simplemente porque la justicia no ha podido con ellos, pero no hay ni un rasgo de perplejidad o de duda sobre sus propios actos. Compran la ni?ez ajena y la ponen a su servicio. La sociedad les llama corruptores y ellos se consideran injustamente perseguidos. Viven en el v¨¦rtice de la personalidad y de la animalidad y en su delirio ven en el fondo de los ojos de cada ni?a una vagina por estrenar. En demasiados lugares de nuestra sociedad hay terrarios donde pasta la bestia humana. A veces se les persigue por los montes y se les llama enfermos. Pero otras veces la justicia no puede ir m¨¢s all¨¢. Y hasta parece que baste pagar un cuerpo adolescente para que la bestia se convierta en hombre y contin¨²e habitando entre nosotros, acariciando trenzas y regalando mu?ecas a sus mu?ecas.
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