Falsa pol¨¦mica sobre falsas ruinas
"No hay reflexi¨®n. Nadie define qu¨¦ ruinas pretende salvar", se exclama Manuel Portaceli, al referirse a las duras descalificaciones vertidas por ciertos medios sobre la rehabilitaci¨®n del teatro romano de Sagunto y al recurso presentado ante el Tribunal Superior por Juan Marco Molines, un ex responsable local de Cultura con UCD y militante de la derecha valenciana. Portaceli resalta el escrupuloso tratamiento arqueol¨®gico de los restos romanos mantenido en las obras y sentencia: "Es una falsa pol¨¦mica sobre unas falsas ruinas".El teatro romano de Sagunto aparece por vez primera en un documento hist¨®rico posterior a la ¨¦poca romana en el siglo X, en que el cronista ¨¢rabe Razid lo describe como un lugar que concita el pasmo de las gentes. El asombro, sin embargo, no impidi¨® que los habitantes de la Sagunto musulmana tomaran prestados materiales del teatro para construir sus casas, pr¨¢ctica muy corriente en el mundo isl¨¢mico antiguo. Algunas cr¨®nicas del siglo XV hablan del deterioro del lugar a causa de "Ias inclemencias del tiempo y la ignorancia de los hombres". En el siglo XVII, se hicieron esfuerzos para consolidar el grader¨ªo y el p¨®rtico superior, e incluso se realizaron algunas representaciones teatrales.
La fortuna volvi¨® de nuevo la espalda al teatro a principios del siglo XIX, durante las guerras napole¨®nicas, cuando el per¨ªmetro del edificio fue demolido para permitir el transporte de piezas de artiller¨ªa hasta el castillo de Sagunto. Sigui¨® una nueva etapa de abandono hasta 1917, en que Luis Ferreres, arquitecto de la Diputaci¨®n de Valencia, traz¨® un detallado plan de rehabilitaci¨®n, que deb¨ªa financiar el Ministerio de Instrucci¨®n P¨²blica. La luz verde y los fondos no llegaron hasta 1930, en que se realiz¨® una restauraci¨®n parcial que cost¨® 9.000 pesetas.
Entre los a?os treinta y 1957 se realizaron m¨²ltiples obras, casi todas dirigidas por Alejandro Ferrant, con presupuestos muy limitados y objetivos b¨¢sicamente conservacionistas. Hacia 1970, el intervencionismo cambi¨® de cariz y dio lugar a la construcci¨®n de una plataforma de cemento sobre el escenario, que ser¨ªa derruida.
Al recibir el encargo de la Generalitat -gobernada por los socialistas- para la rehabilitaci¨®n, Portaceli y Grassi partieron de la base de que lo que quedaba del teatro romano eran unas ruinas falsificadas por el deterioro y las intervenciones dictadas por las modas est¨¦ticas o el mero af¨¢n consolidador y emprendieron una documentada restituci¨®n del edificio a su estructura y dimensiones originales.
Babelia
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