"Siempre viv¨ª de ella; ?por qu¨¦ correr contra la coca?"
200 reclusas de Carabanchel participan en una carrera antidroga
Si se sumaran los kilos de droga que han manejado, el saldo y su valor en millones, ser¨ªa tan espectacular como espeluznante. Como desquite, 200 reclusas de Carabanchel bajaron ayer tarde al cuadril¨¢tero que forma el patio de la prisi¨®n y corrieron durante dos kil¨®metros en se?al de repulsa contra la droga. Lo que para muchas fue una especie de autoinmolaci¨®n consentida, para otras s¨®lo fue un parip¨¦. "Yo no estoy contra la droga, siempre he vivido de ella; ?por qu¨¦ voy a correr en su contra?", refunfu?aba una reclusa que apenas exhib¨ªa un diente sano.
Gan¨® la carrera Ana Teresa Tov¨®n, una colombiana de 24 a?os. La cogieron en Barajas con un kilo de coca¨ªna nada m¨¢s apearse del avi¨®n. "Los grandes hombres-traficantes de mi pa¨ªs me utilizaron, como hacen con mucha gente: Camuflaron el kilo en el forro de la maleta y me subieron en el avi¨®n con 2.000 d¨®lares, como si me regalaran un viaje de placer". En su camisa de deporte rezaba el siguiente lema: "Primera carrera popular contra la droga: consume vitalidad, no cuesta nada". "Corro contra la droga porque es mala", enfatiz¨®.
Hipocres¨ªa
Pero no todas las reclusas que ayer bajaron al patio -en Carabanchel hay 650, metidas en 400 celdas- condenaron la droga. Palabras como "hipocres¨ªa y cinismo" salieron de m¨¢s de una boca durante la carrera. "Mira ¨¦sa... y aqu¨¦lla... Pero si son de las que m¨¢s trafican aqu¨ª", cuchicheaban al paso de las atletas dos internas. "Aqu¨ª hay mucho cinismo", remach¨® una reclusa con ojos enrojecidos y brillantes. A su lado, otra asent¨ªa. "La carrera la han organizado las internas", recalc¨® la directora del centro, Mercedes Belaustegui.Una madrile?a de etnia gitana, Mar¨ªa Dolores Mu?oz, particip¨® en la competici¨®n. Doce vueltas al patio (dos kil¨®metros de distancia). Aunque su mente, desde que hace cinco a?os empez¨® a purgar sus condenas, estaba fuera de los barrotes. "Yo deber¨ªa estar con mis tres hijos [de 20, 14 y 7 a?os de edad], cuidando de que no miren la droga ni de cerca. Al peque?o", dec¨ªa casi salt¨¢ndosele las l¨¢grimas, "no le veo desde hace un a?o; al mayor lo tengo en Valencia, y al que le sigue, en Murcia.
Acurrucada en una esquina del patio -donde se improvis¨® el circuito, acotado por una cinta amarilla con el membrete del Instituto Municipal de Deportes-, una de las internas temblaba; al parecer, de fr¨ªo. Apenas ten¨ªa fuerzas para levantar la mirada. "Acabo de bajar de la enfermer¨ªa y no estoy para correr". Su voz era apagada, y su mirada, esquiva. A su lado, otra reclusa m¨¢s vivaz se re¨ªa del parip¨¦. Sus ojos tambi¨¦n brillaban.
"Yo no corro, t¨ªa, para qu¨¦; con la droga que entra aqu¨ª", proclamaba sin tapujos una interna ataviada con ch¨¢ndal morado. Otras tres internas, en otro rinc¨®n del patio, espetaban al t¨¦rmino de la carrera: "Aqu¨ª entra droga, como en todas las c¨¢rceles, y precisamente algunas de las que han corrido son de las m¨¢s viciosas".
?Por d¨®nde entra la droga? La pregunta despert¨® en ellas risas de complicidad. En un primer momento no hubo respuesta. ?Quiz¨¢ en los contactos vis a vis (durante las relaciones sexuales)?
"Si lo sabes, ?por qu¨¦ preguntas ... ?".
En otro rinc¨®n del patio, una reclusa explicaba sus cuitas: "A m¨ª me cogieron con 10 gramos, y aqu¨ª me veo; pero una y no m¨¢s". Es madre de 10 hijos. "El m¨¢s peque?o, de cinco a?os, y mi marido, los tengo enfermos". "?Y t¨² por qu¨¦ no participas, Pilar?", inquiri¨® una funcionaria a una reclusa que, momentos antes de la carrera, quitaba la mugre del circuito. "Porque si corro no veo a El Tigre", se re¨ªa mientras atizaba la escoba. El Tigre, su marido, la iba a visitar ayer.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.