Esperanza comercial
EL ACUERDO bilateral alcanzado por Estados Unidos y la Comunidad Europea sobre el comercio agr¨ªcola aleja el fantasma de una guerra comercial, al tiempo que permite contemplar un r¨¢pido y satisfactorio final de la Ronda Uruguay de negociaciones del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT).Tras un periodo de notable inquietud abierto despu¨¦s de la amenaza de sanciones comerciales por la Administraci¨®n estadounidense como consecuencia del bloqueo a que hab¨ªan llegado las negociaciones bilaterales en torno al comercio de semillas oleaginosas, el comunicado final de estas negociaciones asegura progresos suficientes para la eliminaci¨®n de los obst¨¢culos que bloqueaban la extensi¨®n de los acuerdos a cap¨ªtulos comerciales adicionales al de la agricultura.
El acuerdo supone un recorte en las exportaciones europeas subvencionadas del 21% (la exigencia inicial de la Administraci¨®n estadounidense era del 24%). Junto a ello, la superficie europea destinada a la producci¨®n de oleaginosas quedar¨¢ limitada a 5.128 millones de hect¨¢reas, lo que supone apartar del cultivo 400.000 hect¨¢reas; en t¨¦rminos de volumen, se pasar¨¢ de los 11,5 millones de toneladas de este a?o a una cantidad entre 10 y 11 millones, tambi¨¦n por encima de los nueve millones demandados por los estadounidenses. Todo ello sujeto a una aplicaci¨®n escalonada a lo largo de siete a?os.
Un compromiso, en definitiva, que, adem¨¢s de haber supuesto una significativa flexibilizaci¨®n de los planteamientos de partida de Estados Unidos, se presenta compatible con la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n (PAC), tras su ¨²ltima reforma antes del pasado verano. Consecuentemente, la Comisi¨®n ha expresado su apoyo al mismo. No obstante, no se han despejado todas las nubes que empa?an el panorama comunitario.
El contrapunto a la satisfacci¨®n con la que ha sido recibido el acuerdo lo ha puesto el Gobierno franc¨¦s, presionado por sus agricultores. La debilidad de ese Gobierno, la dimensi¨®n electoral que en aquel pa¨ªs revisten los problemas agr¨ªcolas y la caracter¨ªstica intransigencia de los agricultores franceses pueden hacer que esa crisis sea ahora desplazada al escenario comunitario. El espectro del compromiso de Luxemburgo sintetiza esos temores de bloqueo institucional en la CE si, al igual que ocurri¨® enjulio de 1965, tambi¨¦n con la agricultura como origen del contencioso, Francia se niega a admitir el procedimiento de ratificaci¨®n de ese acuerdo por el procedimiento de mayor¨ªa cualificada. En aquella ocasi¨®n, Francia estuvo seis meses alejada de los ¨®rganos comunitarios, hasta enero del a?o siguiente, como consecuencia de la negativa de De Gaulle a admitir la fijaci¨®n de los precios agrarios por mayor¨ªa absoluta. Es, en resumen, una de las opciones que 1 sopesa el Presidente Mitterrand y que debatir¨¢ el Parlamento franc¨¦s en los pr¨®ximos d¨ªas.
Ocurre, sin embargo, que ahora, la necesidad de garantizar los intercambios comerciales constituye una exigencia de primer orden para el bienestar de los ciudadanos europeos, incluido ese 95% de franceses no agricultores. El elevado grado de integraci¨®n y las propias exigencias de recuperaci¨®n de la econom¨ªa mundial no permiten que intereses tan minoritarios hipotequen esa necesaria normalizaci¨®n en las relaciones comerciales internacionales.
Si durante esas semanas en que ha estado vigente la amenaza estadounidense el Gobierno franc¨¦s ha tratado de granjearse el apoyo de algunos Gobiernos comunitarios, entre ellos el espa?ol, en las circunstanc¨ªas actuales tal empe?o ser¨¢, sin duda, m¨¢s dificil. Como ha reconocido el ministro de Agricultura, Pedro Solbes, el impacto del acuerdo alcanzado sobre nuestra agricultura es de escasa significaci¨®n. En consecuencia, la actitud del Gobierno espa?ol, m¨¢s all¨¢ de ejercer sus buenos oficios para evitar esa crisis comunitaria, no deber¨ªa caracterizarse por la defensa de unos intereses tan distantes de la l¨®gica y de la solidaridad de los doce como los de los agricultores franceses.
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