La batalla del GATT
EL GOBIERNO franc¨¦s parece decidido a rechazar el preacuerdo agr¨ªcola alcanzado entre EE UU y la Comisi¨®n Europea. El preacuerdo sentar¨ªa las bases para una definitiva conclusi¨®n de la Ronda Uruguay de negociaciones del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), bloqueadas durante los pasados seis a?os. El rechazo franc¨¦s podr¨ªa tener importantes consecuencias para el futuro inmediato de la propia CE y para el comercio mundial.El primer ministro franc¨¦s, Pierre B¨¦r¨¦govoy, fue, expl¨ªcito en su intervenci¨®n parlamentaria: "Si tiene que haber una crisis europea por este tema, la habr¨¢", declar¨®. ?Cu¨¢l es el tema? Sencillamente, que, a juicio del Gobierno de Par¨ªs, los acuerdos suscritos en Washington atentan contra los intereses de los agricultores franceses. La Comisi¨®n Europea, por su parte, considera que los acuerdos son compatibles con la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Comunitaria (PAC), reformada en mayo pasado. ?C¨®mo puede la disminuci¨®n de subvenciones a los agricultores franceses provocar una crisis comunitaria capaz de dar al traste con la propia CE? La explicaci¨®n, evidentemente, es pol¨ªtica: el Gobierno franc¨¦s no est¨¢ dispuesto a perder un porcentaje significativo del electorado: unos agricultores habituados a recibir de Bruselas unos 700.000 millones de pesetas anuales. Es decir, hay que leer el conflicto, en una parte, en clave interna.
Ante ello, el Gobierno de Par¨ªs tiene tres opciones: primero, tratar de conseguir los 23 votos que le permitir¨ªan bloquear en la CE la ratificaci¨®n del acuerdo comercial, para la que se exige la mayor¨ªa absoluta (54 de los 76 votos ponderados, seg¨²n una escala por tama?o e importancia de cada uno de los pa¨ªses). De ah¨ª el llamamiento de B¨¦r¨¦govoy a Portugal, Espa?a, Irlanda y Grecia como contrapartida a su apoyo a los fondos de cohesi¨®n que impulsar¨ªan el desarrollo de los pa¨ªses m¨¢s pobres de la CE. Este procedimiento ser¨ªa, sin duda, el m¨¢s democr¨¢tico.
Otra opci¨®n ser¨ªa la de tratar de convencer a sus socios comunitarios de que la ratificaci¨®n del acuerdo atenta contra los intereses nacionales de Francia, por lo que, acudiendo al llamado compromiso de Luxemburgo, podr¨ªa imponer la unanimidad, en lugar de la mayor¨ªa absoluta. En tal caso, el acuerdo podr¨ªa darse por no firmado, puesto que con la negativa francesa no ser¨ªa posible la unanimidad. Por ¨²ltimo, lo que es m¨¢s grave, est¨¢ la hip¨®tesis de que Francia optara por rechazar el acuerdo, sin m¨¢s. Con ello, la pol¨ªtica comunitaria y los planes de uni¨®n previstos podr¨ªan darse por finiquitados. Tres opciones que tendr¨¢n que decantarse en un plazo breve, puesto que los acuerdos comerciales previstos en la Ronda Uruguay son mucho m¨¢s amplios que las cuestiones de las oleaginosas o de los subsidios agr¨ªcolas.
En este contexto, la actitud espa?ola no puede ser lineal: ni otorgar un cheque en blanco a Francia, ni dejar de reconocer que las liberalizaciones agr¨ªcolas han beneficiado a EE UU, Canad¨¢ o Australia y nunca a Europa o al Tercer Mundo; lo que significa que Mitterrand no deja de tener un punto de raz¨®n. El Gobierno espa?ol debe analizar en profundidad, antes de nada, si el preacuerdo entre la Comisi¨®n y EE UU es compatible con la PAC y con los intereses espa?oles; una vez aclarado esto, su posici¨®n debe ser la de intentar la conciliaci¨®n, evitando que Francia quede aislada en el seno de la CE y se produzca una confrontaci¨®n de once contra uno. Esto supondr¨ªa la puntilla para un proceso de unidad, que pasa ahora por un momento de, extrema fragilidad.
Lo que est¨¢ en juego no es balad¨ª. La posible paralizaci¨®n de la Ronda Uruguay afecta a muchos m¨¢s pa¨ªses de los que conforman la CE y Estados Unidos, a algunos de ellos de manera fundamental para sus fr¨¢giles econom¨ªas. Y mientras Estados Unidos y Europa contin¨²an sus disputas, Jap¨®n y los pa¨ªses del Sureste asi¨¢tico no aceptan ninguna regla de juego e incrementan la agresividad de sus exportaciones al tiempo que establecen una frontera en su interior para los productos que llegan de fuera. Lo que evidencia que el debate proteccionismo contra liberalizaci¨®n no es tan maniqueo como se est¨¢ presentando: ni Francia act¨²a s¨®lo por motivaciones ego¨ªstas, ni Estados Unidos es el palad¨ªn del libre mercado, ni el antagonismo se circunscribe al Occidente desarrollado.
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