Algo se ha roto

Basta subir al Montsacopa, uno de los volcanes extinguidos que sobresalen del casco urbano de Olot, para percibir que ¨¦sta es una ciudad entera y equilibrada, donde la gente es una prolongaci¨®n de su geograf¨ªa. El secuestro de Maria ?ngels ha significado una prueba colectiva de esa catalan¨ªsima virtud de la discreci¨®n. En Olot se ha vivido durante esta semana una curiosa omert¨¢ siciliana, como si la comunidad hubiera decidido espont¨¢neamente que el silencio era la mejor manera de mostrar la solidaridad con la familia afectada. Esa discreci¨®n ante los informadores y la falta de ostentaci¨®n que caracteriza a la que se ha considerado "una de las grandes fortunas de la provincia" son dos de los signos m¨¢s evidentes de esa arm¨®nica serenidad de la comarca de la Garrotxa. En esta ciudad de 27.000 habitantes el secuestro no entraba en el gui¨®n. Ricos y menos ricos compart¨ªan la calle y las fiestas con la tranquilidad que da una cultura interclasista y el control ancestral de una poblaci¨®n estable y fundida en el paisaje. De pronto, la comarca ha experimentado su vulnerabilidad. Y lo que es peor: se dice que los secuestradores podr¨ªan ser vecinos cercanos. Demasiadas cosas intangibles, demasiado bienestar moral, se ha puesto en juego en los largos minutos en los que la ciudad est¨¢ incompleta.