Sobre la utilidad del CDS
EL CDS no desaparecer¨¢ mientras exista una demanda social de un centro pol¨ªtico organizado de forma aut¨®noma, afirma el autor. Con un mapa electoral a¨²n por definir, y con un riesgo cierto de incremento de la abstenci¨®n, la existencia de un partido nacional centrista como el CDS -que celebra su quinto congreso este fin de semana- puede responder a los deseos de un sector del electorado.
De un tiempo a esta parte es lugar com¨²n en los medios de comunicaci¨®n social la idea de que el Centro Democr¨¢tico y Social (CDS) ha desaparecido o est¨¢ a punto de desaparecer del escenario pol¨ªtico espa?ol. Como toda idea pol¨ªtica, no es inocente, tiene un origen y persigue un fin. En el origen se encuentran factores tanto externos como internos. Entre los primeros, el deter¨ªoro sufrido por la imagen de ambig¨¹edad e indefinici¨®n que dio el partido a consecuencia de los acuerdos con el PP y con el PSOE; entre los segundos, la escasa capacidad organizativa para reaccionar contra esta falsa impresi¨®n.En cuanto al fin, lo que se persigue con la machacona insistencia en la desaparici¨®n del CDS es ver convertidos alg¨²n d¨ªa los deseos en realidad. Y es que, en efecto, el CDS es un partido molest¨® porque, como todo partido de centro, es competidor natural en el espacio de voto friccional de conservadores y socialistas.
Sin embargo, el resultado de las elecciones municipales y auton¨®micas de mayo del a?o pasado muestra que el CDS mantiene importantes posiciones en las ¨¢reas rurales, donde cuenta con una notable representaci¨®n municipal de m¨¢s de 3.000 concejales y cerca de 400 alcaldes. Aunque exhibe tambi¨¦n el fracaso en otras ¨¢reas, como las metropolitanas, en las que el partido ha vuelto a tasas pr¨®ximas a las de las elecciones locales de 1983; es decir, al nivel de aceptaci¨®n y conocimiento que ten¨ªa pocos meses despu¨¦s de su fundaci¨®n.
Estos datos marcan la faz de un partido que en sus 10 a?os de historia ha pasado por diversas vicisitudes, pero que se mantiene vivo por el impulso de sus militantes y por la certidumbre de su utilidad en la actual coyuntura espa?ola. Ahora bien, la fuerza de la voluntad, siendo importante en las empresas pol¨ªticas, no es suficiente por s¨ª sola. Para que ¨¦stas enra¨ªcen y crezcan tienen que darse unas determinadas condiciones de posibilidad, entre las que no son las de menor importancia las que aporta con su trabajo la propia organizaci¨®n.
El CDS tiene y tendr¨¢ viabilidad mientras sea un partido ¨²til a los espa?oles. Diez a?os de hegemon¨ªa de un sol¨® partido pol¨ªtico han mostrado que no siempre es el voto m¨¢s ¨²til el que se dirige a las grandes formaciones. A menudo, el poder ejercido en t¨¦rminos hegem¨®nicos desemboca en abuso de poder. Otras veces, la ausencia de mecanismos suficientes de fiscalizaci¨®n y control por parte de una oposici¨®n muy decrecida facilita la aparici¨®n de pr¨¢cticas irregulares en la administraci¨®n de la cosa p¨²blica.
Partidos medios
El juego de contrapesos necesario en la democracia exige la presencia de partidos medios como el CDS, partidos con un programa di¨¢fano de reformas institucionales que dignifiquen la vida pol¨ªtica y con un compromiso claro con los electores de ejercer la acci¨®n cr¨ªtica y el control del poder. En estas circunstancias, votar a un partido medio puede ser m¨¢s ¨²til que hacerlo a un partido grande. Con ello se aleja el riesgo de repetir una mayor¨ªa absoluta en la representaci¨®n parlamentaria, de p¨¦simas consecuencias en nuestra reciente historia, y se facilita y potencia la acci¨®n pol¨ªtica de riguroso control sobre los gobernantes.
?ste es el escenario habitual en Europa. En ¨¦l se mueven los distintos actores pol¨ªticos, sin que el tama?o determine su importancia o su utilidad social.
En Espa?a, por el contrario, el electorado est¨¢ marcado por una imagen bipolar de la pol¨ªtica. Es una imagen falsa que a poco que se ahonde se ve que no se corresponde con el rico pluralismo de nuestra sociedad. Pero, como tantas otras falacias de nuestra cultura pol¨ªtica, es una imagen alentada por importantes sectores de la derecha y de la izquierda que, con una abultada falta de visi¨®n, tienden a reproducir algunos medios de comunicaci¨®n.
El CDS naci¨® con el deseo de ser la expresi¨®n organizada del electorado centrista, que en Espa?a, como en todas las sociedades posindustriales, es mayoritario. Nuestro electorado, aun contando con un importante componente rural, es fundamentalmente urbano. Est¨¢ integrado por peque?os empresarios, funcionarios, trabajadores aut¨®nomos, profesionales y obreros especializados del sector moderno de la econom¨ªa. Se trata de un electorado favorable a las reformas estructurales y a la modernizaci¨®n econ¨®mica y social; con un nivel cultural y de informaci¨®n superior a la media y con tendencia a largo plazo al aumento de su peso relativo en la sociedad espa?ola. Estas caracter¨ªsticas definen al CDS como un partido progresista y constituyen un determinante fundamental de cualquier estrategia pol¨ªtica y parlamentaria.
La atenci¨®n prioritaria a estos sectores nos lleva a formular propuestas congruentes con sus intereses. No se trata tanto de proponer soluciones para todos cuanto de proponerlas para los grupos sociales que constituyen nuestro soporte, potencial. En este sentido, el CDS viene realizando una labor intensa en el Parlamento y con las organizaciones sociales representativas de los grupos aludidos. ?C¨®mo puede afirmarse sin faltar a la verdad que el CDS est¨¢ muerto cuando se examina la ingente cantidad de iniciativas presentadas en estos ¨²ltimos meses para combatir la corrupci¨®n, reducir los gastos electorales, atender las justas demandas profesionales de los empleados p¨²blicos o garantizar los niveles de vida de nuestra poblaci¨®n agraria en la nueva etapa europea que inaugura Maastricht?
Canales de difusi¨®n
El problema es que todav¨ªa no hemos conseguido vencer el c¨ªrculo vicioso con la pol¨ªtica informativa de los ¨²ltimos a?os. Lo que hacemos interesa objetivamente a muchos, pero no encuentra canales de difusi¨®n adecuados en la prensa porque ¨¦sta vive a¨²n la inercia de nuestra irreal desaparici¨®n. Vencer esta dificultad con una relaci¨®n de transparencia y mutuo conocimiento con la prensa es uno de los objetivos b¨¢sicos de esta etapa que saldr¨¢ reforzado del pr¨®ximo congreso nacional del partido.
En cuanto al complejo asunto de los pactos, tenemos la siguiente situaci¨®n parad¨®jica: la gente no quiere mayor¨ªas absolutas porque sospecha que dan lugar al clientelismo y la corrupci¨®n, pero tampoco quiere Gobiernos minoritarios, que resultan inestables y d¨¦biles. Lo natural ser¨ªa, por consiguiente, que aceptara en determinadas condiciones una pol¨ªtica de acuerdos que facilitara la gobernabilidad sobre la base de los compromisos program¨¢ticos de las fuerzas coligadas. Sin embargo, en la pr¨¢ctica se tiende a rechazar toda pol¨ªtica de alianzas. Frente a ello, partidos como el CDS tienen que librar una dura batalla para trasladar a los electores que los acuerdos no son malos en s¨ª mismos, que todo depende de para qu¨¦ se pacte. Evidentemente, no es lo mismo pactar para alcanzar el poder que hacerlo para asegurar el desarrollo estable de una determinada pol¨ªtica.
Cuando el CDS ha pactado con otras fuerzas pol¨ªticas, lo ha hecho guiado del deseo de procurar soluciones adecuadas a las necesidades de los electores. Esto quiere decir que nos hemos planteado los pactos como una pol¨ªtica de Estado para asegurar la gobernabilidad de las instituciones. No puede decirse lo mismo de las intenciones de las otras fuerzas. En nuestro caso est¨¢ fuera de dudas que ni el PSOE ni el PP, socios puntuales en sendas ocasiones, actuaron con miras elevadas. De su comportamiento posterior acus¨¢ndonos de derechizaci¨®n, unos, o aprovechando las debilidades de nuestra estructura organizativa, el otro, para vampirizarnos dirigentes y militantes, se puede decir todo menos que responda a una pol¨ªtica de Estado.
El caso es que por estas razones y por otras que atienden a errores propios, el partido ha sufrido el clich¨¦ de mortecino y mudo. Hora es ya de que esa err¨®nea imagen desaparezca. El quinto congreso nacional, que el CDS celebra los pr¨®ximos d¨ªas 12 y 13 de diciembre, marcar¨¢ la pauta de una reactivaci¨®n en el orden externo. Si el CDS ha sabido superar sus divergencias internas y se muestra ahora seguro de ser una organizaci¨®n coherente y con capacidad para hacer aportaciones a la Espa?a de nuestros d¨ªas, ?por qu¨¦ no va a ser capaz de romper la frialdad y la indiferencia que todav¨ªa despierta, por el arrastre del pasado, en determinados medios de comunicaci¨®n? El CDS no desaparecer¨¢ mientras exista una demanda social de un centro pol¨ªtico organizado de forma aut¨®noma, aunque esa demanda s¨®lo cubra una parte del electorado autodefinido como de centro. Con un mapa electoral pr¨®ximo a¨²n por definir, y con un riesgo cierto de incremento sustancial de la abstenci¨®n, la existencia de un partido nacional centrista puede responder a los deseos de un sector del electorado.
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