Un mito por si solo
Con 23 minutos de retraso, a las 22.23 horas, la leyenda viva del rock brit¨¢nico irrumpi¨® en el escenario, pantalones y chaqueta negros, cinta en el pelo tambi¨¦n negra, sonrisa insinuada y una vieja Fender blanca entre las manos. En el escenario, el ¨²nico objeto decorativo era un candelabro con cuatro velas encendidas, como si Richards deseara a todas luces alejarse del mito Stones. Sonaron las notas de un viejo tema, Take it so hard, y qued¨® claro que, a pesar de todos los pesares, ese mito, el aut¨¦ntico sonido Stones estaba en su guitarra y en esos col¨¦ricos y punzantes riffs que le han llevado a los altares del pop-rock. Mientras tanto, la banda, en la que s¨®lo el saxofonista ha tocado en diversas giras de los Stones, sonaba compacta, directa y alejada del est¨¢ndar estoniano. Claro que una sonorizaci¨®n bastante deplorable (el t¨¦cnico era el propio de Richards) no permit¨ªa excesivas apreciaciones. El sonido mejorar¨ªa algo a lo largo de la noche, pero nunca lleg¨® a ser el ideal ante un personaje como Keith Richards.Incombustible
999 fue el segundo tema de la velada e inaugur¨® la tanda dedicada a- presentar su nueva grabaci¨®n, Main offender. Tras un par de temas, aparecieron lucecitas en el tel¨®n de fondo, ¨²nica concesi¨®n a la est¨¦tica esc¨¦nica y Richards se quit¨® la chaqueta tras cambiar varias veces de guitarra. Su imagen, parada en el centro del escenario e iluminada por un discreto foco, era la viva representaci¨®n del ?ockero por antonomasia, incombustible a pesar de sus 48 a?os. Lo que ya no fue tan incombustibe fue la m¨²sica presentada que, adoleciendo de una cierta linealidad y con el atractivo siempre centrado en su guitarra, no lleg¨® en ning¨²n momento a desatar los ¨¢nimos de la concurrencia como pod¨ªa haberse previsto. El p¨²blico se entreg¨®, pero con moderaci¨®n, y s¨®lo rompi¨® la pasividad cuando Richards abord¨® un tema de los Stones o dej¨® que su vocalista se paseara por senderos gospel.
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