Bollos divinos
Las monjas de clausura de Madrid se enfrentan con precauci¨®n al ¨¦xito de sus dulces
La receta de los roscones m¨¢s ricos de Madrid est¨¢ guardada tras las rejas del convento de la Visitaci¨®n, en la calle de San Bernardo. Al dulce olor acud¨ªan cada Navidad enjambres de mujeres capaces de aguardar durante horas para comprar a las salesas los redondos bollos a¨²n calientes. Pero las reposteras, que son pocas y tienen que rezar durante muchas horas, no daban abasto. "Las mujeres se peleaban para no irse con las manos vac¨ªas. As¨ª que decidimos dejar de hacerlos", contaba el pasado viernes la hermana Mar¨ªa Elena.
Las monjas de clausura de Madrid que se dedican a la reposter¨ªa se enfrentan al viejo dilema de escoger entre el c¨¦sar y Dios. La demanda creciente de sus dulces choca contra una producci¨®n limitada por las horas de oraci¨®n.Gruesos muros de piedra esconden los conventos de clausura de Madrid de los curiosos. Hasta 1950, el ¨²nico contacto de las monjas que los habitan con el mundo eran las visitas de sus familiares y de sus bienhechores. Pero aquel a?o, una carta pastoral de P¨ªo XII, Sponsa Christi, ampli¨® inesperadamente sus relaciones sociales. El Papa exhortaba a los conventos a producir y vender objetos artesanales.
"Todo el mundo trabaja para ganarse la vida, y nosotras no ¨ªbamos a ser una excepci¨®n", asiente sor Sagrario, en el convento del Corpus Christi. El torno de los monasterios, que antes giraba para recibir las limosnas, empez¨® a dar vueltas para vender los productos que con dedicaci¨®n religiosa elaboran las monjas. Para "vivir sin molestar a nadie ni pedir a nadie", las oraciones del claustro dejaron un hueco a los dulces y mermeladas, a los bordados, lavados, planchados y encuadernaciones.
Cuatro conventos
En Madrid, cuatro conventos de clausura se dedican a la reposter¨ªa. En pleno centro cocinan las salesas del convento de la Visitaci¨®n, en la calle de San Bernardo, y las jer¨®nimas del convento de Corpus Christi, en la plaza del Conde de Miranda. Fuera de la ciudad est¨¢n las dominicas, en Loeches, y el convento de las Beatas de San Diego, en Alcal¨¢ de Henares."?Ave Mar¨ªa Pur¨ªsima! lanza el cliente al torno ciego antes de expresar sus deseos. Fiel a las palabras m¨¢gicas, el torno se mueve hasta que aparece una cajita blanca con los preciados dulces dentro.
Sin m¨¢s publicidad que el boca a boca de los golosos compradores, las monjas venden en los conventos blancas pastas de Santa Eulalia, temblorosos tocinitos de cielo, oscuros sequillos, bocaditos de ¨¢ngel, tartas de Santo Domingo, huesos Fray Escoba, bizcochos de fruta, perrunillas, mantecadas, polvorones, nevaditos, almendras garrapinadas y muchos otros.
Las recetas son secretas; la elaboraci¨®n, artesanal y los precios, bajos, en comparaci¨®n con el mercado y el sabor. "Todo lo que utilizamos es natural: huevos, mantequilla, harina, az¨²car, chocolate, cerezas... Preferimos perder dinero a enga?ar a la gente con aditivos o conservantes", asegura sor Bel¨¦n, repostera y enfermera de las jer¨®nimas, que venden tambi¨¦n formas para hostias. Atra¨ªdo por el olor de los tocinitos de cielo, el alcalde, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, se escapa a veces del Ayuntamiento para acudir al torno del convento de Corpus Christi.
Las monjas aprovechan sus escasas salidas al mundo para comparar sus dulces con los ajenos. "En los escaparates se les ve un color como si llevaran piment¨®n", afirma mientras arruga la nariz la priora de las jer¨®nimas. La calidad de su reposter¨ªa ha atra¨ªdo a ¨¢vidos comerciantes deseosos de comercializar sus productos. "No lo hemos aceptado porque para cumplir tendr¨ªamos que dejar el coro. Nosotras no vamos al negocio", concluye la madre Encarnaci¨®n. "Si somos monjas, somos monjas".
Las religiosas de clausura no dan abasto. "El que canta, ora dos veces", afirma sor Sagrario. Y cantando y orando pasan sus d¨ªas, que empiezan a las seis de la ma?ana y terminan a las 22.20 con el silencio mayor. A la reposter¨ªa, de la que se ocupan normalmente unas cuatro personas de la veintena de religiosas de cada convento, dedican s¨®lo las ma?anas de la semana. Ellas dicen, entre bromas, que los dulces tienen bendiciones especiales. "Como todos los actos de amor a Dios, sirven para el bien del mundo", asegura la priora de las dominicas.
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