El islamismo, relevo del comunismo
Hace un mes, una delegaci¨®n del clero iran¨ª era recibida, a petici¨®n propia, por un cierto n¨²mero de representantes del mundo ¨¢rabe-isl¨¢mico en Naciones Unidas. Los miembros de esta delegaci¨®n declararon que hab¨ªan ido a llevar la Gran Noticia: la hora prevista por diversos textos sagrados hab¨ªa llegado. La hora de la movilizaci¨®n de todos los musulmanes para proteger su religi¨®n perseguida. Seg¨²n ellos, los textos dicen que el d¨ªa en que el islam sea atacado al mismo tiempo de Este a Oeste y de Norte a Sur, ese d¨ªa, el llamamiento a la guerra santa, que por lo general es un llamamiento al dominio sobre uno mismo, es decir, a la ascesis, se convertir¨¢ en un llamamiento a la violencia contra todos los enemigos del islam. ?Y qu¨¦ es lo que vemos hoy d¨ªa?, preguntaban los delegados iran¨ªes. Se aniquila a los musulmanes en la India y en Bosnia, en Palestina y en los pa¨ªses hermanos.Esta alusi¨®n a los "pa¨ªses hermanos" esconde en realidad lo esencial. De hecho, el verdadero conflicto no enfrenta s¨®lo a musulmanes contra no musulmanes, como ocurre en Egipto y en Sud¨¢n, donde las v¨ªctimas son los coptos y los negros cristianos o animistas. El conflicto enfrenta, y de manera m¨¢s tr¨¢gica todav¨ªa, a los musulmanes entre s¨ª, a los adeptos de un islam tolerante y a los de un islamismo que puede a veces ser fan¨¢tico. La guerra que se libra en Argelia y en T¨²nez, como la que se libra en Palestina y en Egipto, es una guerra civil, fratricida e interna a la religi¨®n musulmana. A grandes rasgos, es una guerra entre la tradici¨®n y la modernidad. Entre los que quieren islamizar la modernidad y los que quieren modernizar el islam. Lo que casi siempre se les escapa a los observadores es que en la propia historia del islam hay un movimiento reformador, que no es sin duda tan audaz como el movimiento de Lutero y Calvir¨ªo dentro del cristianismo, pero que suscita hoy en todo el planeta guerras de religi¨®n tan despiadadas y retr¨®gradas como las que condujeron, sobre todo en Francia, a las matanzas de protestantes.
Nos pregunt¨¢bamos qu¨¦ ideolog¨ªa podr¨ªa tomar el relevo del comunismo antes de que acabara este siglo. No queda m¨¢s que una candidata, y se refugia en la tercera gran religi¨®n monote¨ªsta (por orden cronol¨®gico de aparici¨®n): se trata de la ideolog¨ªa islamista. El comunismo era una pol¨ªtica que camuflaba una religi¨®n. El islamismo es una religi¨®n que camufla una pol¨ªtica. Pero en un caso y en otro hay la misma fuerza de arrastre, el mismo poder unificador y movilizador, la misma exigencia de renuncia a la libertad individual y de sumisi¨®n a un absoluto y, sobre todo, la misma capacidad reconfortante de dar un sentido al sufrimiento y a la muerte. ?sa es la tesis que defendi¨® en los a?os cincuenta un soci¨®logo del comunismo, el franc¨¦s Jules Monnerot, y que se resucita hoy en todos los institutos norteamericanos dedicados a los nuevos estudios denominados gesti¨®n del caos o estrategia de lo imprevisible.
Se ha se?alado que se hubiera podido comparar el comunismo con otra religi¨®n que no fuese el islam, Despu¨¦s de todo, el cristianismo est¨¢ dotado de todos los poderes atribuidos a las dem¨¢s religiones. Pero, por una parte, se observa que el cristianismo ha engendrado cismas, herej¨ªas y, sobre todo, una Reforma, y que, cada vez, se acentuaba la separaci¨®n de lo espiritual y lo temporal: al c¨¦sar lo que es del c¨¦sar. Por otra parte, el cristianismo ha perdido su capacidad movilizadora, salvo en casos muy especiales, como en Irlanda y en Polonia.
Centr¨¦monos en el af¨¢n de los expertos por distinguir entre islam e islamismo. No es ¨¦sa una distinci¨®n fundada en el estudio de los textos sagrados, puesto que la ambig¨¹edad musulmana viene de que Mahoma fue a la vez un jefe espiritual y un jefe guerrero, profeta y legislador, un santo y un pol¨ªtico. Pero en la tradici¨®n, y sobre todo durante la edad de oro de la civilizaci¨®n isl¨¢mica, en Bagdad, en Damasco, en Granada y en C¨®rdoba, las virtudes practicadas eran casi siempre las de la tolerancia, la hospitalidad, la curiosidad intelectual por las otras civilizaciones y el deseo de crear comunidades complementarias y armoniosas, aunque con sus diferencias. Durante toda la historia musulmana, el islamismo ha sido considerado mas o menos como una perversi¨®n del islam.
Lo que se denomina integrismo es, en primer lugar, una invenci¨®n cristiana. Naci¨® a mediados del siglo XIX, durante el famoso periodo del Syllabus. La primera palabra empleada fue. "integralismo". Encubr¨ªa una doctrina de rechazo a adaptarse a la sociedad industrial incipiente y un retorno m¨¢s a la letra que al esp¨ªritu de los famosos concilios de Caldea y de Nicea. Esta doctrina hac¨ªa prevalecer el poder del papado y de la Iglesia en detrimento de la monarqu¨ªa y de los ya entonces llamados cat¨®licos sociales. Pon¨ªa una ambici¨®n pol¨ªtica al servicio de un conservadurismo religioso, tra¨ªa aparejada la nostalgia por el orden feudal -trastocado dos siglos antes por los primeros grandes mercaderes italianos- y se apoyaba en deseos intermitentes de purificaci¨®n de un tono a veces inspirado en Savonarola.
Se encuentran bastantes aspectos de esta actitud en el islamismo, y no es casualidad que entre los musulmanes que se inquietan por ello est¨¦n en primer lugar los miembros de los c¨ªrculos t¨¦cnicos y pol¨ªticos, los intelectuales y sobre todo las mujeres. La resistencia al islamismo en los territorios palestinos, en Egipto, en T¨²nez y en L¨ªbano, se refugia a menudo entre las mujeres. Y sobre todo, por supuesto, entre las mujeres que disponen de ciertos ingresos.
De buena se han librado los expertos norteamericanos. En la ¨¦poca de la guerra fr¨ªa hab¨ªan inculcado a los estrategas una pol¨ªtica que no preve¨ªa de ninguna manera la perversi¨®n del islamismo y que encontraba en el islam prooccidental un escudo contra el comunismo sovi¨¦tico. Eso llev¨® a Estados Unidos a privilegiar sus relaciones con Arabia Saud¨ª e Ir¨¢n, e hizo incluso que en un primer momento se sospechara seriamente que estaba jugando la carta del islam en Argelia. Los propios expertos intentan adaptarse, como demuestra un art¨ªculo del Foreign Affairs, la revista que marca la pauta en el Departamento de Estado. Este art¨ªculo preconiza por primera vez la defensa del islam frente al islamismo. Algo m¨¢s f¨¢cil de expresar que de llevar a la pr¨¢ctica.
En efecto, en este plano, el ejemplo ideal citado por el gran orientalista Bernard Lewis es Turqu¨ªa. Aunque en Europa este pa¨ªs cargue con la cruz de sus pecados de anta?o contra los armenios y de hoy contra los kurdos, en Washington se le atribuyen meritorios esfuerzos por convertirse en una democracia laica y prooccidental.
Pero, teniendo en cuenta la supuesta fragilidad del r¨¦gimen turco, se prefiere poner como ejemplos a Marruecos y a T¨²nez, donde el islam es la religi¨®n oficial. En el primero de estos pa¨ªses, el islamismo todav¨ªa no es virulento; en el segundo, es perseguido implacablemente. No se menciona a Argelia porque se teme que la represi¨®n, con toda su intensidad, en un sistema que ha seguido siendo m¨¢s o menos colectivista, no haga sino alimentar el islamismo.
En todo caso, est¨¢ muy claro que los dos fantasmas que atormentan desde ahora a Occidente, e incluso al mundo, son, por una parte, el regreso a los tribalismos nacionalistas, y, por otra parte, la virulencia islamista que, como hizo no hace mucho el comunismo, crea la ilusi¨®n de que responde a las necesidades de los desheredados tanto en el interior de ?frica como en el coraz¨®n de la comunidad negra norteamericana.
es director del semanario franc¨¦s Le Nouvel Observateur.
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