El jard¨ªn de Aznar
LAS EXPLICACIONES del presidente del Gobierno sobre la cumbre de Edimburgo, un a?o despu¨¦s de la de Maastricht, podr¨ªan haber dado lugar a un debate sobre los problemas que en estos 12 meses han venido a cuestionar el optimismo algo ingenuo con que en la ciudad holandesa se contempl¨® el paso de la uni¨®n econ¨®mica a la pol¨ªtica en el proceso de construcci¨®n europea. Sin embargo, el olor a elecciones ha agudizado esa tendencia a sustituir ideas por frases que viene caracterizando al debate pol¨ªtico en Espa?a. Fue el caso, en particular, del l¨ªder conservador, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que se meti¨® en un jard¨ªn de frases y estuvo a punto de ser devorado por ellas.Dinamarca y Francia, incluso Suiza ahora, han demostrado que las poblaciones de los viejos Estados nacionales est¨¢n divididas sobre ese proceso; como m¨ªnimo, que tienen reservas respecto al desenlace: una estructura pol¨ªtica unitaria para una docena, y tal vez pronto docena y media, de Estados con lenguas, religiones y tradiciones hist¨®ricas netamente diferenciadas. Esa resistencia ha obligado a la Comunidad Europea a aceptar la excepcionalidad danesa, rectificando de hecho los criterios de Maastricht y estableciendo un precedente que seguramente ser¨¢ invocado en el futuro. De poco sirve negar esa evidencia, que merecer¨ªa un debate de ideas, y no s¨®lo un intercambio de alfilerazos. Sobre todo porque el proceso coincide con el aumento de la fiebre etno-nacionalista a las puertas mismas de la Comunidad y con la aparici¨®n, en el interior de ¨¦sta, de fen¨®menos disgregadores, como las ligas italianas y otros, expresivos del desconcierto de una parte de la poblaci¨®n ante un futuro poco claro.
En el Partido Popular (PP) hay bastante gente capaz de decir algo al respecto, y el momento era ¨®ptimo para hacerlo. Sin embargo, da la impresi¨®n de que en ese partido se considera. ahora sospechoso tener ideas si ellas no sirven para marcar distancias con el adversario. Es cierto que a Aznar le ha ido bastante bien con su pol¨ªtica de oposici¨®n frontal, pero puede seguir a punto de alcanzar la mayor¨ªa hasta el siglo XXI si eso es todo lo que hace. Su comentario sobre la Espa?a derrochona y pedig¨¹e?a fue un error, y cuanto antes lo reconozca menos flancos ofrecer¨¢ a sus enemigos. Adem¨¢s, no es coherente reprochar al Gobierno haber obtenido menos de lo posible despu¨¦s de haberle acusado de mendicante. Afirmar que los fondos de cohesi¨®n no resuelven los problemas de la econom¨ªa espa?ola no constituye un gran hallazgo argumental, especialmente si aqu¨¦l a quien se dirige la advertencia ha comenzado por reconocer esa obviedad. Naturalmente que esos fondos no resuelven la crisis de competitividad de nuestra econom¨ªa; pero hace un a?o el Parlamento en pleno consider¨® casi un mandato imperativo que la delegaci¨®n que acud¨ªa a Maastricht consiguiera equilibrar la participaci¨®n es pa?ola en el presupuesto comunitario mediante partidas como ¨¦sa de los fondos de cohesi¨®n.
Por ello, lo peor de la intervenci¨®n de Aznar fue el tono ligeramente mezquino con que se refiri¨® al acuerdo logrado al respecto. Empe?ado en desmontar una euforia que s¨®lo estaba en su propia cabeza, el l¨ªder conservador no comprendi¨® que cada vez son m¨¢s numerosos los ciudadanos hartos de ese sectarismo rutinario de los pol¨ªticos. El concurso de patriotismo a que se apunt¨® a prop¨®sito de la defensa de los intereses nacionales result¨® someramente rid¨ªculo.
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