Recuerdo del maestro y amigo
Hoy se cumple un a?o de la muerte de Jos¨¦ Miguel Barandiar¨¢n, considerado, pese a sus deseos, como el gran patriarca de la cultura vasca. El autor de este art¨ªculo recuerda aqu¨ª a este cient¨ªfico socarr¨®n y optimista que confiaba ciegamente en la providencia divina y el porvenir de la humanidad.
Apenas un tiro de piedra separa en Ataun (Guip¨²zcoa) la casa natal de Jos¨¦ Miguel Barandiaran, Perune-zaharra, de aquella que hizo construir cuando se le permiti¨® volver del exilio, en 1953, gracias a la intervenci¨®n de Antonio Tovar, interesado en que el sabio arque¨®logo impartiera unos cursos en la reci¨¦n estrenada c¨¢tedra de estudios vascos de Salamanca. Su ficha policial de "simpat¨ªas judeomas¨®nicas" ya no era obst¨¢culo, y a los pocos meses estaba en pie la casa nueva, Sara, que llam¨® as¨ª por el pueblo labortano donde residi¨® buena parte de aquellos a?os de exilio y donde era especialmente popular y querido. No hab¨ªa, claro, falta de respeto en el apelativo aphez tipia (el cura peque?o) con que se le conoc¨ªa en Sara a Barandiar¨¢n, de baja estatura.En aquella casa de Ataun, cerca del macizo de Aralar y del l¨ªmite con Navarra, me acogi¨® Barandiar¨¢n hace m¨¢s de 20 a?os, atendiendo mi petici¨®n de un lugar donde practicar la lengua vasca. Con 81 a?os a la saz¨®n, segu¨ªa con su horario de siempre: se levantaba a las seis de la ma?ana, trabajaba hasta las ocho, en que dec¨ªa misa, desayunaba, trabajaba, com¨ªa, paseaba, trabajaba, cenaba frugal¨ªsimamente y ve¨ªa el telediario, sin perd¨¦rselo, aunque aceptaba de buen grado que yo llamara al aparato de televisi¨®n gezur kutxa (caja de las mentiras). Aquel horario no era alterado salvo por la visita de amigos y disc¨ªpulos, que eran recibidos con la mayor cordialidad.
Algunos tuvimos adem¨¢s la fortuna de poder participar en las excavaciones arqueol¨®gicas veraniegas y disfrutar de aquellas ense?anzas que llamar¨ªamos peripat¨¦ticas si muchas no hubieran tenido lugar sin movernos de los yacimientos, a menudo mientras ¨¦l segu¨ªa dibujando, con su proverbial exactitud, las piezas que aparec¨ªan.
Socarr¨®n no pocas veces, serio otras, imparable en sus preguntas y acotaciones y obsesionado por huir de cualquier fantas¨ªa. "Aqu¨ª s¨®lo tenemos pura morfolog¨ªa", me dec¨ªa en uno de los descansos de la 0excavaci¨®n se?alando los materiales para dar a entender que hab¨ªa que ate nerse a los datos aportados por la propia excavaci¨®n. No estar¨¢ de m¨¢s recordar que Barandiaran empez¨® por las Ciencias Naturales (inter¨¦s reflejado en Apuntes de geolog¨ªa general y de la del Pa¨ªs Vasco, de 1932), de donde pas¨® a la Prehistoria. Era un cient¨ªfico escrupuloso, recolector fiel de hechos, costumbres y creencias. Con el paso del tiempo se dir¨ªa que su inclinaci¨®n positivista se fue acentuando. Caso llamativo es la segunda edici¨®n de su libro El hombre primitivo en el Pa¨ªs Vasco, donde Barandiaran suprimi¨® la parte te¨®rica. Recuerdo muy bien una larga conversa ci¨®n, en un yacimiento de la monta?a alavesa, el a?o 1965, en que el sabio antrop¨®logo se mostraba reticente con el pr¨®logo, para ¨¦l demasiado te¨®rico, de Los vascos, de Julio Caro Baroja.
No se entiende as¨ª qu¨¦ razones llevaron a Joan Prats (y, despu¨¦s, a Jon Juaristi) para establecer paralelos entre Barandiar¨¢n y Sabino Arana, hace un a?o. A la vista est¨¢ que Barandiar¨¢n se sit¨²a en los ant¨ªpodas del fundador del nacionalismo vasco, tan reacio a la tradici¨®n (por parad¨®jico que parezca), tan propenso a las fantas¨ªas y cuyo abanico de lecturas era manifiestamente reducido.
En la larga vida de Barandiaran hubo de todo, sin que los disgustos empezaran en 1936. Tengamos en cuenta que en el primer cuarto de siglo, para algunos, y, quiz¨¢ sobre todo, para muchos jerarcas eclesi¨¢sticos, dedicarse a los estudios vascos era pecado mortal de separatismo. Algunos otros se refer¨ªan a su obra de forma injuriosa y despectiva. Por ello anot¨® en su diario, en 1923"El rector del seminario de Vitoria declara que tales Anuar¨ªos [de Eusko Folkore] constituyen una mamarrachada. Tampoco quiere que pertenezcan al Museo Diocesano, que en breve se inaugurar¨¢ en el seminario, los objetos de prehistoria vasca y las l¨¢pidas romanas de ?lava que yo poseo, pues dice que son tonter¨ªas". Tambi¨¦n se prohibi¨® a Barandiar¨¢n acudir a las sesiones de la Sociedad de Estudios Vascos, porque, dec¨ªan, adem¨¢s de nacionalista era enciclopedista.
Olvido
Cierta derecha espa?olista de Vitoria tampoco perdon¨® a Barandiar¨¢n el informe que como censor de la di¨®cesis emiti¨® en 1930 sobre la masoner¨ªa. La petici¨®n hab¨ªa sido precedida de una fuerte campa?a ' antimas¨®nica, con actos de violencia en las calles. Pero, para sorpresa e indignaci¨®n de algunos, en el informe de Barandiar¨¢n la masoner¨ªa no quedaba del todo en el infierno.
Al comienzo de la guerra civil su laboratorio y su despacho fueron destruidos, desapareciendo buena parte de los materiales, libros y cartas. "Ya le llamaremos", fue la respuesta de las autoridades diocesanas a la pregunta de Barandiar¨¢n desde el Pa¨ªs Vasco de Francia. "Todav¨ªa estoy esperando que me llamen", sol¨ªa comentar amargamente, incluso muchos a?os despu¨¦s de volver a Ataun. En realidad, no le llamaron hasta 1981, cuando su doctorado honoris causa por la Facultad de Teolog¨ªa, en aquel seminario de Vitoria donde fuera vicerrector.
Pero todos los sinsabores dentro y fuera de la Iglesia los sobrellevaba Barandiar¨¢n con el mejor de los ¨¢nimos. Cuando yo le llev¨¦ algunas cartas y libros suyos, restos de su despacho en el seminario de Vitoria, me dijo: "Te agradezco lo que has hecho. Pero yo todo aquello lo he olvidado y perdonado. Adem¨¢s, yo mismo quiz¨¢ podr¨ªa haberme comportado como los requet¨¦s y falangistas si las circunstancias hubieran sido otras". Optimista nato, confiaba ciegamente en la providencia divina y el porvenir de la humanidad. Tal. como ¨¦l mismo confes¨®, se dedic¨® a sus estudios como parte de su acci¨®n pastoral y pensando en la formaci¨®n s¨®lida y moderna de seminaristas y sacerdotes, que deb¨ªan conocer muy bien el Pa¨ªs Vasco, campo de su ministerio, y las aportaciones contempor¨¢neas de la ciencia. As¨ª se explica la fundaci¨®n de revistas como Gymnasium (1927-1931), que fue suspendida por el obispo Mateo M¨²gica ante las quejas de algunos profesores porque, seg¨²n dec¨ªan, los alumnos ten¨ªan m¨¢s inter¨¦s en escribir en la revista que en estudiar Teolog¨ªa.
Con su habitual frivolidad, Ernesto Gim¨¦nez Caballero, en El Sol de Madrid, el a?o 1925, arremeti¨® contra el laboratorio de Eusko Folklore y el Anuario que Barandiar¨¢n hab¨ªa fundado en 1921, diciendo que la ciencia no pod¨ªa ser fiable cuando hab¨ªa fe de por medio. Barandiar¨¢n respondi¨® magistralmente, aunque con pseud¨®nimo (Rold¨¢n de Aranguiz), sin duda para no molestar a la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, en El Heraldo de Vitoria, y a los pocos d¨ªas fue secundado por el vasc¨®logo vitoriano Od¨®n de Apraiz, tambi¨¦n en El Sol.
Barandiar¨¢n no era, desde luego, ajeno al presente y futuro de Vasconia, aunque siempre guard¨® bien grabado el consejo del obispo Melo y Alcalde, quien en el momento de ordenar sacerdotes a Barandiar¨¢n y a sus compa?eros, en 1914, les exhort¨® a mantenerse apartados de toda actividad pol¨ªtica. Aquel d¨ªa se termin¨® el integrista que hasta entonces era Barandiar¨¢n y jam¨¢s volver¨ªa a significarse pol¨ªticamente. S¨®lo en defensa de la verdad, en 1945, escribi¨® pr¨¢cticamente todo el texto de Imperativos de mi conciencia, la valiente requisitoria del obispo de Vitoria Mateo M¨²gica, expulsado primero por la Rep¨²blica y luego por los franquistas.
Si la obra de Barandiar¨¢n ha impregnado nuestra vida, a uno le gusta traer a la memoria tambi¨¦n su bondad y su modestia. No pocos encontraron refugio y ayuda en Sara o en Ataun (alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que hablar de los jud¨ªos que, escapando del nazismo, recibieron la ayuda de Barandiaran). "Yo no soy experto en euskara", dijo cuando le nombraron miembro de la Academia de la Lengua Vasca en 1965. Y sol¨ªa repetir: "Agradezco los premios y las distinciones, pero eso no trae sabidur¨ªa". En fin, no le agradaba en modo alguno que le llamaran patriarca de la cultura vasca: "Yo no soy patriarca ni matriarca de nada".
Sirvan estas l¨ªneas como recuerdo del aphez e, del cient¨ªfico trabajador, bueno y optimista, en este 21 de diciembre, primer anivesario de su muerte.
es director del departamento de Filolog¨ªa Vasca (Universidad del Pa¨ªs Vasco) y miembro de la Real Academia de la Lengua Vasca.
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