La sombra de Bosnia
?Merece la pena morir por Sarajevo? No lo s¨¦. Pero s¨ª s¨¦ lo que acarre¨® a Europa la falta de decisi¨®n para morir por Gdansk (Danzig).Ante los at¨®nitos ojos de Europa se desarrolla un terrible drama. Mueren los musulmanes de Bosnia y sus tierras se las est¨¢n repartiendo los croatas y serbios. Y viendo todo eso, un observador polaco no puede olvidar otros repartos y otro exterminio que han pasado a los manuales de historia de su pa¨ªs. Entonces y ahora el mundo no sent¨ªa el menor deseo de intervenir, y si algo ha cambiado es para peor, porque hoy nadie quiere admitir a los refugiados de Bosnia que mueren de, fr¨ªo y hambre.
Todo eso ocurre con un pa¨ªs que, como es el caso de Yugoslavia, durante decenios fue la preferida de las democracias occidentales. La simpat¨ªa por Yugoslavia naci¨® al ser uno de los pa¨ªses que ofreci¨® m¨¢s resistencia a los fascistas. Se consolid¨® con su decidida oposici¨®n ante los dictados de Stalin y sigui¨® creciendo merced a la actividad que desarroll¨® en el movimiento de los no alineados, al liberalismo de su r¨¦gimen comunista, mayor que el de otros pa¨ªses, y al papel estabilizador que desempe?aba en la dif¨ªcil regi¨®n de los Balcanes.
Hoy, Yugoslavia es el mejor ejemplo de las terribles consecuencias que puede acarrear un desarrollo negativo de las situaciones inestables. Es el modelo m¨¢s horrendo de un conflicto ¨¦tnico. Particularmente condenada es Serbia, cuyo l¨ªder, el nacionalista Slobodan Milosevic, se ha convertido en s¨ªmbolo de la guerra. Milosevic, comunista, que se transform¨® en portavoz del nacionalismo de la Gran Serbia, es tratado tambi¨¦n como un ejemplo muy elocuente de la vitalidad de lasfuerzas procomunistas. Despu¨¦s de las elecciones en Rumania, Eslovaquia y Lituania se oye con frecuencia la opini¨®n de que el comunismo puede retornar. Subrayan ante todo esa posibilidad los partidarios de una gran purga anticomunista en los pa¨ªses que estuvieron dominados por el comunismo. Tambi¨¦n en Polonia.
?Pueden realmente retornar al poder los comunistas y el comunismo? El comunismo, evidentemente no; pero los, comunistas, s¨ª. El comunismo es un r¨¦gimen de dictadura totalitaria, monopartidista, que se defend¨ªa con ayuda de la censura, el cierre de las fronteras, el terror de la polic¨ªa pol¨ªtica y, por lo regular, con los tanques sovi¨¦ticos. En su nacimiento el comunismo apareci¨® como una gran promesa de justicia, pero ese comunismo seductor ya ha pasado a la historia. Su ideolog¨ªa ha muerto.
?Qui¨¦nes son hoy los comunistas? En su gran mayor¨ªa, en la Europa que gobernaron, eran personas que militaban en los partidos comunistas, porque eso les abr¨ªa el camino hacia los cargos y los ascensos. ?Cu¨¢ntos comunistas de esos hay? YeItsin, Kravchuk, Iliescu, Tudjman y muchas decenas m¨¢s pasaron alg¨²n momento de sus vidas, por diferentes razones, en las filas de los partidos comunistas. Hoy, todos ellos forman parte de la nueva ¨¦lite pol¨ªtica de los antiguos pa¨ªses comunistas. Esas ¨¦lites se caracterizan por ser muy reducidas y por generar equipos anticomunistas de muy poca consistencia, ya que apenas unos cuantos pueden jactarse de no haber pertenecido jam¨¢s al movimiento comunista. Los anticomunistas est¨¢n divididos, de la misma manera que lo est¨¢n las sociedades de sus pa¨ªses. Lo ¨²nico que los mantiene m¨¢s o menos juntos es el miedo ante una persecuci¨®n anticomunista, ante la agresividad manifestada por anticomunistas fan¨¢ticos, ante la discriminaci¨®n como ciudadanos.
?Qu¨¦ significa hoy la descomunistizaci¨®n que exigen los anticomunistas? Una simple lucha por el poder. Los cargos o viviendas arrebatados a los antiguos comunistas pueden convertirse en trofeos repartidos por el nuevo poder entre sus partidarios. La descomunistizaci¨®n servir¨ªa, asimismo, para meter en cintura a la sociedad. En los pa¨ªses de Europa del Este muy pocos son los que no temblar¨ªan ante una purga general anticomunista, porque los activistas del nuevo poder podr¨ªan utilizar para realizarla los, documentos, muchas veces falsificados, que elabor¨® la polic¨ªa pol¨ªtica de todos los pa¨ªses.
La pol¨¦mica sobre esa purga no es otra cosa que una pol¨¦mica sobre el car¨¢cter de los nuevos reg¨ªmenes. ?C¨®mo han de ser? ?Han de ser reg¨ªmenes anticomunistas o democr¨¢ticos? ?Las libertades ciudadanas han de depender de la pureza anticomunista del sujeto? ?Han de ser convertidos los comunistas en ciudadanos de segunda categor¨ªa? ?Podr¨ªan funcionar esos reg¨ªmenes como democracias en las que todos los ciudadanos son iguales?
Todas las grandes revoluciones tienen dos fases. La primera es la lucha por la libertad y los derechos del hombre y contra el 4espotismo del viejo r¨¦gimen. Esa es la fase de la toma de la Bastilla y de la liberaci¨®n de los presos. Pero hay una segunda fase que consiste en la m¨¢s brutal de las luchas entre los propios vencedores. Simbolizan esa fase el terror de los jacobinos y la guillotina funcionando las 24 horas del d¨ªa. Hoy vemos c¨®mo las revoluciones anticomunistas entran en la segunda fase. La consigna de la descomunistizaci¨®n forma parte del programa pol¨ªtico de aquellos que hablan de la necesidad de 9levar la revoluci¨®n hasta el fin". Y son ellos quienes han de hacerlo. La descomunistizaci¨®n es, seg¨²n ellos, un acto de justicia hist¨®rica. En Bohemia, los anticomunistas que se sintieron frustrados con la. "revoluci¨®n de terciopelo" emprendieron muy pronto la lucha por la "justicia hist¨®rica". En Eslovaquia, un papel similar desempe?¨® la consigna de "Eslovaquia para los eslovacos". Esas dos ret¨®ricas de la segunda fase de la revoluci¨®n en Checoslovaquia, la descomunistizaci¨®n en Bohemia y la idea de la soberan¨ªa estatal de Eslovaquia, condujeron a la desintegraci¨®n del Estado federado. En Hungr¨ªa, el mismo programa -una descomunistizaci¨®n radical y un Estado ¨¦tnico- fue propuesto por uno de los, l¨ªderes del partido que gobierna, Istvan Csurka. En Polonia, la ret¨®rica de la segunda fase de la revoluci¨®n abarca no solamente la descomunistizaci¨®n y la consigna de que "Polonia es para los polacos". Abarca, asimismo, la idea del "Estado cat¨®lico" y el populismo radical de los l¨ªderes sindicales.
La segunda fase de la revoluci¨®n siempre acarrea el desmoronamiento del consenso. Los procedimientos democr¨¢ticos son reemplazados por los procedimientos revolucionarios. Hoy se trata, pues, en los pa¨ªses de Europa del Este, de una lucha entre los partidarios del consenso, b¨¢sico para la democracia, y los fundamentalistas de diversa estirpe, opuestos a todo compromiso. La opini¨®n p¨²blica lituana rechaz¨® esa segunda, fase dando el voto mayoritario a las agrupaciones integradas por ex comunistas. Pero en Bosnia, donde se desmoron¨® el consenso en tomo a los procedimientos democr¨¢ticos y a los principios del Estado integrado por m¨²ltiples etnias, estall¨® una guerra muy sangrienta cuyo fin parece imposible.
No creo en la posibilidad de la restauraci¨®n del sistema comunista, pero s¨ª en la posibilidad de que se desmorone la democracia, triunfe el populismo y todo se suma en el caos. Precisamente dentro del populismo triunfante habr¨ªa sitio suficiente para una alianza entre los comunistas ortodoxos y los anticomunistas rabiosos. Los antiguos pa¨ªses comunistas se encuentran, pues, ante una encrucijada que puede conducirlos hacia caminos similares a los que recorri¨® Espa?a para salir de la dictadura o hacia derroteros como la teocracia iran¨ª, en la que el despotismo del sha fue reemplazado por la dictadura de los ayatol¨¢s. ?En qu¨¦ direcci¨®n ir¨¢n nuestros pa¨ªses? ?Copiar¨¢n el modelo de Espa?a o el de Ir¨¢n? Existe tambi¨¦n el modelo de Bosnia.
Cuando pienso en Bosnia me siento avergonzado.
es director del diario polaco Gazeta Wiborcza.
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