Alarma prematura
Lo QUE vaya o no a suceder en Espa?a dentro de 50 a?os es algo que no tiene inter¨¦s prioritario para las generaciones actuales de espa?oles. ?Qui¨¦n puede predecirlo, adem¨¢s? Pero s¨ª lo tiene lo que parece probable que suceda en un plazo m¨¢s corto; por ejemplo, una d¨¦cada. En este sentido, la previsi¨®n, deducida del an¨¢lisis del ¨²ltimo censo de poblaci¨®n, de que Espa?a tendr¨¢ en el a?o 2040 diez millones de habitantes menos que en la actualidad -cerca de 39 millones-, en el caso de que se mantenga su actual tasa de 1,3 hijos por mujer, tiene m¨¢s de conjetura que de predicci¨®n cient¨ªfica. Pero cuando tal previsi¨®n se proyecta sobre un horizonte temporal m¨¢s pr¨®ximo gana en verosimilitud y en inter¨¦s.En este sentido, no es preocupante todav¨ªa que la actual tasa de natalidad perdure durante algunos a?os en Espa?a, por m¨¢s que ya est¨¦ bastante lejos del ¨ªndice de 2,1 en que se sit¨²a el nivel de reposici¨®n generacional. Lo preocupante ser¨ªa que, en el largo plazo de varias generaciones, la tasa de natalidad se mantuviera por debajo de la de reposici¨®n, produci¨¦ndose as¨ª un descenso sustancial de la poblaci¨®n espa?ola. Pero no es probable que ello suceda. La experiencia de otros pa¨ªses indica que la din¨¢mica social corrige esa tendencia cuando se prolonga un cierto tiempo. El caso m¨¢s llamativo es Suecia, hasta no hace mucho paradigma del control de la natalidad, que actualmente casi dobla el ¨ªndice de fertilidad espa?ol. De ah¨ª el car¨¢cter eminentemente te¨®rico de la proyecci¨®n a 50 a?os vista de la actual tasa de natalidad sin tener en cuenta la incidencia de otros factores en la evoluci¨®n de los comportamientos sociales.
Espa?a, como algunos otros pa¨ªses del sur de Europa, ha adoptado tarde, pero con decisi¨®n, las pautas de comportamiento demogr¨¢fico de los pa¨ªses europeos m¨¢s avanzados. Tanto que mientras estos pa¨ªses remontan actualmente la pendiente demogr¨¢fica sobre la que se hab¨ªan deslizado en la d¨¦cada de los setenta, Espa?a -pero igualmente Italia, Grecia y Portugal- todav¨ªa no ha tocado fondo. Es explicable que ello sea as¨ª. El retraso hist¨®rico de estos pa¨ªses respecto de los m¨¢s avanzados puede producir esa descompensaci¨®n transitoria entre ellos. Y no s¨®lo en el aspecto demogr¨¢fico. En Espa?a, como ha sucedido en los pa¨ªses m¨¢s modernos, la transformaci¨®n ocupacional y cultural de la mujer se ha revelado como el factor m¨¢s inmediato en la demograf¨ªa. La mujer espa?ola ha resuelto la contradicci¨®n entre vida familiar y laboral como lo hicieron en su momento las europeas y norteamericanas: planificando sus hijos, lo que ha conllevado una ca¨ªda vertical de la tasa de fecundidad, al menos en una primera fase.
No existe, de momento, raz¨®n para alarmarse por los efectos de un desequilibrio demogr¨¢fico que parece reversible. Lo cual no quiere decir que los poderes p¨²blicos no adopten medidas que coadyuven a ese cambio de tendencia, como, por ejemplo, facilitar que la- ocupaci¨®n laboral de la mujer -su tasa de actividad todav¨ªa est¨¢ lejos de la media europea, a pesar de su crecimiento en la ¨²ltima d¨¦cada- no sea un obst¨¢culo casi insalvable a su maternidad.
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