Otro americano en Par¨ªs
Ballet de la Opera de Par¨ªs
In the night. Dances at a gathering. The Concert. Coreograf¨ªas de Jerome Robbins. M¨²sica: Frederic Chopin. Piano: Henri Barda. Direcci¨®n orquestal: Hugo Fiorato. Sala Garnier. Par¨ªs, 26 de diciembre.
Par¨ªs se ha rendido incondicionalmente al core¨®grafo Jerome Robbins (Nueva York, 1918). Es otra capitulaci¨®n de la magna casa del ballet franc¨¦s al nuevo mundo. La primera fue George Balanchine (que era georgiano), y, si se ¨¦s riguroso, en realidad ¨¦sta de Robbins es la tercera. La segunda fue la vanguardista de California Carolyn Carlson (que es de sangre finlandesa).La adecuaci¨®n de la plantilla del Ballet d¨¦ la ¨®pera de Par¨ªs al exigente canon de J. R. -como le llaman en la intimidad- es fluida y casi ideal. Y es que hay algo de uni¨®n secreta entre el estilo Robbins y ese deje de la elegancia parisiense, un cierto abandono sin perder la compostura.
Hoy por hoy, este es el primer conjunto de ballet del mundo occidental; destila calidad, t¨¦cnica y cohesi¨®n, y este programa de Robbins-Chopin es de lo mejor que se ha producido internacionalmente- a lo largo de 1992. Los bailarines est¨¢n que ni pintados, pues, adem¨¢s de hacer todo lo que marca la lectura de las obras, que ya es dif¨ªcil, le dan un toque ancien r¨¦gime, que en ballet puede entenderse positivamente por buen gusto.
Por otra parte, es muy importante el asentamiento europeo del repertorio de Robbins y su estilo, que es el, de un genio raro, particular y de una trascendencia enorme. Rico en inventiva, experto en hacer que la coreograf¨ªa sobreviva y supere en s¨ª misma cualquier circunstancia o argumento, el artista teje y desteje su obra con soltura. Es protot¨ªpico de la escuela de Nueva York, es decir: exigente en lo t¨¦cnico hasta deslumbrar, pero heredero en buena lid del cosmos cultural europeo.
Robbins no es superficial, simplemente se interesa por la apariencia de las cosas y las s¨ªtuaciones derivadas de ese nivel de la realidad. Su estilo, as¨ª visto, es perfecto en estas tres piezas maestras de distinto gusto, frescas como lechugas reci¨¦n sacadas del huerto de su talento.
In the night (1970) tuvo el mejor reparto posible. Tres parejas evolucionan valseadamente ante un cielo estrellado, donde se intuyen a lo lejos r¨¢fagas de nubes rojizas y tintineantes ara?as de cristal. Es el acto del deseo de la danza, que pasa del amor adolescente a la pasi¨®n madura, siempre bajo el control sugerente de los nocturnos chopinianos. No puede olvidarse que Robbins posee una vasta experiencia en el musical de Broodway y en el cine. Sabe como no aburrir, pues estos argumentos en otras manos habr¨ªan resultado ladrillos coreogr¨¢ficos. Elisabeth Platel, Isabelle Guerin y Monique Loudires fueron eficazmente acompa?adas por los tambi¨¦n estrellas Laurent Hilalre y Manuel Legris, adem¨¢s de la revelaci¨®n Nicolas le Riche, todos verdaderos caballeros en sus respectivos papeles.
Una aristocr¨¢tica estrella
Dances at a gathering (1969) es largo, pero equilibrado, reflejando la lejana pero firme influencia de su mentor, Anthony Tudor. Aqu¨ª brill¨® Claude de Vulpian, la m¨¢s madura y aristocr¨¢tica de las estrellas actuales de la ¨®pera, que con sutil arrojo hizo su peque?a, pero hermosa variaci¨®n. Haciendo justicia, hay que decir que ¨¦ste es otro de los proyectos heredados de la etapa de Rudolf Nureyev, que, seg¨²n algunos allegados, agoniza lentamente y en solitario en un hospital militar de las afueras de Par¨ªs aislado del mundo y con protecci¨®n directa del Gobierno franc¨¦s. Estas dos coreograf¨ªas antes mencionadas ser¨¢n vistas en febrero en el teatro del Liceo de Barcelona, dentro del segundo programa, que ofrecer¨¢ all¨ª el conjunto parisiense.
Finalmente, cerr¨® el programa The concert (1956), una obra maestra por donde quiera que se mire: humor, sentido del ritmo, y un esp¨ªritu ir¨®nico que sin molestar a nadie descubre las miserias internas del mundo del ballet.
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