Manifiesto contra la desesperanza
Europa est¨¢ inmersa en una crisis multidimensional. Las gentes del campo se enfrentan al final de un ciclo hist¨®rico de cultivos sin que sus Gobiernos hayan previsto medidas alternativas de activaci¨®n del medio rural, a pesar del importante papel que la ciencia podr¨ªa haber desempe?ado. Esta situaci¨®n, unida a las dificultades de mantener la pol¨ªtica agraria comunitaria por el rechazo que genera en los productores del resto del mundo y las propias contradicciones internas de esa pol¨ªtica, est¨¢ generando un desasosiego social que en pa¨ªses como Francia evoca ya las violentas revueltas campesinas de anta?o.En el ¨¢mbito econ¨®mico, los trabajadores se ven abocados al paro en n¨²meros alarmantes, a ra¨ªz de la recesi¨®n econ¨®mica que vive Europa. En Espa?a, la crisis se ve agravada por el final de una pol¨ªtica econ¨®mica que pretendi¨® eludir la realidad y los sacrificios necesarios para mejorarla. La pol¨ªtica de elevados tipos de inter¨¦s para atraer capital extranjero impuls¨® al alza la paridad de la peseta. Mientras se constre?¨ªa as¨ª la capacidad exportadora del pa¨ªs, el abaratamiento desproporcionado de las importaciones conten¨ªa el ¨ªndice de inflaci¨®n, hasta el punto de dar la apariencia de que aqu¨ª los aumentos salariales pod¨ªan sobrepasar a los de pa¨ªses competidores.
El golpe que acab¨® con la ilusi¨®n de la cuadratura del c¨ªrculo lo propinaron las incertidumbres surgidas en Europa en torno al Sistema Monetario Europeo y, por tanto, sobre la paridad futura de la divisa nacional. Esta amenaza ahuyent¨® el capital extranjero, al que no le bastaron ya los beneficios inmediatos que procuraban los elevad¨ªsimos tipos de inter¨¦s.
Los espa?oles descubren ahora que no hay alternativa a la necesidad de competir en los grandes espacios abiertos que se inauguran en 1993, y que para ello es indispensable aumentar su capacidad de innovaci¨®n. De nuevo la ciencia puede hacer una contribuci¨®n decisiva al dise?o de la nueva estrategia industrial.
En el ¨¢mbito pol¨ªtico, los ciudadanos europeos quieren corregir la manera convencional de ejercer el poder. Los fallos en los mecanismos de participaci¨®n han desvirtuado los esquemas de representaci¨®n popular, de manera que los abusos de poder no se controlan debidamente y prolifera la corrupci¨®n. Como se apunta m¨¢s adelante, la reforma de la gesti¨®n de proyectos sociales pasa tambi¨¦n por la irrupci¨®n de los conocimientos en la pol¨ªtica.
De la misma manera que la revoluci¨®n cient¨ªfica termin¨® con el concepto de la ciencia como patrimonio de la Iglesia o del Estado, de id¨¦ntica forma se ha puesto de manifiesto el infantilismo de querer profundizar en la realidad desde la perspectiva de una sola clase de espacio ideol¨®gico. La nueva cultura pol¨ªtica que este cambio comporta conduce inevitablemente al rechazo frontal del imperio de la burocracia. Aferrada al ejercicio del poder por decreto, la burocracia se convierte en el agresor cotidiano del ciudadano de la sociedad abierta.
La guerra civil de Yugoslavia constituye otra dimensi¨®n de la crisis que est¨¢ minando la credibilidad de las instituciones europeas y dividiendo en dos bandos a la opini¨®n p¨²blica: los que rechazan la intervenci¨®n colectiva que no sea limitada y por motivos estrictamente humanitarios y aquellos que, enfrentados a la evidencia de delitos graves contra la humanidad provocados por la pol¨ªtica de depuraci¨®n ¨¦tnica, no pueden soportar el sentimiento de culpabilidad inducido por actitudes pasivas ante atrocidades similares a las cometidas por el nazismo, sin que pueda alegarse ahora desconocimiento de lo que revelan los medios de comunicaci¨®n todos los d¨ªas.
El a?o 1993 no tiene por qu¨¦ ser necesariamente aquel en que se exacerbe y ampl¨ªe la crisis que conmueve ahora a todos los ciudadanos conscientes de Espa?a y del resto de Europa.
La incertidumbre y el miedo a las transformaciones que se avecinan no deber¨ªan s¨®lo alimentar la desesperanza, sino tambi¨¦n servir de acicate para que los espa?oles modificaran la cultura heredada para abordar sin traumas esas transiciones.
La industria del conocimiento constituye ya, incluso en Espa?a, un n¨²cleo de gran importancia econ¨®mica y financiera, siendo uno de los pocos sectores productivos que arrojan elevadas tasas de crecimiento y expectativas crecientes de mercado e inversiones.
El recurso a los conocimientos y a la cultura cient¨ªfica es el fundamento del desarrollo econ¨®mico y social. La industria del conocimiento se ha convertido en una cuesti¨®n p¨²blica de la m¨¢xima prioridad y, muy posiblemente, en la nueva frontera en la que est¨¢n embarrancando pa¨ªses como Espa?a.
Los cambios que comporta la potenciaci¨®n de la industria del conocimiento no pueden llevarse a cabo sin insertar en la cultura heredada de los espa?oles la componente cient¨ªfica y t¨¦cnica que ahora lamentablemente les falta.
Es preciso dar la vuelta al rechazo quijotesco de la prueba, y de la experimentaci¨®n, a la imposici¨®n burocr¨¢tica de la uniformidad en lugar de la gesti¨®n eficaz de la diversidad; al localismo exacerbado en lugar del universalismo; a la gesti¨®n de proyectos colectivos desde supuestos partidistas, en lugar de recurrir al esfuerzo multidisciplinar caracter¨ªstico de la ciencia. En definitiva, es preciso dar la vuelta a la vigencia generalizada de falacias en vez del recurso a los conocimientos.
Cada vez es m¨¢s necesario que la opini¨®n p¨²blica comprenda la importancia y las consecuencias pr¨¢cticas de esta situaci¨®n. Decir que Espa?a necesita hoy m¨¢s que nunca asimilar -y no s¨®lo comprar- la componente cient¨ªfico-t¨¦cnica de la cultura no equivale a predicar la tecnocracia ni la supremac¨ªa de la ciencia. Se trata de integrar la cultura human¨ªstica que permita a los espa?oles competir y progresar.
En los ¨²ltimos 20 a?os se ha producido el salto cualitativo en el desarrollo del capital humano que protagoniza el esfuerzo cient¨ªfico en Espa?a. Nadie subestima en el extranjero la calidad de los cient¨ªficos espa?oles, que compiten perfectamente en los centros de investigaci¨®n m¨¢s sofisticados del mundo. Lo que falla son los canales de transferencia e interlocutores en los procesos productivos.
Espa?a adolece, en mucha mayor medida que el resto de los pa¨ªses europeos, del defecto que el Programa Marco Europeo para la Ciencia y la Tecnolog¨ªa imputa a Europa en su conjunto al compararla con Jap¨®n y Estados Unidos: las distorsiones y obst¨¢culos en el proceso de estimulaci¨®n cient¨ªfica por parte del aparato productivo.
S¨®lo el recurso decidido y sistem¨¢tico a los conocimientos cient¨ªficos puede reducir el impacto negativo de esas distorsiones. Para ello es imprescindible:
- Concienciar a la comunidad cient¨ªfica de su creciente
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