El Ni?o
Hoy nos va a tocar el gordo de la Loter¨ªa del- Ni?o a todos los que no nos toc¨® la Loter¨ªa de Navidad. Y seremos mucho m¨¢s agraciados que aquellos, no s¨®lo por nuestra cara bonita (y nuestro distinguido porte) sino porque sabemos valorar la importancia de los sorteos.La Loter¨ªa del Ni?o es la que gusta a la afici¨®n. La otra es para aficionad os; gente sin vocaci¨®n lo tera que juega porque esa es la tradici¨®n, y cuando le toca, pega cabriolas, sale en los peri¨®dicos abrazada al carnicero, ense?a a los fot¨®grafos su participaci¨®n y, si bien se mira, resulta que equivale a cuatro cuartos. La de hoy, en cambio, pro duce mejores prestaciones, la pedrea tiene fundamento -?dos duros por peseta, Dios m¨ªo-, el gordo viene cargado de millones y el premiado es un se?or. El premiado en la Loter¨ªa del Ni?o, ni brinca, ni abraza, ni ense?a. Por el contrario, se va al banco a la chita callando, pide que comparezca el presidente, le pone firmes, negocia la imposici¨®n y se despide dici¨¦ndole: "Adi¨®s, colega".
Puede ocurrir, claro, que alguien, por puro error de la fortuna, se quede sin gordo, pero eso no debe producirle ninguna frustraci¨®n. La vida cotidiana del pobre -echarse a la calle de amanecida, fichar, el caf¨¦ de las 11, el jefe, el escalaf¨®n, el convenio, los anticipos, el descanso dominical, la ilusi¨®n de las pr¨®ximas vacaciones- se desarrolla en plenitud, amenizada por la emocionante peripecia de llegar a fin de mes.
La vida cotidiana del rico, en cambio -levantarse a las 12, jugar al golf con el presidente del banco, reuniones de alto copete-, carece de aquellas emociones y, adem¨¢s, acaba mal: siempre le da m¨¢s rabia morirse a un rico que a un pobre.
Triste fin el que nos espera a los agraciados con el gordo de la loter¨ªa del Ni?o. Tambi¨¦n es mala pata, caramba.
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