Medallas y negocio
PAGAR A los confidentes con droga, sin otro control que el derivado del criterio de los polic¨ªas, es un procedimiento condenable en s¨ª mismo: porque nunca el supuesto buen fin justificar¨¢ medios delictivos. Pero es adem¨¢s ineficaz: estimula, m¨¢s que evita, nuevos delitos. El levantamiento del secreto del sumario abierto contra 11 guardias civiles acusados de suministrar coca¨ªna a varios confidentes ha confirmado las peores sospechas, hasta el punto de que ya no se sabe si esa pr¨¢ctica irregular fue la causa de la posterior corrupci¨®n de los guardias o s¨®lo la coartada para encubrir su participaci¨®n en negocios de narcotr¨¢fico. Al mismo tiempo, el sumario aporta indicios de que algunas operaciones de importaci¨®n de droga y captura del alijo correspondiente fueron montajes destinados a favorecer el lucro personal de algunos de los componentes de ese grupo de agentes corruptos o a encubrir sus actividades.Si tales indicios se confirman, estar¨ªamos ante un asunto de enorme gravedad. No s¨®lo por lo que significa de descontrol policial, sino por el descr¨¦dito que recae sobre el Estado. La cosa viene de lejos, al menos desde 1989, y en la trama aparecen -algunos altos cargos, como el teniente coronel Quintero, segundo jefe de la unidad central antidroga. Tambi¨¦n, seg¨²n las declaraciones de alguno de los detenidos, el coronel Arsenio Ayuso, retirado de la jefatura del servicio fiscal y antidroga de la Guardia Civil en agosto de 1990, pero que sigue siendo asesor del director general, Luis Rold¨¢n. Naturalmente, ser¨¢n los tribunales quienes separen el grano de la paja del abundante material recogido en la investigaci¨®n. Pero con lo que se sabe a ciencia cierta hay suficiente para concluir que una verdadera mafia organizada ha gangrenado los servicios antidroga de la Guardia Civil. Y que sin una limpieza a conciencia de esos bajos fondos, la impunidad estimular¨¢ la persistencia de mafias como las que ya revelaron casos como el del Nani o los GAL.
Las impresionantes revelaciones del sumario publicadas estos d¨ªas por la prensa cubren de rid¨ªculo, por lo dem¨¢s, a quienes acusaron al juez Garz¨®n de precipitaci¨®n o irresponsabilidad por haber ordenado las detenciones de los supuestos corruptos. Al hacerlo no dejaba inerme al Estado frente al narcotr¨¢fico, sino, por el contrario, asestaba a ¨¦ste un golpe tal vez m¨¢s eficaz que algunas espectaculares operaciones que ya no sabemos si fueron lo que parec¨ªan o s¨®lo parte de una siniestra comedia. La corrupci¨®n tiene tendencia a ir de la mano con la incompetencia. Ojal¨¢ que la depuraci¨®n de los corruptos que aspiraban a la vez a ganar medallas persiguiendo el tr¨¢fico y a hacer negocio practic¨¢ndolo sirva tambi¨¦n para que la sociedad pueda reconocer sin temor el indudable m¨¦rito de los funcionarios que combaten el delito sin haberlo provocado.
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