Represalia y legalidad
AVIONES ESTADOUNIDENSES, brit¨¢nicos y franceses bombardearon ayer objetivos militares en territorio de Irak. La noticia confirm¨® lo declarado horas antes por el secretario de Estado norteamericano, Lawrence Eagleburger, el cual manifest¨® en Par¨ªs que, si bien "todo est¨¢ preparado", el qu¨¦ y el cu¨¢ndo de la eventual intervenci¨®n" depende del presidente". No cabe duda alguna de que las diversas provocaciones que Sadam ha realizado en los ¨²ltimos tiempos -establecimiento de misiles en zonas prohibidas al vuelo, prohibici¨®n de aterrizar en Irak a los observadores de la ONU, reiteradas incursiones en territorio kuwait¨ª, etc¨¦tera- exigen una respuesta rotunda que ponga fin a la constante pol¨ªtica de incumplimiento de las condiciones que Irak firm¨® en el momento en que fue derrotado en la guerra del Golfo. Es sumamente peligroso dejar que Sadam vaya cometiendo infracci¨®n tras infracci¨®n sin respuesta adecuada, en una escalada sin fin. Por tanto, una acci¨®n militar es coherente como respuesta.Pero el respeto a las normas del derecho internacional hubiera exigido que fuera el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas quien de manera clara decidiera esa intervenci¨®n. Despu¨¦s de todo, las provocaciones e infracciones cometidas por Sadam van dirigidas contra la ONU, y no s¨®lo contra EE UU. Es m¨¢s, si hay alguien interesado en dar la sensaci¨®n al mundo de que su enemigo es EE UU (y no la comunidad internacional en general) es el dictador iraqu¨ª. Si las medidas militares para responder a Sadam son tomadas por EE UU, si es Bush quien unilateralmente decide el qu¨¦ y el cu¨¢ndo -por grande que sea el apoyo de otros aliados, bien sobre el terreno o mediante declaraciones pol¨ªticas-, el papel de la ONU quedar¨ªa gravemente mermado y, en la misma medida, reducida la eficacia pol¨ªtica de las acciones. Es completamente distinto para muchos pueblos y para muchos Gobiernos un enfrentamiento ONU-Sadam que uno que oponga a EE UU con ese r¨¦gimen.
Adem¨¢s, supondr¨ªa un paso atr¨¢s respecto a lo que, en el sentido de avanzar hacia un derecho internacional que merezca ese nombre, supuso la intervenci¨®n aliada de hace dos a?os. Entonces, por primera vez en la historia, los pa¨ªses que arriesgaban a sus hombres en una acci¨®n de polic¨ªa internacional lo hacian, si no tras la bandera de la ONU, s¨ª de acuerdo con resoluciones espec¨ªficas de dicho organismo respaldadas por el m¨¢s amplio consenso internacional, incluyendo la mayor¨ªa de los Estados ¨¢rabes.
De ah¨ª que, una vez logrado el objetivo de desalojar a, las tropas iraqu¨ªes de territorio kuwait¨ª y de asegurar las fronteras, los aliados renunciasen a proseguir su ofensiva hasta Bagdad y a acabar con el r¨¦gimen de Sadam. Esa tarea, no expl¨ªcitamente autorizada por la ONU, correspond¨ªa a los propios iraqu¨ªes, y si bien la comunidad internacional adopt¨® medidas concretas, orientadas a evitar la matanza de los kurdos en el norte y a defender a los disidentes sih¨ªes en el sur, se abstuvo de imponer una soluci¨®n por las armas. Esta decisi¨®n ha sido criticada, por considerar que dif¨ªcilmente se reunir¨¢n condiciones tan favorables para lograr ese objetivo. Sin embargo, una intervenci¨®n de esa naturaleza por parte de las tropas norteamericanas hubiera resultado dudosamente legal y sentado un precedente peligroso.
La ONU est¨¢ actuando de modo pr¨¢ctico, con cascos azules, en numerosos pa¨ªses -Bosnia, Macedonia, Croacia, Camboya, Angola, Mozambique, Chipre, El Salvador-, en condiciones sin duda muy distintas, pero con un objetivo com¨²n: evitar o poner fin a las guerras, impedir las violaciones de las normas del derecho internacional m¨¢s escandalosas o peligrosas para la paz mundial. En esas operaciones encuentra grandes dificultades por el insuficiente apoyo de muchos Gobiernos que, tanto en el plano financiero como en el de aportaci¨®n de hombres, se muestran muy reticentes.
Doble rasero
Estas dificultades son superables. Sin embargo, hay dos deficiencias fundamentales que son las que ponen en entredicho en muchos casos la validez de la actuaci¨®n de la ONU. Primero, el hecho de que sus resoluciones de orden general sean luego utilizadas por alg¨²n pa¨ªs, sobre todo EE UU, para llevar a cabo acciones militares unilaterales, o con el apoyo de algunos aliados, pero fuera del esquema previsto por la Carta en su cap¨ªtulo VII para el empleo de la fuerza. Es lo que puede estar ocurriendo ahora en Irak, si se confirman las impresiones de las ¨²ltimas horas. La Carta de la ONU ha previsto un mecanismo para que el Consejo de Seguridad disponga de unos efectivos militares de r¨¢pida movilizaci¨®n para casos de emergencia. Urge llevar a la pr¨¢ctica esa previsi¨®n, como lo ha recomendado el secretario general.
En cambio, mezclar decisiones generales de la ONU, que incluso no se basan en el cap¨ªtulo VII, con acciones militares de una potencia o de varias potencias, es una pr¨¢ctica perversa, incluso cuando el objetivo de tal acci¨®n (como ocurre en el caso de Irak en la actualidad) tenga justificaciones profundas. Las formas, el procedimiento, el respeto a la Carta de la ONU, es decisivo, porque ello afecta al valor moral de algo tan delicado, como es la utilizaci¨®n de la fuerza militar.
Pero hay otra deficiencia m¨¢s grave que se manifiesta de manera cada vez menos soportable en la conducta de la ONU. La aplicaci¨®n de dos raseros seg¨²n cu¨¢l sea el pa¨ªs que. ha violado la Carta de la ONU. Lo ocurrido en muchos casos recientes da la impresi¨®n de que las sanciones previstas en la Carta s¨®lo se aplican si EE UU y sus aliados europeos est¨¢n interesados en ello. En el caso de Bosnia, la ONU ha tardado casi un a?o en tomar en consideraci¨®n la posibilidad de una intervenci¨®n militar destinada a detener los cr¨ªmenes horrorosos que all¨ª se est¨¢n cometiendo en nombre de la limpieza ¨¦tnica. Para la nueva actitud en el Consejo de Seguridad ha sido esencial la evoluci¨®n de la posici¨®n de EE UU, que durante mucho tiempo se desinteres¨® del asunto. Ahora parece que, merced a esa amenaza del empleo de la fuerza, hay un cambio en la actitud serbia que puede abrir posibilidades de avanzar hacia una soluci¨®n. Pero su concreci¨®n exige completar la presi¨®n diplom¨¢tica con pruebas evidentes de que la intervenci¨®n militar sigue prepar¨¢ndose y en absoluto est¨¢ descartada. La direcci¨®n serbia, en Belgrado o en Bosnia, s¨®lo aceptar¨¢ un acuerdo de paz, deseable incluso si es precario, si sabe que est¨¢ amenazada de una acci¨®n militar de la ONU.
Un caso a¨²n mucho m¨¢s evidente de aplicaci¨®n de los dos raseros es el de Israel. No se trata s¨®lo de las violaciones constantes por Tel Aviv de las resoluciones de la ONU sobre el caso palestino. Ahora est¨¢ en el centro de la atenci¨®n mundial la dram¨¢tica situaci¨®n de los 415 palestinos desterrados -por una pura decisi¨®n administrativa- a una zona inh¨®spita fuera de las fronteras de Israel. El Consejo de Seguridad de la ONU tom¨® el pasado mes de diciembre una resoluci¨®n exigiendo la repatriaci¨®n inmediata de los desterrados. Israel se neg¨® a ello y la visita a Jerusal¨¦n de dos enviados del secretario general de la ONU s¨®lo ha servido para confirmar la intransigencia de Rabin. ?C¨®mo se explica que, en estas condiciones, el Consejo de Seguridad ni siquiera haya considerado la aplicaci¨®n de sancione! a Israel? La impresi¨®n de que EE UU aplicar¨ªa su veto ha sido suficiente para que as¨ª ocurra. Tal pr¨¢ctica es injustificable.
Vivimos una etapa, despu¨¦s del fin de la guerra fr¨ªa, en que se van a multiplicar los conflictos y en que, por lo tanto, el empleo de fuerzas internacionales para defender el derecho internacional ser¨¢ cada vez m¨¢s necesario. Si no queremos que se produzca el retorno a la ley de la jungla, es decisivo dar a la acci¨®n de la ONU la m¨¢xima transparencia. Alejarla de todo lo que sea cobertura de acciones unilaterales. Y supresi¨®n de la pr¨¢ctica de los dos raseros.
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