La plenitud de un minimalista
Cuando en la primavera del a?o pasado vi en la D¨ªa Center for the Arts, de Nueva York, la exposici¨®n Cold Mountain, del pintor norteamericano Brice Marden (Bronxville, Nueva York, 1938) -exposici¨®n itinerante que ahora recala, con el a?adido de medio centenar de dibujos preparatorios, en el MNCARS-, sufr¨ª uno de los impactos est¨¦ticos m¨¢s hondos de los ¨²ltimos tiempos. Poco despu¨¦s, en Londres, pude corroborar esta impresi¨®n con la retrospectiva de su obra gr¨¢fica en la Tate Gallery.Brice Marden se dio a conocer en la d¨¦cada de los sesenta como un seguidor m¨¢s de la pintura minimalista, aunque tambi¨¦n es cierto que demostrando desde casi sus comienzos una rara calidad l¨ªrica, bastante peculiar y, en cierto punto, hasta heterodoxa. En este sentido, se explica que Marden comenzara a llamar m¨¢s ampliamente la atenci¨®n hacia finales de los setenta y comienzos de los ochenta, cuando, sentenciada la crisis de la vanguardia, cobraron un nuevo valor aquellas personalidades menos o peor acomodadas a los esquemas doctrinales.
Brice Marden
Monta?a Fr¨ªa.Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa. Santa Isabel, 52, Madrid. Hasta el 15 de marzo.
Lo que en un artista maduro como Cy Twombly la recuperaci¨®n de los ochenta supuso de tard¨ªo reconocimiento cr¨ªtico, en el caso de Marden, diez a?os m¨¢s joven, fue el acicate para franquear las ¨²ltimas barreras. En este sentido, la eclosi¨®n art¨ªstica de Marden se produjo en el ecuador de la d¨¦cada de los ochenta, cuando, fascinado por la caligraf¨ªa oriental y la poes¨ªa china, recuper¨® el sentido del gesto y la atm¨®sfera. El detonante fue la lectura-visi¨®n de los poemas de Tu Fu, junto a Li Po, el m¨¢s grande poeta de la esplendorosa dinast¨ªa Tang, un poeta que conoci¨® gracias a la magn¨ªfica versi¨®n del sin¨®logo americano Kenneth Rexroth, con el que lleg¨® a realizar una maravillosa edici¨®n ilustrada con 25 grabados, publicada con el sello de Peter Bloom en 1987. En cierta manera, este ,descubrimiento de lo oriental por parte de Marden signific¨® uno de esos productivos saltos atr¨¢s que suele dar el arte para impulsarse mejor hacia adelante, lo que, traducido a t¨¦rminos concretos, supuso regresar al expresionismo abstracto desde el minimal, pero, en principio, a un expresionismo abstracto m¨¢s pr¨®ximo a la Escuela del Pac¨ªfico del todav¨ªa injustamente olvidado Mark Tobey, el m¨¢s genuinamente oriental de todos los pintores americanos. Pero si Tu Fu fue para Marden en poes¨ªa esa imprescindible iniciaci¨®n que en pintura, simult¨¢nea y paralelamente, encarnaron Tobey y Michaux, le correspondi¨® a Han Shan, al m¨ªtico poeta zen Monta?a Fr¨ªa, hacer el resto: provocar la plena visualizaci¨®n del gesto, esa prodigiosa mixtura entre la norma -la serie, el plano- y la explosi¨®n cantarina o danzarina de la mano del pintor, ardientemente emancipada o liberada, como si se tratase, en este caso, de una resurrecci¨®n de Pollock.
Pero ?c¨®mo? ?Es posible una tensi¨®n dial¨¦ctica hasta tal punto extrema sin fundir a la vez poes¨ªa y pintura? La respuesta est¨¢ en esta serie de Cold Mountain que ahora nos visita, donde el espectador puede comprobar por sus propios ojos, algo estupefactos, ese precipitado est¨¦tico que la ret¨®rica ha definido como "hielo abrasador" y ahora constatamos, gracias a Marden, que puede tener una forma f¨ªsica y no exclusivamente literaria.
En esta historia visual hay una foto de Marden pintando con ese pincel que nuestros cl¨¢sicos denominaban expresivamente de "asta larga", que nos ayuda m¨¢s que cien palabras. Y es que se trata de algo as¨ª como de una pasi¨®n Ianza en ristre", de volcar el cuerpo en la distancia, de apretar frente al tablero pero obligando al pulso a una tensi¨®n sobrea?adida que deja el gesto como en suspenso.
De hecho, como lo ha explicado el propio Marden, conoci¨® una versi¨®n biling¨¹e de los poemas de Han Shan y se sinti¨® cautivado por la serie de bandas verticales de la graf¨ªa china, lo que vuelve a poner en evidencia la b¨²squeda de la tensi¨®n entre normatividad e impulso, algo, por otra parte, que se aviene con el esp¨ªritu zen que' inspira a Monta?a Fr¨ªa. Por ¨²ltimo, tampoco puede pasar inadvertida la rica textura pict¨®rica de blancos que aprisiona como una bell¨ªsima capa de hielo la trama caligr¨¢fica, cre¨¢ndose sutiles reverberaciones, fulguraciones cristalinas.
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