Eterno crep¨²sculo
Quienes se maravillan de que, en la era del desplome de los reg¨ªmenes marxistas bajo presi¨®n popular, el de Fidel Castro se mantenga a¨²n en pie y, pese al descalabro de su econom¨ªa y de las condiciones cada vez peores de vida, los cubanos parezcan resignarse a su suerte -con la excepci¨®n, admirable por cierto, de pu?ados de disidentes reprimidos sin piedad- olvidan que, a diferencia de lo que ocurre con un individuo, un pa¨ªs siempre puede estar peor, y que no existe ley hist¨®rica para que un pueblo se rebele a partir de cierto nivel de despotismo, hambre o abuso.La rebeli¨®n est¨¢ subordinada a una esperanza, a la ilusi¨®n de un cambio hist¨®rico posible para lograr una vida mejor, m¨¢s que al mero repudio de lo existente, y a m¨¢rgenes m¨ªnimos de libertad para organizarse y actuar. La raz¨®n por la que Fidel Castro sobrevive sin grandes amenazas internas de explosi¨®n popular, en medio del gran naufragio de los totalitarismos en el mundo, es que, mediante la censura, la educaci¨®n y la propaganda, su r¨¦gimen ha conseguido a lo largo de tres d¨¦cadas internalizar en grandes sectores sociales el sentimiento fatalista de que "no hay alternativa a la Revoluci¨®n" y, gracias a un sistema omnipresente de vigilancia, delaciones, escarmientos y represiones de gran ferocidad preventiva, reducir al m¨ªnimo, acaso extinguir, las posibilidades inmediatas de una acci¨®n colectiva de liberaci¨®n.
?sta es la -deprimente- conclusi¨®n que el lector extrae de la lectura de los dos m¨¢s ambiciosos testimonios sobre Cuba publicados recientemente, Castrol's final hour, de Andr¨¦s Oppenheimer, aparecido en Estados Unidos hace algunos meses, y el reciente Fin de si¨¨cle ¨¤ La Havana, de los periodistas franceses Jean-Fran?ois Fogel y Bertrand Rosenthal (*). A diferencia del primero, que, aparte de importantes informaciones recogidas sobre el terreno, conten¨ªa tambi¨¦n sutiles an¨¢lisis pol¨ªticos, el segundo interesa sobre todo por la maciza, enciclop¨¦dica recolecci¨®n de datos de todo orden -pol¨ªtico, econ¨®mico, cultural, religioso e, incluso, chismogr¨¢fico y fr¨ªvolo- con la que sus autores trazan un vasto fresco pluridimensional de la realidad cubana en v¨ªsperas de conmemorar el trig¨¦simo cuarto aniversario de la Revoluci¨®n.
Investigaci¨®n y reportaje hechos sin parti pris, en los que, incluso, se advierte un cierto esfuerzo para no parecer hostiles al r¨¦gimen y dar todas las ocasiones a sus voceros de exponer sus puntos de vista y refutar a sus cr¨ªticos, el panorama que resulta de esa oce¨¢nica acumulaci¨®n de informaciones no puede ser, sin embargo, m¨¢s desmoralizador. Luego de tres d¨¦cadas y media de socialismo a ultranza, la sociedad cubana se empobrece a la carrera, presa de la anarqu¨ªa productiva, de la asfixia burocr¨¢tica y de una corrupci¨®n vertiginosa, en tanto que el control policial y el opresivo encuadramiento pol¨ªtico de la poblaci¨®n ha creado una sociedad de zombies conformistas, cuyas energ¨ªas parecen confinarse en la cada d¨ªa m¨¢s abrumadora empresa de sobrevivir, de cualquier modo, en medio de la degradaci¨®n, el aburrimiento y la desesperanza.
Las p¨¢ginas m¨¢s dram¨¢ticas del libro relatan el caso de un grupo de j¨®venes frikis (marginales, inadaptados) que se inocularon ellos mismos una jeringa con sangre infectada de sida para ir a vivir en uno de los sidatorios construidos por el r¨¦gimen para aislar a los enfermos de ese mal del resto de la poblaci¨®n. Preguntado por qu¨¦ lo hizo, si present¨ªa los alcances de aquel virus, uno de ellos, de 21 a?os, responde vaguedades. Finalmente, balbucea que, como hab¨ªan o¨ªdo que la esperanza de vida de un seropositivo era de siete a?os, ¨¦l y sus amigos pensaban que en ese tiempo se descubrir¨ªa un remedio. "Y, entretanto, podr¨ªan disfrutar de una vida tranquila y obtener un poco de afecto, o, al menos, atenci¨®n de parte del personal m¨¦dico".
La apat¨ªa del ciudadano medio cubano, que se trasluce en estas p¨¢ginas, resulta, de una parte, de una rutina que es un puro desperdicio de energ¨ªa, parecido al de aquel cuento fant¨¢stico de H. G. Wells donde una colectividad de esclavos es obligada a operar con enorme esfuerzo unas complicadas maquinarias que no fabrican nada, y de otro, de la intuici¨®n de que, en un mundo as¨ª, toda iniciativa o incluso fantas¨ªa entra?a riesgos. Aquel c¨¦lebre dicho de un pr¨ªncipe alem¨¢n del siglo XVII seg¨²n el cual "el entusiasmo es la m¨¢s seria amenaza para el orden social" parece haber encontrado, en el "hombre nuevo" creado por Fidel Castro, una espeluznante confirmaci¨®n.
El cubano de a pie est¨¢ obligado a perder su tiempo activamente, en empleos a los que la inflaci¨®n burocr¨¢tica suele restar todo sentido y reducir a mero simulacro, o en proyectos industriales, agrarios o sociales a los que, en la mayor¨ªa de los casos, los imponderables econ¨®micos, los malos c¨¢lculos, las intrigas pol¨ªticas o el capricho del jefe m¨¢ximo paralizar¨¢n a medio camino o volver¨¢n inservibles. La total falta de cr¨ªtica que impera impide, por cierto, que estos yerros en la producci¨®n y en las instituciones sean instructivos y permiten extraer lecciones para el futuro, de modo que ellos pueden repetirse una y otra vez, erosionando cada d¨ªa m¨¢s la entra?a del sistema. Pero no su fachada: ¨¦sta, gracias a la mentira institucionalizada por la propaganda -¨²nica voz, mon¨®logo del poder en los medios, los libros, los discursos, los manuales- de la que, en privado, todos se burlan, pero de la que todos son c¨®mplices, sigue celebrando nuevas victorias econ¨®micas del r¨¦gimen. Y responsabilizando de sus "moment¨¢neos reveses" al "criminal bloqueo a que tiene sometida a la peque?a Cuba el imperio m¨¢s poderoso del planeta".
?Es esto cierto? Se trata de uno de los mitos m¨¢s recalcitrantes a la evidencia de la historia contempor¨¢nea, pero no hay manera de desarraigarlo de las mentes de tantos ingenuos, porque ¨¦l conviene a cierto pertinaz romanticismo pol¨ªtico, que, sobre todo entre intelectuales, necesita de estereotipos de este g¨¦nero para sobrevivir. Fin de si¨¨cle ¨¤ La Havana hace un escrupuloso despliegue de datos relativos al misterioso asunto de la ayuda econ¨®mica recibida por Cuba, de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y otros pa¨ªses, comunistas y occidentales, cotejando informaciones de diversas fuentes, y concluye en la cifra de una deuda externa de 30.000 millones de d¨®lares, "el pa¨ªs m¨¢s endeudado del planeta por habitante". Los c¨¢lculos de los periodistas franceses respecto a los subsidios que Cuba recibi¨® de la URSS est¨¢n por debajo de los de Jorge Dom¨ªnguez -el profesor de Harvard que ha analizado con m¨¢s rigor la evoluci¨®n de la econom¨ªa cubana-, pero, de todos modos, admiten que ellos se cifran en unos 5.000 millones de d¨®lares anuales, fabulosa ayuda que Cuba recibi¨®, a lo largo de 30 a?os, en calidad de regalo, para construir su econom¨ªa y modernizar la sociedad.
?C¨®mo se explica que, pese a esta gigantesca transferencia de cr¨¦ditos y recursos de la que no se benefici¨® ning¨²n otro pa¨ªs del Tercer Mundo en ese periodo, y de haber exportado al extranjero a un mill¨®n de cubanos cuando menos, Cuba sea, hoy, un pa¨ªs m¨¢s pobre y m¨¢s atrasado econ¨®micamente que cuando la dictadura de Batista, ¨¦poca en la que, pese a los g¨¢nsteres, los cr¨ªmenes pol¨ªticos y las grandes desigualdades, ten¨ªa la cuarta econom¨ªa del continente? Fogel y Rosenthal hacen un fugaz cotejo entre Cuba y Taiwan, otra isla monoproduc-
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